La Vuelta no es s?lo ciclistas que andan en bici. A su alrededor surgen historias que a veces considerar?as inveros?miles, imposible de que ocurriesen. Es un paseo ambulante con la maleta a cuestas y sin saber muchas veces en qué ciudad est?s. Y, menos a?n, para memorizar el n?mero de habitaci?n que te ha tocado en el sorteo del hotel.

Pero también para que te fijes en la mujer anciana que cena sola en la mesa de al lado, a la que atienden los camareros como si fuera miembro de la familia, que se mueve con dificultad ayudada por una muleta y que lleg? al hotel hace una semana, acompa?ada por su hijo, que se iba de vacaciones. La dej? abandonada, a su suerte, y los empleados del establecimiento la tomaron como si fuera uno de los suyos.

La puerta abierta de la habitaci?n

Contaban, que un par de ma?anas antes de que la Vuelta se adentrada por los territorios cercanos al establecimiento hotelero, la mujer permanec?a sentada en su cama y con la puerta abierta de la habitaci?n, lo que sorprendi? a la empleada de planta. “?Se?ora, se encuentra bien?”. La mujer respondi? que s?, que no ten?a ning?n problema, pero que hab?a dejado la puerta abierta “porque as? puedo hablar con alguien”.

Habr? un d?a que el hijo regresar? de las vacaciones y la mujer, aunque se sienta triste, se reconfortar? con el calor de la familia, seguramente olvidar? los d?as en soledad y hasta preguntar? qué tal se lo ha pasado en el viaje.

Porque, a la siguiente noche, pueden sorprendente dos ancianas que te saludan cordialmente en otro comedor de hotel. Parece que te conozcan de toda la vida. Descubres que son hermanas, de 96 y 94 a?os, que viven unos d?as de vacaciones juntas. El entretenimiento es ser las primeras y las ?ltimas que llegan al comedor para hacerse amigo de todos mientras charlan con toda la potencia de sus pulmones porque la hermana peque?a tiene el o?do un poco duro.

Los ciclistas, en el autob?s

A los ciclistas cada vez los ves menos por los comedores. Ya ha pasado a la historia poder saludarlos mientras ellos comparten una mesa redonda y comen todo lo habido y por haber. Ahora se encierran en los autobuses. Se sientan y el cocinero que viaja con ellos les sirve la cena, el desayuno y hasta el almuerzo en jornadas de descanso como este lunes.

Las ancianas ya no pueden saludarlos, ni fotografiarse con ellos. Y la verdad es que el panorama no mejora mucho en la zona de salida y llegada donde aparcan los autobuses, donde entran y salen los ciclistas que se dirigen o vuelven de correr. Sigue siendo obligatoria la mascarilla, aunque siempre haya una nariz rebelde que salga por donde no debe. Contin?a habiendo p?nico al covid, aunque el corredor atienda la se?al del aficionado, refugiado detr?s de las vallas, el que le pide un aut?grafo y el que respira, con virus o no, casi siempre lo segundo, afortunadamente, el mismo ox?geno del deportista. Hay tantas cosas que no tienen sentido en este mundo que acompa?a a las dos ruedas. Abandonar a una anciana, sin duda, es mucho m?s grave que recortar una etapa atendiendo a la seguridad de los participantes.



أكثر...