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منتديات اغليتك منتديات عامة اخبار اوربا Cara a cara entre un activista por la vivienda y la due?a de un bajo tur?stico
Reem Senior Member

El debate sobre la vivienda est? en ebullici?n. Valencia, como otras capitales, sufre tal presi?n inmobiliaria que muchas personas se ven obligadas a malvivir por falta de espacio, salario, estabilidad o una combinaci?n de las tres. Frente a esta urgencia hay barrios que canalizan la movilizaci?n de dos formas, a veces complementarias. Por un lado, la asociaci?n vecinal de la zona se erige en interlocutora del ayuntamiento e intenta forzar medidas desde un plano institucional. Ah? est? la federaci?n de asociaciones de vecinos de València exigiendo una moratoria para los pisos tur?sticos en presencia del ejecutivo municipal. Por otro lado, los colectivos por el derecho a la vivienda act?an de manera m?s subterr?nea mediante campa?as de autodefensa frente a la especulaci?n o incluso de boicot.

También hay barrios m?s movilizados que otros. La Saïdia y el Cabanyal est?n entre los activos. El primero no quiere mirarse en el espejo del segundo, absolutamente sembrado de apartamentos tur?sticos. La pregunta es, con la vivienda por las nubes, ?qué botones hay que pulsar para desinflar ese globo??Hay un vaso comunicante entre la proliferaci?n de bajos tur?sticos y el encarecimiento de los alquileres? Existe cierto consenso en se?alar dicha relaci?n y desde el activismo, a falta de pol?ticas restrictivas, han empezado a ejercer presi?n con pintura en las puertas y silicona en las cerraduras.

Es lo que viene pasando desde hace un tiempo en el bajo tur?stico de Carla. Su historia es inusual. Hace cinco a?os se mud? a la Saïdia y hace tres decidi? comprar un bajo en el mismo barrio para transformarlo en cochera y oficina. Quer?a montar un estudio de arquitectura con su marido, pero el PGOU de Valènia solo le permit?a un uso comercial, nada de oficina, nada de vivienda; de modo que decidi? habilitarlo como apartamento para for?neos. Lo hizo sin contradicciones morales porque disfruta del negocio, alojar a familias, ense?arles la ciudad. Pero un d?a le pintaron “fora especuladors” y colocaron pegatinas en la puerta del bajo. Otro d?a bloquearon la entrada. Un tercer d?a echaron silicona en la cerradura. Y recientemente pusieron palillos y volvieron a colocar las pegatinas del mismo colectivo por el derecho a la vivienda.

Entonces se plant?. A través de un conocido contact? con Antonio, un activista de este colectivo y concert? una reuni?n. Un cara a cara en terreno neutral con dos observadores -ella acudi? con su marido, él con un compa?ero del movimiento vecinal de la Saïdia- para contraponer ideas y posturas. Llegaron este martes 7 de mayo a las 10 de la ma?ana y se fueron a las 12. Ambos tienen edades comprendidas entre los 45 y 55 a?os y, pese a las evidentes discrepancia, encontraron puntos de entendimiento. Estuvieron dos horas hablando. Estos fueron algunos de sus argumentos.

Respetar un negocio legal

Carla consider? que los apartamentos no son los culpables de la subida del alquiler y desde luego el suyo est? lejos de ser equiparable a la cartera de un gran tenedor. “Se han aprendido el estribillo de la canci?n sin reparar en la letra”, dice, y alega que un piso tur?stico a media altura y con cédula de habitabilidad s? puede favorecer ese incremento, porque pone en competencia al turista con el inquilino de larga duraci?n, pero en el caso de los bajos el uso de vivienda suele estar vedado. “Yo hubiera puesto un alquiler de larga estancia, pero la normativa lo imped?a”, cuenta.

Sobre la turistificaci?n de la Saïdia y sus efectos colaterales, algo que el barrio ha denunciado en diferentes movilizaciones, Carla dice que m?s del 80% de los bajos comerciales ya estaban cerrados a cal y canto cuando ella lleg?. “No es f?cil abrir un nuevo comercio, y tener esos locales cerrados degrada las fincas. Obviamente la soluci?n no es llenarlo todo de bajos tur?sticos, pero de momento no es la realidad de este barrio”.

La realidad es que el barrio est? nervioso porque su parque de viviendas resulta inaccesible y ella tiene un negocio vinculado a esa frustraci?n. “Entiendo que la gente se movilice y haga ruido para dirigir la mirada hacia cosas que son muy mejorables. Yo convivo en este mismo barrio, que es obrero, y no soy ajena al problema de la vivienda ni soy hija de. Sin embargo, no podemos asumir que el problema de los precios es culpa de los particulares. No tenemos tanto poder. Yo estoy presentando una actividad que es legal y loable”, subraya. Y a?ade: “Aunque gracias a la pelea de ciertos colectivos la sociedad avanza, en lo que no estoy de acuerdo es en el vandalismo. Desde el momento en que ejercen esta fuerza sobre otros ciudadanos que tienen su inversi?n legal me parece un retroceso c?vico. Pierden toda la raz?n”.

Finalmente, y en esto insiste, Carla cree que el problema de fondo es la falta de medidas sobre la vivienda en general y los apartamentos en particular. “La regulaci?n y el control de los pisos tur?sticos no es un tema que deba ser de los vecinos. Para empezar hay muchos ilegales. Yo ser?a beneficiada si hubiera un mayor control, porque hay espacio para todo siempre que sea en su justa medida. En cualquier caso se est? se?alando a los bajos tur?sticos como principales causantes del problema de la vivienda y no se est? asumiendo que hay una evidente carencia de toma de decisiones e iniciativas municipales en este campo”, opina la peque?a propietaria, que ve con buenos ojos la moratoria a los apartamentos exigida desde las asociaciones “siempre y cuando se respeten los expedientes ya en curso”.

Persuadir al peque?o propietario

Un enfoque opuesto aport? a la conversaci?n Antonio, miembro activo de la plataforma por el derecho a la vivienda que habr?a colocado las pegatinas en el bajo de Carla y su interlocutor en la reuni?n del martes. El activista -no habl? ni habla en representaci?n del colectivo- se?ala que hay un tipo de propietario no consciente de las consecuencias de sus acciones, pero al cual no se debe culpabilizar. “Todo el mundo ha crecido en un sistema donde la vivienda se presentaba como una manera de ganar dinero, un producto, y no tanto como un derecho. Desde el activismo contra la turistificaci?n, cualquier actividad generada alrededor de la vivienda que provoque que esta siga viéndose como un producto nos parece nociva. El caso de los pisos tur?sticos es evidente, porque adem?s suponen un quebranto para el tejido comercial y social del barrio”, afirma.

M?s en profundidad, el activista conecta apartamentos y alquileres en un proceso mediante el cual un alojamiento se concibe como un veh?culo inversor, generando un efecto de comparaci?n entre otros propietarios de la zona que quieren ganar m?s dinero porque varias plantas por debajo ya se est? haciendo. Y no solo eso: el hecho de poner el barrio bajo la lupa de rentas altas -ya sean turistas u otros inversores- termina cambiando la idiosincrasia de la zona, que se adapta a ese nuevo modelo y expulsa a los vecinos con m?s arraigo incapaces de seguir el ritmo. “Todo esto ya se ha visto en muchos barrios. No hemos inventado nada”.

Sobre la condensaci?n de alojamientos, Antonio explica que ambos coincidieron en exigir un coto administrativo, y da la raz?n a Carla en que muchos bajos del barrio ya estaban cerrados como consecuencia de las tendencias de consumo; m?s supermercado que fruter?a, m?s plataforma online que librer?a de barrio. Pero el monocultivo de bajos tur?sticos, aporta, terminar? siendo irreversible si la Saïdia se deja arrastrar por el negocio del momento, m?s rentable que cualquier otro.

“De todas formas, nuestros adversarios son los grandes tenedores con una gran porci?n del negocio. En personas como Carla la funci?n del activismo es persuadirles, porque la cuesti?n de la vivienda o la arreglamos entre todos o no hay manera. No es cuesti?n de bandos. Los peque?os propietarios, los inquilinos, los vecinos y vecinas de los barrios tenemos que intentar llegar a un punto de consenso. Y desde ese punto de partida empezar a trabajar y plantar cara a un fen?meno muy dirigido por grandes empresas. Que los peque?os propietarios se suban a ese carro es leg?timo, pero se les puede hacer ver su error. No todos los autobuses que van cargados avanzan en la buena direcci?n. Sin embargo, si mantenemos el marco de buenos contra malos nos equivocamos”.

M?s all? de ese trabajo de pedagog?a, el activista considera que lo m?s urgente pasa por suspender la actividad de los apartamentos ilegales y lograr esa moratoria reclamada desde tantos ?mbitos pol?ticos y sociales para ver hasta d?nde absorve el mercado los apartamentos tur?sticos. "Porque el turismo en s? mismo no es malo", ataja. "Yo tengo edad suficiente como para haber vivido los tiempos en los que la gente no pod?a viajar, y aquel mundo era peor. Lo que s? est? mal es que el turismo sea la prioridad econ?mica y social", resume.

Por ?ltimo, Antonio fija una l?nea roja en el vandalismo contra los apartamentos, aunque mucha gente dentro del activismo lo ve como una herramienta de visibilizaci?n interesante. "Es un tema de debate continuo pero en mi caso es una barrera que no podemos cruzar. También es verdad que mi caso en el movimiento es at?pico no solo por edad -suele haber mayor?a de j?venes-. Después de la reuni?n pensaba que el problema en esas cosas es que una conversaci?n as?, sin acuerdos pero agradable y cordial, pudo darse porque no somos el estereotipo de propietaria y activista. Eso da que pensar. Aunque todos queremos el bien de la Saïdia y un barrio debe ser diverso si no quiere ser aburrido, parece que no se puedan contraponer ideas sin ir al choque”.



Varios d?as después, Antonio y Carla han reproducido los detalles de su charla y han vuelto a apuntar algunas consideraciones. Entre otras: el PGOU se ha quedado obsoleto a la hora de permitir usos m?s creativos en los comercios vac?os. La proliferaci?n de bajos tur?sticos exige regulaci?n y control con urgencia. El foco en los apartamentos y derivadas m?s morbosas -como su vandalizaci?n- no deber?an eclipsar el problema de falta de acceso a la . El di?logo es una buena herramienta para construir barrio. Varios d?as después recuerdan el encuentro con buen sabor de boca. Y sin embargo son pesimistas porque la conversaci?n p?blica, est?n seguros, ir? por otros derroteros.



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