Agust?n Fern?ndez Mallo, gallego residente en Mallorca, 57 a?os, dej? aparcada su profesi?n de f?sico para dedicarse a la literatura, pero su mirada anal?tica y macrosc?pica (la realidad aumentada de los peque?os detalles) sigue manteniéndose en su mirada de escritor. Acaba de publicar ‘Madre de coraz?n at?mico’ (Seix Barral), igual que el t?tulo de un celebrado ?lbum de Pink Floyd que tiene en su portada una hermosa vaca frisona que su padre, veterinario de profesi?n y cuando el escritor era ni?o, le describi? anat?mica, fisiol?gica y genéticamente obviando el contenido del ?lbum. En ese recuerdo est? la semilla creativa del autor. “Yo siempre he construido mi literatura a base de epifan?as domésticas -explica el autor de visita en Barcelona-, pero llevaba escritas muchas novelas cuando me di cuenta de que esa manera de interpretar la realidad la heredé de mi padre, que me trasmiti? la posibilidad de maravillarme por asuntos que se dir?an ocurren en mundos paralelos aunque en realidad est?n en este. Eso ha conformado mi manera de ver el mundo y por lo tanto, mi forma de contar historias”.

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El escritor Agust?n Fern?ndez Mallo fotografiado en la Casa del Libro de Barcelona.
Jordi Cotrina
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‘Madre de coraz?n at?mico’ no es en absoluto un libro para regalar el d?a de la madre. M?s bien parte de los recuerdos de su autor respecto a su padre, fallecido hace 12 a?os, y algunas de las historias trasmitidas por él. La m?s sorprendente y que en cierta forma se convierte en el coraz?n de esta novela memorial?stica es aquella que sit?a al veterinario en 1967, pocos d?as antes del nacimiento del escritor, trasladando una veintena de vacas desde Toronto hasta Espa?a en un avi?n carguero que repost? en Gander, el m?tico aeropuerto de Terranova, enclave fundamental para cruzar el Atl?ntico en el pasado siglo XX.

Poco antes de morir, el padre de Fern?ndez Mallo, en un paréntesis l?cido de su alzhéimer, volvi? a relatarle esa historia a la que el escritor no hab?a prestado demasiada atenci?n hasta ese momento y que tiene su contrapartida en los papeles de la compra que él encontr? tras el fallecimiento. All? donde deb?a poner vacas, pon?a cerdos. “Ese fue el momento en el que se activ? esta novela en m?. Yo entonces estaba muy metido en un tipo de arte conceptual que confronta la realidad con su documentaci?n As? lo que para mi padre era algo técnico para m? se convierte en fant?stico. Y no ten?a que echarle mucha imaginaci?n para visualizar los ojos de aquellas vacas iluminados y flotando en el avi?n. Puro Bu?uel”.

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El escritor Agust?n Fern?ndez Mallo fotografiado en la Casa del Libro de Barcelona.
Jordi Cotrina
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Resurrecci?n del difunto

Otras piezas dispersas se alinearon a la hora de construir esta novela. Como el diario que el padre escribi? para la familia y en el que entre otras cosas explica c?mo su madre huy? con él, y con un cerdo, durante la Guerra Civil en Le?n para evitar que, adolescente, fuera reclutado tanto en el bando nacional como en el republicano. “Una de las ideas fuertes de este libro -cuenta Fern?ndez Mallo- es que cuando alguien muere en realidad no lo hace. La persona resucita en tu cabeza recomponiéndose. No se trata de recomponer historias familiares para que no se olviden sino intentar ver a mi padre como si fuera la primera vez”.

También relata aqu? el autor los cuatro a?os que pas? en el legendaria Deià, en Mallorca, el Deià de Robert Graves, Katherine Zeta-Jones, Cort?zar o Lady Di, un pueblo donde no puedes comprar un clavo porque no hay ferreter?a pero s? un car?simo collar de miles de euros. “Absurdo”, sentenciaron sus*padres cuando lo visitaron. “No lo cuento para exhibirme -cuenta el autor que a?n conserva la amistad con el hijo de Robert Graves, Tomàs- sino para mostrar la distancia que hab?a entre el mundo de mis padres y este otro”.

La casa en la que vivi? aquellos cuatro a?os merece explicaci?n aparte. Corr?a la leyenda de que estaba embrujada por terribles acontecimientos que ocurrieron en ella, aunque quiz? lo m?s constatable fue que all? hab?a dormido y presumiblemente disfrutado Juan Carlos I cuando visitaba a una amiga entra?able que all? resid?a. “Eso es meramente anecd?tico”, rebate el autor que con ello quiso mostrar como se alimenta el fetichismo y se construyen los mitos. ?l mismo, que no se considera particularmente mit?mano, confiesa haberse llevado un trozo de la taza del v?ter de la casa de los Panero que encontr? arrumbada en el suelo. “Lo tengo en casa. Pero es muy raro que yo haga eso”.*

?Quién hay ah??

Regresando al padre que ha perdido los recuerdos, incluso su identidad, Fern?ndez Mallo evoca sus ?ltimos d?as de degradaci?n mental y se pregunta si estaba preparado para contemplar aquello: “No lo estaba. El d?a en que mi padre ya no me reconoci? me hice la pregunta que lo cambia todo: ?Quién hay ah?? Se dir?a que el rostro de aquel a quien quieres est? hablando por boca de otra persona. De ah? que en el libro diga que la realidad es tan solo un deseo y que la identidad es una alucinaci?n del ego”.



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