منتديات اغليتك منتديات عامة اخبار اوربا Simone Biles es tan diosa como humana: adi?s a los Juegos con tres oros y una plata
Reem Senior Member

"No sab?a que pod?a volver a hacerlo". "No quer?a que me vieran lo derrotada que estaba". "Yo s?lo o?a silencio. Como si estuviera sorda". "Me sent?a avergonzada". Todas esas frases retumbaron dentro de Simone Biles cuando tuvo que abandonar los Juegos de Tokio. Se levant?. "Porque yo quer?a acabar a mi manera". Y en Par?s, donde pudo dar portazo a tantos miedos, donde tuvo que reponerse a una ca?da en la final de la barra de equilibrio y a dos salidas de pista en la final de suelo que le costaron dos oros cuando volv?an a obligarle a que fuera una diosa, solo una diosa, no "una simple chica a la que le gusta dar volteretas", sonri? otra vez.

Biles, tras su ?ltima plata en suelo, se va de Par?s habiendo ganado tres oros. Siete en una carrera que ella, ya con 27 a?os, nunca hubiera imaginado larga. En 72 a?os, nunca una gimnasta estadounidense con esa edad hab?a competido en unos Juegos. Le dir?n a Biles que, a sus 27 a?os, se ha quedado a dos oros de la exgimnasta soviética Larisa Latynina y de su compatriota, la nadadora Katie Ledecky, todas ellas con nueve metales dorados. Ninguna mujer tiene m?s que ellas. Pero quiz? esto no vaya tanto de las condecoraciones, sino de levantarse. Cuantas veces haga falta.

Antes de que Biles se precipitara desde la viga de equilibrio para ver c?mo su cuerpo dejaba de levitar para tocar la tierra (acab? quinta), y de que los jueces la castigaran en su dificil?simo ejercicio de suelo después de salirse dos veces con ambos pies (se qued? con la plata y por detr?s de la fabulosa brasile?a Rebeca Andrade, oro), Erica, invisible para deportistas, periodistas y espectadores, empujaba un contenedor de basura en uno de los accesos del Bercy Arena.

All?, en ese monumental pabell?n con bola de discoteca, Biles ha oficiado cinco misas, la ?ltima este lunes, y con sesi?n doble. Erica miraba con curiosidad a los que pasaban dispuestos a ver otra lluvia de oros para la gimnasta de Ohio. Una se?ora llevaba una camiseta con la bandera de los Estados Unidos. No ser?a tan estrafalario si no fuera a juego con sus pendientes de brillantes, su cinta de pelo, sus calcetines, sus zapatos, su bolso, y hasta su color de u?as. Las barras y estrellas por todos lados. Erica no se atrev?a a re?rse. Ten?a a su jefe cerca, y deb?a continuar arrastrando el enorme cubo de basura verde para que las 20.000 personas que vivieron quién sabe si los ?ltimos ejercicios de Biles en unos Juegos se acordaran de dejar all? los desperdicios.

Erica,*con el polo verde de trabajo, se acerc? al periodista, y le pregunt? lo mismo que se pregunta todo el mundo en ese mismo lugar. "Usted también va a ver a Biles, ?no? El otro d?a la vi. Pero no dentro, eh. Pasa por aqu? cuando se va". Interesado quien aqu? escribe por si hab?a tenido manera de que alguien le cediera un lugar para verla desde dentro, Erica respondi?: "?Y quién recoge todo esto?". Se dio la vuelta, se llev? el cubo con ruedas y dio la espalda al templo de Biles. "Ya la veré luego con el m?vil. Ella siempre gana, ?no?", se despidi?. No sin antes volver a echar un vistazo a la se?ora de la bandera. Y a la puerta del pabell?n.

Inspiraci?n

Los iconos del deporte tienen eso. Provocan en las personas sensaciones muy particulares que tienen m?s que ver con la realidad que persigue a cada uno que con el deportista en s?. Los que llevan el sentimiento nacionalista dentro, emplean el cartel de Biles para convertirse en banderas andantes. Y quienes las pasan canutas, en el deporte o en la vida, ven en Biles una inspiraci?n para seguir adelante. Ver a alguien ganar, pero sobre todo levantarse, siempre ayuda.

Biles sobrevivi? a un depredador sexual. Fue una de las 70 ni?as de las que abus? Larry Nassar, quien fuera médico de la la*Federaci?n de Gimnasia*de los*Estados Unidos. Y cuando su cabeza, en los Juegos de Tokio, comenz? a desconectarse de su cuerpo, y en plenos saltos, dijeron de ella que, en realidad, ten?a miedo al fracaso.

En Par?s, Simone Biles lleg? mucho m?s lejos de lo que hubiera podido esperarse de alguien que pas? tanto tiempo intentando reencontrarse. Que se pas? semanas pisando el gimnasio s?lo cuando se ve?a con fuerzas, y sin llevar al l?mite su cuerpo, sino para estar junto a sus compa?eras. Biles, de todos modos, regres? a unos Juegos ayudando a su pa?s a ganar el oro en la final por equipos. A ese reencuentro con el metal m?s preciado le sigui? su éxito tanto en el concurso completo como en el salto, donde su cuerpo mostr? todo su potencial con ese Yurchenko doble carpado que le dar? miedo hasta el ?ltimo d?a que lo intente. Quién sabe si volver? a hacerlo.

Pero estos Juegos le guardaban una peque?a mueca, una advertencia de que ser humana conlleva riesgos. En la barra de equilibrio, el aparato donde hab?a arrancado la medalla de bronce tanto en R?o como en Tokio (entonces, fue su ?nica individual tras el colapso), no pudo ser un ?ngel. Se cay? y la sonrisa mut? en pesar. En el suelo, sus pies se escaparon en dos diagonales. Prefiri? ser valiente, y lo pag?. Pero, con su ?ltima plata ya colgada al cuello, y mirando con ternura a la ganadora Rebeca Andrade, Biles ya no encontr? m?s motivos para esconder su sonrisa.

De hecho, acab? la jornada abraz?ndose con fuerza a su compa?era de equipo Jordan Chiles, siempre tan emotiva, que en la ?ltima curva y tras una reclamaci?n arrebat? el bronce a las rumanas Ana Barbosu y Sabrina Maneca-Voinea.

Biles dijo adi?s encaram?ndose por ?ltima vez al podio, aunque esta vez sobre el segundo caj?n y con esa misma sonrisa que ilumin? Par?s en uno de los regresos m?s ic?nicos de la historia del deporte. Desde all?, con 41 medallas entre Juegos y Mundiales, se la vio gigantesca.



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