Reem
04-02-2023, 07:38 AM
Los incendios forestales han cambiado. Ahora son m?s violentos, m?s destructivos, m?s r?pidos, m?s imprevisibles, casi imposibles de apagar… y capaces de modificar el clima. Es como si tuvieran vida propia. Ya est?n aqu? lo que los expertos llaman "incendios de sexta generaci?n" o "superincendios". Ni siquiera las zonas con climas h?medos, como Asturias, pueden librarse de ellos, como se ha comprobado esta semana. Hasta al C?rculo Polar ?rtico han llegado. Contra ellos solo funciona una f?rmula: la prevenci?n, que deber?a pasar por la transformaci?n del paisaje para que sea menos inflamable, adaptando los bosques al cambio clim?tico, seg?n los expertos.
Los cient?ficos llevan ya varios a?os lanzando voces de alarma: lo peor est? por llegar. Si no se act?a con urgencia, en los pr?ximos a?os asistiremos a un n?mero creciente de incendios, cada vez m?s severos, explosivos, devastadores. Es un problema planetario, especialmente grave en Espa?a, uno de los pa?ses m?s vulnerables a los "superincendios", donde se registran cerca de 12.000 quemas cada a?o, que destruyen una superficie equivalente a 100.000 campos de f?tbol. La inmensa mayor?a son intencionados y, seg?n los ?ltimos estudios, en m?s del 95 por ciento aparece detr?s la acci?n humana.
M?s informaci?n (Auto)
http://placehold.it/175x100 T?tulo noticia (Auto)
El problema va a m?s. Un estudio internacional con participaci?n asturiana –del Instituto Mixto de Investigaci?n en Biodiversidad de Mieres– advert?a hace un a?o que la duraci?n de la temporada de incendios forestales se ha alargado en los ?ltimos 40 a?os un 27 por ciento a nivel mundial y hasta un 55 por ciento en la cuenca mediterr?nea. Los autores del informe reclamaban acciones inmediatas para frenar el calentamiento global, pues en caso contrario el riesgo de incendios aumentar? en veinte a?os "a niveles nunca vistos". Y la probabilidad de que esto suceda también en Asturias es "muy grande", alertaban entonces los cient?ficos.
Gabino Parrondo, presidente de la Asociaci?n Empresarial de Selvicultura y Medio Ambiente de Asturias, subraya que hace falta gestionar los montes. "Las empresas forestales somos gran parte de la soluci?n, porque donde hay gesti?n no hay incendios, pero no nos tienen en cuenta", se?ala, a la vez que critica las supuestas "soluciones m?gicas" que expone la Administraci?n, entre las que destaca satisfacer la petici?n de la sociedad de m?s medios de extinci?n. Esto es, en su opini?n, "el mayor error que se puede cometer", una "venda en los ojos" que no solucionar? el problema: "Seguir?n los incendios".
Insiste en que donde hay que poner el peso es "en la prevenci?n". Y para ello hay que ir al terreno, escuchar a los vecinos, ver las causas de los incendios y actuar en consecuencia. Porque los fuegos suelen comenzar "casi siempre en los mismos sitios", destaca. M?s desbroces, m?s quemas controladas y m?s vigilancia, "para disuadir y para una mejor respuesta en caso de incendio", son algunas de las medidas a aplicar, seg?n Parrondo.
Pero también hace falta inversi?n en el sector forestal, porque en Asturias est? "en m?nimos hist?ricos". "El sector est? totalmente abandonado, se repuebla muy poco y se cuidan muy poco los montes", denuncia. Claro que también est? "la dejadez" y la "falta de organizaci?n" de la Administraci?n. Un ejemplo: el Principado present? a bombo y platillo en 2020 la denominada "Estrategia integral de prevenci?n y lucha contra los incendios forestales" (Eplifa), para el periodo 2020-2025, con casi 60 millones de presupuesto, de los que cerca de 36 millones ser?an para el programa de prevenci?n y regeneraci?n. "?D?nde est? ese dinero? ?Qué se ha hecho desde entonces?", pregunta Parrondo. ?l mismo contesta: "El Eplifa es un documento muy bueno, pero no se ha hecho nada", critica.
También aqu? aparece el fantasma de la burocracia. Las empresas forestales firman contratos para la vigilancia y extinci?n de incendios en Asturias. La regi?n est? dividida en este apartado en 35 lotes, y las adjudicatarias deben contar con cuatro peones forestales en cada uno de ellos, 140 en total. "Lo l?gico ser?a que el d?a que acaba un contrato entrara en vigor el siguiente, pero no es as?", denuncia Parrondo. De hecho, el contrato anterior finaliz? en junio de 2022 y desde entonces no hay empresas contratadas. Traducido: "Faltan ahora mismo 140 efectivos para apoyar la extinci?n de estos incendios". Las excusas son las de siempre: la falta de la firma de un funcionario, la complejidad de la Ley de Contratos, informes, papeleo…
Volviendo a los incendios de sexta generaci?n, hay que explicar en qué se distingue de las anteriores. El concepto "generaci?n" aplicado a los incendios define c?mo se comporta el fuego en relaci?n con el terreno en el que se desarrolla. En el caso de los de la sexta generaci?n la energ?a liberada es de tal calibre que se generan nuevos focos de forma imparable y se originan auténticas "tormentas de fuego", con llamas que pueden superar en algunos casos los 30 metros de altura.
El proceso que ha desembocado en esta situaci?n se debe a muchos factores, y uno de los principales, al margen de los incendiarios, es el vaciamiento del medio rural y el consecuente abandono del monte. En la primera mitad del siglo XX, cuando hab?a mucha poblaci?n en las zonas rurales se recog?a le?a, se realizaban peque?as quemas controladas, hab?a ganado e intereses econ?micos en los montes, que estaban habitualmente limpios, bien gestionados. Se registraban algunos fuegos, s?, pero casi siempre de escasa entidad, y los propios vecinos se encargaban de extinguirlos. Eran los incendios de primera generaci?n.
Los a?os sesenta y setenta del siglo pasado supusieron la intensificaci?n del fen?meno del despoblamiento del medio rural y, en consecuencia, la reducci?n de las pr?cticas agr?colas y ganaderas tradicionales. M?s de tres millones de espa?oles abandonaron el campo y buscaron en las ciudades mejores oportunidades. La poblaci?n empez? a vivir de espaldas al monte. La vegetaci?n fue recolonizanado las antiguas zonas de cultivo y aparecieron los incendios de segunda generaci?n. Empezaron entonces a aplicarse las primeras medidas preventivas, los cortafuegos, que la Administraci?n con desbroces y los vecinos con quemas controladas se encargaban de mantener en buenas condiciones. Funcionaban. También se profesionaliz? la extinci?n de incendios y se impulsaron campa?as de concienciaci?n, como las recordadas "Todos contra el fuego" o "Cuando el monte se quema, algo suyo se quema".
Los incendios de tercera generaci?n llegan en la década de los ochenta del pasado siglo, cuando la poblaci?n se concentra en las zonas metropolitanas mientras que el campo se vac?a y la biomasa crece de forma incesante. El monte se descapitaliza, salvo para plantar ?rboles de crecimiento r?pido (pinos y eucaliptos principalmente), que favorecen la propagaci?n de los incendios en mucha mayor medida que el arbolado aut?ctono. Los dispositivos contra el fuego también crecen, pero se abandonan pr?cticas preventivas como los cortafuegos. Los incendios empiezan a ser cada vez m?s intensos, voraces y peligrosos.
En los a?os noventa del siglo pasado se registra un "boom" de la segunda residencia en el campo, incluso en zonas boscosas y junto a espacios naturales. Lo urbano y lo forestal confluyen, lo que provoca que las viviendas sean especialmente vulnerables frente a los incendios forestales. Y, con ellas, las personas. Incluso un peque?o incendio puede provocar graves problemas, con da?os personales. Todo ello supone un cambio de paradigma: se pasa de la gesti?n de los incendios forestales a la gesti?n de las emergencias provocadas por los incendios forestales.
La quinta generaci?n de incendios forestales se produce cuando, adem?s de todo lo se?alado en la cuarta se registra simultaneidad, al desatarse a la vez varios incendios, provocando el colapso de los dispositivos de extinci?n. Las sequ?as, los montes sin gestionar y las tormentas eléctricas suponen un combustible a?adido que convierte a las quemas en m?s agresivas y dif?ciles de sofocar. Los incendios empiezan a producirse cada vez con m?s frecuencia.
Desde hace unos a?os se registran los incendios de sexta generaci?n, que surgen a menudo en lugares que el cambio clim?tico ha "precalentado" igual que har?a un "horno", y que son muy dif?ciles de predecir debido a su imprevisibilidad y complejidad. Queman m?s r?pido, m?s caliente y m?s lejos, y han llegado para quedarse, salvo que se registre un cambio radical en el tratamiento y la gesti?n de las zonas de bosque y las masas forestales.
Generan columnas conectivas (nubes de fuego, humo y pavesas ascendentes) que originan piroc?mulos, temibles aliados de los incendios, porque, al haber mucha circulaci?n de aire, las llamas se retroalimentan constantemente de ox?geno, incrementando exponencialmente la voracidad de las llamas y modificando el clima en la zona afectada. Adem?s, las pavesas incandescentes, movidas por el viento y el humo, pueden generar nuevos focos a cientos de metros de distancia, dando la impresi?n algunas veces de que alguien va prendiendo fuegos por doquier.
Estos "superincendios" propician, adem?s, un c?rculo vicioso, porque liberan cantidades ingentes de CO2, que incrementa el efecto invernadero, lo que hace que se eleven las temperaturas, que a su vez incrementan el riesgo de incendio y su magnitud. Provocan, de hecho, efectos duraderos en el clima y los ecosistemas locales. Contra ellos solo se pueden realizar estrategias defensivas, estableciendo prioridades y decidiendo qué se intentar? salvar. Porque son incontrolables.
Parrondo, y en general todos los expertos proponen luchar contra los incendios forestales mediante la gesti?n activa de los bosques, que incluye técnicas como las talas selectivas y las quemas controladas (microquemas) para reducir la cantidad de combustible disponible para el fuego. También abogan por recuperar los cortafuegos, zonas de tierra sin vegetaci?n que funcionan como barreras contra las llamas. La educaci?n, las campa?as de concienciaci?n y las nuevas tecnolog?as, en especial los drones y los sistemas de detecci?n, aparecen también como elementos importantes para luchar contra esta plaga, que se ha convertido en una emergencia social.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) alertaba hace ya dos a?os de que la combinaci?n de olas de calor prolongadas, sequ?as y baja humedad, unidas a una vegetaci?n muy seca y al abandono en la gesti?n de los bosques colocaba a Espa?a en un alto riesgo de sufrir "superincendios". Para evitar m?s desastres, la ONG propone impulsar una estrategia para transformar el actual paisaje en un "mosaico cortafuegos", que conjugue el tejido productivo y la conservaci?n de la biodiversidad. "Cada ?rbol cuenta y es ‘un soldado’ en la lucha contra el cambio clim?tico", subraya WWF.
Esta organizaci?n ambientalista propone siete acciones para adaptar los bosques a las actuales condiciones clim?ticas y prevenir los incendios. Son: aumentar la diversidad de especies en las masas forestales; apostar por especies m?s resistentes a la sequ?a; proteger el suelo y los recursos h?dricos; priorizar la conservaci?n de los ecosistemas en vez de a la producci?n de madera en el manejo de los bosques; poner m?s énfasis en la prevenci?n y en la gesti?n forestal activa, en vez de en la lucha por apagar los "superincendios" después de que hayan estallado; recuperar los paisajes tradicionales, el "paisaje mosaico", que incluye pastos con usos ganaderos extensivos, masas forestales bien gestionadas, cultivos extensivos y bosques aut?ctonos; y aplicar medidas de autoprotecci?n en las zonas de interfaz urbano-forestal para evitar la pérdida de vidas humanas.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/sociedad/son-incendios-sexta-generacion-tormenta-85516822)
Los cient?ficos llevan ya varios a?os lanzando voces de alarma: lo peor est? por llegar. Si no se act?a con urgencia, en los pr?ximos a?os asistiremos a un n?mero creciente de incendios, cada vez m?s severos, explosivos, devastadores. Es un problema planetario, especialmente grave en Espa?a, uno de los pa?ses m?s vulnerables a los "superincendios", donde se registran cerca de 12.000 quemas cada a?o, que destruyen una superficie equivalente a 100.000 campos de f?tbol. La inmensa mayor?a son intencionados y, seg?n los ?ltimos estudios, en m?s del 95 por ciento aparece detr?s la acci?n humana.
M?s informaci?n (Auto)
http://placehold.it/175x100 T?tulo noticia (Auto)
El problema va a m?s. Un estudio internacional con participaci?n asturiana –del Instituto Mixto de Investigaci?n en Biodiversidad de Mieres– advert?a hace un a?o que la duraci?n de la temporada de incendios forestales se ha alargado en los ?ltimos 40 a?os un 27 por ciento a nivel mundial y hasta un 55 por ciento en la cuenca mediterr?nea. Los autores del informe reclamaban acciones inmediatas para frenar el calentamiento global, pues en caso contrario el riesgo de incendios aumentar? en veinte a?os "a niveles nunca vistos". Y la probabilidad de que esto suceda también en Asturias es "muy grande", alertaban entonces los cient?ficos.
Gabino Parrondo, presidente de la Asociaci?n Empresarial de Selvicultura y Medio Ambiente de Asturias, subraya que hace falta gestionar los montes. "Las empresas forestales somos gran parte de la soluci?n, porque donde hay gesti?n no hay incendios, pero no nos tienen en cuenta", se?ala, a la vez que critica las supuestas "soluciones m?gicas" que expone la Administraci?n, entre las que destaca satisfacer la petici?n de la sociedad de m?s medios de extinci?n. Esto es, en su opini?n, "el mayor error que se puede cometer", una "venda en los ojos" que no solucionar? el problema: "Seguir?n los incendios".
Insiste en que donde hay que poner el peso es "en la prevenci?n". Y para ello hay que ir al terreno, escuchar a los vecinos, ver las causas de los incendios y actuar en consecuencia. Porque los fuegos suelen comenzar "casi siempre en los mismos sitios", destaca. M?s desbroces, m?s quemas controladas y m?s vigilancia, "para disuadir y para una mejor respuesta en caso de incendio", son algunas de las medidas a aplicar, seg?n Parrondo.
Pero también hace falta inversi?n en el sector forestal, porque en Asturias est? "en m?nimos hist?ricos". "El sector est? totalmente abandonado, se repuebla muy poco y se cuidan muy poco los montes", denuncia. Claro que también est? "la dejadez" y la "falta de organizaci?n" de la Administraci?n. Un ejemplo: el Principado present? a bombo y platillo en 2020 la denominada "Estrategia integral de prevenci?n y lucha contra los incendios forestales" (Eplifa), para el periodo 2020-2025, con casi 60 millones de presupuesto, de los que cerca de 36 millones ser?an para el programa de prevenci?n y regeneraci?n. "?D?nde est? ese dinero? ?Qué se ha hecho desde entonces?", pregunta Parrondo. ?l mismo contesta: "El Eplifa es un documento muy bueno, pero no se ha hecho nada", critica.
También aqu? aparece el fantasma de la burocracia. Las empresas forestales firman contratos para la vigilancia y extinci?n de incendios en Asturias. La regi?n est? dividida en este apartado en 35 lotes, y las adjudicatarias deben contar con cuatro peones forestales en cada uno de ellos, 140 en total. "Lo l?gico ser?a que el d?a que acaba un contrato entrara en vigor el siguiente, pero no es as?", denuncia Parrondo. De hecho, el contrato anterior finaliz? en junio de 2022 y desde entonces no hay empresas contratadas. Traducido: "Faltan ahora mismo 140 efectivos para apoyar la extinci?n de estos incendios". Las excusas son las de siempre: la falta de la firma de un funcionario, la complejidad de la Ley de Contratos, informes, papeleo…
Volviendo a los incendios de sexta generaci?n, hay que explicar en qué se distingue de las anteriores. El concepto "generaci?n" aplicado a los incendios define c?mo se comporta el fuego en relaci?n con el terreno en el que se desarrolla. En el caso de los de la sexta generaci?n la energ?a liberada es de tal calibre que se generan nuevos focos de forma imparable y se originan auténticas "tormentas de fuego", con llamas que pueden superar en algunos casos los 30 metros de altura.
El proceso que ha desembocado en esta situaci?n se debe a muchos factores, y uno de los principales, al margen de los incendiarios, es el vaciamiento del medio rural y el consecuente abandono del monte. En la primera mitad del siglo XX, cuando hab?a mucha poblaci?n en las zonas rurales se recog?a le?a, se realizaban peque?as quemas controladas, hab?a ganado e intereses econ?micos en los montes, que estaban habitualmente limpios, bien gestionados. Se registraban algunos fuegos, s?, pero casi siempre de escasa entidad, y los propios vecinos se encargaban de extinguirlos. Eran los incendios de primera generaci?n.
Los a?os sesenta y setenta del siglo pasado supusieron la intensificaci?n del fen?meno del despoblamiento del medio rural y, en consecuencia, la reducci?n de las pr?cticas agr?colas y ganaderas tradicionales. M?s de tres millones de espa?oles abandonaron el campo y buscaron en las ciudades mejores oportunidades. La poblaci?n empez? a vivir de espaldas al monte. La vegetaci?n fue recolonizanado las antiguas zonas de cultivo y aparecieron los incendios de segunda generaci?n. Empezaron entonces a aplicarse las primeras medidas preventivas, los cortafuegos, que la Administraci?n con desbroces y los vecinos con quemas controladas se encargaban de mantener en buenas condiciones. Funcionaban. También se profesionaliz? la extinci?n de incendios y se impulsaron campa?as de concienciaci?n, como las recordadas "Todos contra el fuego" o "Cuando el monte se quema, algo suyo se quema".
Los incendios de tercera generaci?n llegan en la década de los ochenta del pasado siglo, cuando la poblaci?n se concentra en las zonas metropolitanas mientras que el campo se vac?a y la biomasa crece de forma incesante. El monte se descapitaliza, salvo para plantar ?rboles de crecimiento r?pido (pinos y eucaliptos principalmente), que favorecen la propagaci?n de los incendios en mucha mayor medida que el arbolado aut?ctono. Los dispositivos contra el fuego también crecen, pero se abandonan pr?cticas preventivas como los cortafuegos. Los incendios empiezan a ser cada vez m?s intensos, voraces y peligrosos.
En los a?os noventa del siglo pasado se registra un "boom" de la segunda residencia en el campo, incluso en zonas boscosas y junto a espacios naturales. Lo urbano y lo forestal confluyen, lo que provoca que las viviendas sean especialmente vulnerables frente a los incendios forestales. Y, con ellas, las personas. Incluso un peque?o incendio puede provocar graves problemas, con da?os personales. Todo ello supone un cambio de paradigma: se pasa de la gesti?n de los incendios forestales a la gesti?n de las emergencias provocadas por los incendios forestales.
La quinta generaci?n de incendios forestales se produce cuando, adem?s de todo lo se?alado en la cuarta se registra simultaneidad, al desatarse a la vez varios incendios, provocando el colapso de los dispositivos de extinci?n. Las sequ?as, los montes sin gestionar y las tormentas eléctricas suponen un combustible a?adido que convierte a las quemas en m?s agresivas y dif?ciles de sofocar. Los incendios empiezan a producirse cada vez con m?s frecuencia.
Desde hace unos a?os se registran los incendios de sexta generaci?n, que surgen a menudo en lugares que el cambio clim?tico ha "precalentado" igual que har?a un "horno", y que son muy dif?ciles de predecir debido a su imprevisibilidad y complejidad. Queman m?s r?pido, m?s caliente y m?s lejos, y han llegado para quedarse, salvo que se registre un cambio radical en el tratamiento y la gesti?n de las zonas de bosque y las masas forestales.
Generan columnas conectivas (nubes de fuego, humo y pavesas ascendentes) que originan piroc?mulos, temibles aliados de los incendios, porque, al haber mucha circulaci?n de aire, las llamas se retroalimentan constantemente de ox?geno, incrementando exponencialmente la voracidad de las llamas y modificando el clima en la zona afectada. Adem?s, las pavesas incandescentes, movidas por el viento y el humo, pueden generar nuevos focos a cientos de metros de distancia, dando la impresi?n algunas veces de que alguien va prendiendo fuegos por doquier.
Estos "superincendios" propician, adem?s, un c?rculo vicioso, porque liberan cantidades ingentes de CO2, que incrementa el efecto invernadero, lo que hace que se eleven las temperaturas, que a su vez incrementan el riesgo de incendio y su magnitud. Provocan, de hecho, efectos duraderos en el clima y los ecosistemas locales. Contra ellos solo se pueden realizar estrategias defensivas, estableciendo prioridades y decidiendo qué se intentar? salvar. Porque son incontrolables.
Parrondo, y en general todos los expertos proponen luchar contra los incendios forestales mediante la gesti?n activa de los bosques, que incluye técnicas como las talas selectivas y las quemas controladas (microquemas) para reducir la cantidad de combustible disponible para el fuego. También abogan por recuperar los cortafuegos, zonas de tierra sin vegetaci?n que funcionan como barreras contra las llamas. La educaci?n, las campa?as de concienciaci?n y las nuevas tecnolog?as, en especial los drones y los sistemas de detecci?n, aparecen también como elementos importantes para luchar contra esta plaga, que se ha convertido en una emergencia social.
El Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF) alertaba hace ya dos a?os de que la combinaci?n de olas de calor prolongadas, sequ?as y baja humedad, unidas a una vegetaci?n muy seca y al abandono en la gesti?n de los bosques colocaba a Espa?a en un alto riesgo de sufrir "superincendios". Para evitar m?s desastres, la ONG propone impulsar una estrategia para transformar el actual paisaje en un "mosaico cortafuegos", que conjugue el tejido productivo y la conservaci?n de la biodiversidad. "Cada ?rbol cuenta y es ‘un soldado’ en la lucha contra el cambio clim?tico", subraya WWF.
Esta organizaci?n ambientalista propone siete acciones para adaptar los bosques a las actuales condiciones clim?ticas y prevenir los incendios. Son: aumentar la diversidad de especies en las masas forestales; apostar por especies m?s resistentes a la sequ?a; proteger el suelo y los recursos h?dricos; priorizar la conservaci?n de los ecosistemas en vez de a la producci?n de madera en el manejo de los bosques; poner m?s énfasis en la prevenci?n y en la gesti?n forestal activa, en vez de en la lucha por apagar los "superincendios" después de que hayan estallado; recuperar los paisajes tradicionales, el "paisaje mosaico", que incluye pastos con usos ganaderos extensivos, masas forestales bien gestionadas, cultivos extensivos y bosques aut?ctonos; y aplicar medidas de autoprotecci?n en las zonas de interfaz urbano-forestal para evitar la pérdida de vidas humanas.
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