Seg?n explic? en una entrevista a Associated Press y, luego, en una carta a sus seguidores, Bunbury sit?a la angustia que lleva a?os arrastrando, siempre cuando sale de gira, y que le llev? a anunciar su despedida de los escenarios hace un a?o, al uso en los conciertos de un compuesto org?nico, el propilenglicol. De ah? viene, asegura, la “tos nocturna y compulsiva” y su sensaci?n de ahogo, “como de arena en los pulmones”. Un producto este que, en su misiva, tacha sin rodeos de “t?xico”.

El tal propilenglicol, aplicado en una m?quina a una base de agua, desprende un vapor que juega un papel tan discreto como relevante en los conciertos. Su presencia flotante hace posible que las luces hagan su efecto y produzcan el haz que envuelve al artista. Se trata de “una niebla artificial para dar volumen a la iluminaci?n, ya que, sin ella, solo ver?as el punto de luz y no su dibujo, su trazo”, me ilustra un experto, Roger Puiggener, técnico avezado en toda clase de espect?culos.

Calificar ese producto comercial homologado de t?xico, como hace Bunbury, constituye una acusaci?n gruesa y de vago fundamento: si lo fuera, habr?an llovido las denuncias de artistas (y de asistentes) desde hace a?os, ya que el propilenglicol es de uso com?n en los ‘shows’, en todo el mundo y desde hace décadas. Y se utiliza para otros fines, como la climatizaci?n. Otra cosa es que el cantante haya podido desarrollar una intolerancia espec?fica, y que, por tanto, la sustancia sea perjudicial para él en concreto.

Pero, la pregunta es: ?los conciertos sin propilenglicol son posibles? Los técnicos iluminadores aseguran que s?, absolutamente. Puiggener menciona a dos artistas reacios al compuesto: Van Morrison y el fallecido Joe Cocker. Y recuerda que, cuando el autor de ‘Gloria’ actu? en el Poble Espanyol, en 1997, en las indicaciones técnicas se pod?a leer, resaltado: “please, remember, no artificial fog” (“nada de niebla artificial”). Su espect?culo rul? sin problemas, solo que con un criterio lum?nico distinto.

Nada m?s lejos de este art?culo que dudar de la honestidad de Bunbury al se?alar las causas de una decisi?n tan dolorosa como la de abandonar los escenarios (a los 54 a?os y con una obra discogr?fica viva y boyante). Pero el cantante, que desde hac?a a?os arrastraba cierto curr?culo de episodios de bloqueo pre-concierto, habla en su carta de la “experiencia traum?tica” que ha vivido por todo ello, y es f?cil preguntarte si esa vivencia es lo que ha alterado el v?nculo con su oficio. Solo él lo sabr?, o quiz? no.



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