Una de las sensaciones m?s extra?as que tenemos estos d?as en el Primavera Sound de Sao Paulo es la de advertir que la fiesta se termina justo cuando suele venirse arriba en Espa?a: a las once de la noche conclu?a, este s?bado, el concierto del grupo estrella de la jornada, The Killers. Y lo mismo el domingo con The Cure. ?Y luego? Pues nada. Fin del festival. A dormir. O a donde sea.

No es un caso raro. La excepci?n somos nosotros, en Espa?a, donde el mismo Primavera Sound puede llegar a programar a cabezas de cartel como Rosal?a o Blur a las dos de la madrugada, y seguir ofreciendo después m?s conciertos y ‘djs’. Y abarrotar el recinto a esas horas con un p?blico (perfil familiar-infantil incluido) encantado de exprimir la vida y la noche hasta el alba si hace falta.

Mientras, en el Lollapalooza de Par?s, la ‘motomami’ sali? a cantar a las 21.30, y el hip?dromo ParisLonchamp baj? la persiana a medianoche. En la edici?n de Chicago, este verano, Billie Eilish a las 20.45 y a casa. Esa es la norma en Europa y en las Américas. Sin margen para altas excepciones: en cierta noche de 2012, a Bruce Springsteen le cortaron la corriente en Hyde Park porque sus duetos finales con Sir Paul McCartney exced?an el ‘curfew’, la hora de cierre, las 22.30.

Con todo esto no pretendo defender la limitaci?n horaria, solo contar lo que hay, y situar el contexto en el debate flotante barcelonés. Hay un roce de resoluci?n delicada entre el derecho al descanso de la ciudadan?a colindante y la noci?n de bien general, aqu? encarnada por un motor cultural, econ?mico y de reputaci?n de la ciudad como son los festivales, y solo se resuelve con di?logo y comprensi?n mutua. En el caso del Primavera, no est? de m?s recordar que el festival lleva en el F?rum m?s tiempo que muchos de sus vecinos actuales, y que su traslado a aquel extremo de la ciudad, en 2005, aunque ahora no lo parezca, fue un movimiento de cierto riesgo.

Precisamente esta excepci?n explica, al menos en parte, que acudan a Espa?a multitudes de p?blico extranjero, atra?das por la promesa de algarab?a ‘afterhours’ de la que se ven privados en sus pa?ses. Forma parte del paquete de diversi?n al que nos asocian, si bien la laxitud horaria no se fabric? para ellos: forma parte de nuestra tradici?n cultural, en la que asociamos la m?sica a la noche. Teng?moslo todo en cuenta cuando vuelva a arreciar el debate, que lo har?.



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