Milan Kundera no es ?nicamente el ?ltimo novelista europeo con una obra digna de tal nombre, a?adan su condici?n de cl?sico crepuscular. Su muerte supone adem?s la extinci?n del masculino singular en literatura, la desaparici?n nonagenaria del basti?n que se narra desde la virilidad.

La lista de autores can?nicos bajo esta configuraci?n se compone de Philip Roth, Jorge Sempr?n, Carlos Fuentes, Jean Daniel o Garc?a M?rquez, se han incluido todos los que figuran junto al escritor checo en un repertorio fotogr?fico.

Kundera se reinventa en francés para renegar hasta idiom?ticamente del comunismo, y encabeza la trilog?a definida en su pa?s por Milos Forman y V?clav Havel. Se ha consumido mucha literatura en agotar la rivalidad entre el novelista y el dramaturgo. La honradez kunderiana le llev? a acu?ar una sobria y excelente definici?n del presidente de Checoslovaquia, al se?alar que «ha hecho de su vida una obra de arte».

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El autor de La broma solo sal?a en los libros, nunca rid?culos. Blind? su vida cotidiana en una fortaleza inexpugnable contra los cazadores de literatos egregios, m?s carn?voros que los fans de Taylor Swift.

Escrib?a como var?n, abominaba de la violaci?n de la privacidad. No ha muerto, ha sido cancelado por la v?a r?pida. Tendr?a problemas para promocionar hoy La insoportable levedad del ser, el libro que defini? a una generaci?n. Su magnetismo se propag? a los actores kunderianos que lo llevaron a la pantalla, Juliette Binoche y Daniel Day-Lewis. Como Cela, como Nabokov, también Kundera fue un esclavista de la mujer a la que llamaba su esposa. Leer?n muchos elogios de Vera, odiada por los pr?ximos del escritor con sus man?as de pasar un péndulo por los alimentos de su marido antes de que el genio los probara. Kundera verane? en Mallorca en los ochenta. Replic? con un apotegma inimitable al quiosquero que le advirti? de que los periodistas le buscaban:

-D?gales que, si me molestan, me iré a descansar a otro sitio.

Ya no quedan.



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