Esta semana se cumplir? un a?o desde que empez? la invasi?n rusa de Ucrania, que puede terminar de muchas maneras: con una victoria rusa, con una victoria de Ucrania, con negociaciones, con un golpe de Estado en el Kremlin, o que puede estancarse porque ninguno de los contendientes pueda acabar con el otro, que hoy por hoy parece lo m?s probable. El resultado es siempre malo para los que ya sufrimos las crisis energética y alimentaria y la inflaci?n, que se ha disparado después de estar a?os adormecida. Pero puede ser a?n peor.
Ahora ambos bandos se preparan para un nuevo enfrentamiento. Rusia amontona hombres, se dice que 300.000, que mueren como chinches por su falta de preparaci?n, eficacia en combate, errores de mando e incapacidad log?stica de Rusia para mantenerlos y abastecerlos debidamente. Seg?n fuentes de inteligencia, Rusia podr?a haber sufrido ya 200.000 bajas en este conflicto, aunque esa no parece ser la principal preocupaci?n del Kremlin. Su objetivo inmediato es el nudo de Bajmut para asegurarse el control del Donb?s. Y luego ya veremos, porque seguimos sin conocer sus objetivos reales. No le va mejor a Ucrania, un pa?s destrozado que también tiene bajas enormes y mayor dificultad para reponerlas y que nos pide misiles de largo alcance y tanques cuya llegada llevar? tiempo, al igual que el adiestramiento de sus tripulaciones. Con ellos Kiev pretende recuperar el terreno perdido.
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Mosc? piensa que su capacidad de lucha y de sacrificio ser? siempre mayor que la de los hedonistas que poblamos la Europa democr?tica, que nos cansaremos pronto de seguir enviando a Ucrania el dinero que necesita para pagar los servicios b?sicos que le permiten seguir funcionando como pa?s, las muchas armas cada vez m?s caras y sofisticadas, y el apoyo en inteligencia preciso para usarlas con eficacia. Cree que es cuesti?n de tiempo que aparezcan diferencias entre pa?ses europeos, entre Europa y Estados Unidos, y que los republicanos obstaculicen la pol?tica pro-Ucrania de Biden. Piensa que podr? quebrar la voluntad de resistencia de los ucranianos a base de dejarles sin viviendas, agua potable o electricidad y sin preocuparle que nosotros a eso lo llamemos cr?menes de guerra. Por todas esas razones Mosc?, a falta de la victoria r?pida que inicialmente esperaba y que ya no parece posible, piensa que una guerra larga de desgaste puede ser la siguiente mejor opci?n porque aparentemente no le preocupan los muertos que eso le cueste, mientras capea mejor que peor nuestras sanciones.
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El problema es que esa estrategia se encuentra con la firme voluntad occidental de seguir apoyando a Ucrania, como demuestran todas las intervenciones que se oyen estos d?as en la Conferencia de Seguridad de M?nich, donde se reitera la idea de que una victoria rusa ser?a un desastre para las democracias.
El resultado es que si vamos a una guerra larga aumentan las posibilidades de que una chispa, incluso indeseada, pueda desembocar en una extensi?n del conflicto e involucrarnos a todos aunque no queramos.
Mosc? piensa que su capacidad de lucha y de sacrificio ser? siempre mayor que la de los hedonistas que poblamos la Europa democr?tica.El secretario general de la OTAN piensa que mientras no intervengamos abiertamente con soldados propios en la lucha, o sea, mientras no pongamos “botas sobre el terreno”, no rompemos con nuestra postura de no beligerancia. Dice que apoyamos a Ucrania pero no estamos en guerra con Rusia. Y hasta ahora ha funcionado, pero ?seguir? haciéndolo cuando entren en combate los tanques Abrams, Challenger y Leopard y misiles de largo alcance caigan sobre el territorio de la Federaci?n Rusa? Hace unos d?as en Bruselas Zelenski nos pidi? aviones F-16 y se le dijo amablemente que no, pero supongo que en no demasiado tiempo ese ‘no’ se convertir? en un ‘s?’, como acaba de ocurrir con los tanques Leopard. ?Qué ocurrir? entonces?
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