Hace un mill?n de a?os me hubiera declarado rendidamente enamorado del cuerpo de Raquel Welch, hasta donde s?lo puede lograrlo un adolescente. Ahora no sé c?mo llamarlo, pero el sentimiento*sobrevive*y fue irrepetible. En el Museo de Ciencias y Medidas de Par?s se conserva el metro patr?n, contra el que han de compararse todos los subsiguientes. La prelatina Raquel Tejada exhib?a la anatom?a a la que deb?a medirse la mitad de la humanidad. Se le debe disculpar la frustraci?n generada, mientras se acostaba desenfadada con los hombres m?s importantes de sus generaciones, a menudo sin necesidad de contarlo. Desvel? en cambio que sal?a sin preservativos en el bolso, porque nunca lo hac?a en la primera cita, ya fuera con Warren Beatty o con Bob Dylan.

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Enloquec?a a los hombres sin necesidad de contagiarse. La patrona del cuerpo detestaba su condici?n de infalible chica de portada, que arrancaba las revistas de los quioscos, pero pronto integr? esta carencia en su rentable profesi?n de empresaria de su belleza. No existe un solo var?n que no estuviera dispuesto a recibirla y admirarla, sal?a con hombres a los que aventajaba en décadas supuestas, porque su anatom?a nunca alcanz? los 82 a?os de su DNI. Para meter su fortuna en cintura, tuvo que conservar ese di?metro de avispa hasta ayer mismo.

Hemos llorado en obituarios recientes a Anita Ekberg y Gina Lollobrigida, el cero absoluto de temperaturas y la energ?a nuclear, pero ninguna rival emiti? la radiaci?n simb?lica de Raquel Welch. Lo cual debe escribirse con una coraza de prevenciones, porque todo lo que simboliza la actriz recién fallecida es hoy peor que un crimen, es un pecado. Aporta uno de los escasos ejemplos y ejemplares en que el erotismo anula a la pornograf?a, la prefiero en bikini blanco a sus harapos prehist?ricos, presum?a de haber operado tan solo la nariz que le hered? Linda Evangelista antes del bistur?. Raquel Welch nos ense?a que tal vez el cuerpo no sea lo ?nico que importa, pero también es lo ?nico que tenemos.



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