Reem Senior Member

Rubiales... Aunque de rubio tiene poco y no destaca por su cabello, de abuso desmelenado, va indecente y descaradamente sobrado. A m? la selecci?n espa?ola de lo que sea, desde el respeto, me interesa m?s bien poco, pero el domingo, entre que participaba alguna amiga y que otras, sin conocerlas, visten profesionalmente de azulgrana, me quedé irremisiblemente enganchado a la final de la Copa del Mundo femenino hasta el ?ltimo segundo haciendo esperar a mi hijo para ir a la mejor playa del pa?s, la de mi albino Sant Pol.

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Qué partidazo hicieron las muy bribonas… ?V?ctimas ellas? Ni la reina ni infanta alguna se encontraba en el estadio al lado del personaje que se tocaba los huevos en el palco. Las monarcas, las auténticas reinas del futbol, sus majestades “Las mejores”, estaban sobre el verde dejando sobre él siglos de hispano desprecio por un género que en televisi?n aparec?a exclusivamente hace bien pocas décadas para publicitar lavadoras, detergentes o licores servidos de manera sumisa a inefables maridos tras impostadas jornadas de trabajo.*

Y Espa?a gan?, y lleg? el momento de la entrega de galardones, y el presidente de nuestra real federaci?n, sobre la tarima, se dispuso a felicitar a unas mujeres que se encuentran enfrentadas al organismo que él representa por su nula complicidad, generosidad, solidaridad y respeto hacia una secci?n, la femenina, por la que ni lucha ni cree ni muestra el m?s m?nimo interés. Y Rubiales comenz? el espect?culo, y ante m?s de mil millones de espectadores, empez? a abrazar, a acariciar, a levantar del suelo estrujando el pecho de las profesionales contra su fornido y casi cincuentenario t?rax, y a besar caras y cuellos de manera tan exagerada como inapropiada. Desde casa, no daba crédito al esperpéntico espect?culo y a la incomod?sima situaci?n que ten?amos ante nuestra mirada, y en el momento que asiendo con fuerza y con ambas manos la cara de Jenni Hermoso para prensar sus labios a los de la madrile?a, sent? rubor, incomodidad y repulsa ante lo que estaba sucediendo ante el mundo entero.

Y Rubiales, en el momento de escribir este art?culo, sigue ah? imperturbable y un servidor, que dirigi? la campa?a de su vicepresidente primero, Joan Soteras, a quien cree conocer bien, no puede evitar pensar en la incomodidad que debe sentir el dirigente vallesano, hombre de valores, orden y buenas maneras, que seguramente ser? llamado tarde o temprano a coger las riendas que deje su desmedido presidente. ?Qué asco, qué vergüenza y qué pena! Y solo espero que, como reza la canci?n, tras el beso… Que sea esa noche… La ?ltima vez.



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