Isaac Asimov, rey de la ciencia ficci?n y profeta de la Inteligencia Artificial
 

Los aspectos m?s importantes de la vida se aprenden con la experiencia, cre?a el escritor de ciencia ficci?n Isaac Asimov, que fue prodigioso en todo menos en la comprensi?n de la naturaleza humana, lo que le llev? su tiempo. El autor de la saga 'Fundaci?n' o 'Yo, robot' lleg? a escribir m?s de 500 libros, tiene hasta un asteroide bautizado en su honor y fue profético en sus vaticinios sobre la inteligencia artificial, los veh?culos sin conductor y la superpoblaci?n del planeta. También alert? sobre el abandono de la palabra por la imagen, una tendencia que se inici? a mediados del siglo XX –“leer se est? convirtiendo en un arte arcano”- y que a su juicio estaba hundiendo a la humanidad “lenta pero inexorablemente” en la estupidez.

Nada de esto lo libr? de una infancia solitaria de rat?n de biblioteca, perder la virginidad a los 22 a?os con una mujer de la que se divorci?, mantener a un hijo diletante y sumirse en una depresi?n alcanzada la vejez, cuando a la muerte de los amigos se uni? su propia decadencia f?sica. 'Yo, Asimov', la tercera de sus autobiograf?as y la m?s intimista, es el ejercicio de honestidad brutal de un hombre que se despide, superados los setenta y cumplido con aquel salmo que parafrasea: “La duraci?n de nuestras vidas es de tres veintenas m?s diez”.

En mayo de 1990 puso el punto y final a estas memorias, descatalogadas desde principios de los 2000 y que ahora recupera la editorial Arpa, y dos a?os después falleci?. A Isaac Asimov le habr?a gustado esperar a publicar 'Yo, Asimov' en el simb?lico a?o 2000, tan importante para los escritores de ciencia ficci?n y los futuristas. “Para entonces tendré ochenta a?os y es posible que no pueda hacerlo”, vaticina en la introducci?n de un texto torrencial con el que repasa su vida, a lo largo de 620 p?ginas. Una vez m?s, acert?.

Hijo de un matrimonio ruso de jud?os ortodoxos, ni practic? el juda?smo ni hablaba una palabra de ruso ni fue ortodoxo en nada. Celebr? que en los setenta se permitiera por fin poner vulgarismos por escrito y llamar a las cosas por su nombre: “Los cursis estaban horrorizados, pero viven en alg?n pa?s de nunca jam?s y no estoy de humor para preocuparme por ellos”, reflexiona en su autobiograf?a. S? se empe?? en cambio en mantener su nombre, Isaac Asimov, siendo un ni?o del neoyorquino de Brooklyn al que las vecinas suger?an llamar Irving y m?s tarde, cuando despegaba su carrera literaria y para ocultar su juda?smo los editores hubieran preferido una firma anglosajona tipo 'John Jones'.

Fue un escritor parad?jico, que urdi? viajes hasta las estrellas y en cambio solo vol? dos veces en avi?n con pavor

Su infancia y primera juventud transcurrieron en gran parte tras el mostrador de la tienda de caramelos de su padre, tarea que combinaba con la lectura voraz de los libros que sacaba de la biblioteca y m?s tarde con sus primeros relatos, que comenzaron a publicarse en revistas ‘pulp’. La modestia nunca fue su punto fuerte, reconoce Isaac Asimov, y eso unido a una extempor?nea sinceridad y la costumbre de dar lecciones cuando nadie se las ped?a, que aprendi? a reprimir durante su paso por el ejército, no le ayud? precisamente a hacer amigos. “He aprendido a evitar presumir en mi vida diaria, a ponerme a la altura de los dem?s”, reconoce Asimov en sus memorias, que con la edad s? supo ganarse la simpat?a de sus coet?neos.

'Yo, Asimov' desvela a un escritor parad?jico, que urdi? viajes hasta las estrellas y en cambio solo vol? dos veces en avi?n con pavor, una de ellas durante su participaci?n en la Segunda Guerra Mundial. Que imagin? civilizaciones gal?cticas y no solo detestaba viajar sino que padec?a claustrofilia, afici?n a los lugares cerrados. Que ca?a rendido ante una belleza de la que él carec?a: se prend? de su primera mujer, Gertrude, porque se parec?a a la actriz Olivia de Havilland, a sus ojos ep?tome de la feminidad. El matrimonio, que tuvo dos hijos, David y Robyn, hizo aguas desde la misma noche de bodas, por la falta de qu?mica sexual y compatibilidad de car?cter pero también por la costumbre de Gertrude de fumar a todas horas, que Asimov aborrec?a.

Lo prolijo de su obra se explica porque escrib?a a todas horas, con especial apego por festivos como Navidad o Acci?n de Gracias porque nadie le incordiaba con llamadas.

?l era un hombre eficiente, puritano y absorbido por su trabajo que, por tanto, ten?a todas las virtudes antip?ticas, en definici?n de su propio hermano. Lo prolijo de su obra se explica porque escrib?a a todas horas, con especial apego por festivos como Navidad o Acci?n de Gracias porque nadie le incordiaba con llamadas. As? se convirti? en el rey de la ciencia ficci?n, con permiso de Arthur C. Clarke, con quién suscribi? el Tratado de Park Avenue mientras ambos daban vueltas en un taxi. Ese pacto consist?a en se?alar mutuamente al otro como el mejor escritor del género. Con formaci?n en bioqu?mica y astronom?a, salv? un lapso de veinte a?os de sequ?a creativa con las novelas de ciencia ficci?n dedic?ndose a los ensayos de divulgaci?n cient?fica. “Si fuera a morirme ahora, estar?a murmurando: ‘?Qué horror! ?Solo cuatrocientas cincuenta y una obras!’”, bromea en 'Yo, Asimov'. Y a?ade: “Estas ser?an mis pen?ltimas palabras. Las ?ltimas ser?an: ‘Te quiero, Janet’”, en referencia a su segunda esposa.

Junto a Janet, psiquiatra con formaci?n humanista, Isaac Asimov descubri? el amor, entrados ambos en la edad madura. Ella pone el punto y final a la autobiograf?a, con un ep?logo de su pu?o y letra que narra el final del escritor, que en el ?ltimo tramo de su vida hizo de asesor cient?fico de Star Trek y trabaj? en el libro de chistes 'Asimov Laughs Again', que le levant? la moral. “Uno de los deseos m?s profundos del ser humano es ser conocido y comprendido”, reflexiona Janet en el ep?logo parafraseando a 'Hamlet'. Janet anim? a su esposo, para cumplir ese prop?sito, a escribir 'Yo, Asimov' y abrir su coraz?n de par en par.



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