Reem
03-28-2023, 12:14 PM
No vino Mario Vargas Llosa al IX Congreso de la Lengua, que se iba a celebrar en Arequipa, la tierra peruana en la que naci?, como se cumplen este 28 de marzo, hace 87 a?os. A él se le ocurri? que podr?a ser all?, y ahora, pero la vida se lo llev?, precisamente, al origen de su vida como ser humano y como escritor. Termina un libro, que va del vals peruano, se cas? una nieta, corrige pruebas y repasa, seguramente, una vida sobre la que se ha multiplicado en los ?ltimos tiempos una actualidad extraliteraria de la que él no ha dicho nada ni, dice, lo dir?.
La ocasi?n arequipe?a para el congreso de este a?o fue idea suya. Se la dijo al director del Instituto Cervantes, Luis Garc?a Montero, éste la tramit? con el director de la Academia, Santiago Mu?oz Machado, quien la llev? al criterio de los académicos de la Lengua de todo el mundo. Y ya estaba hecho. Estuvo hecho hasta que el ahora expresidente Castillo de Per? atropell? el paso peruano por la historia, hubo cambios que siguen siendo peligrosos y violentos, y tanto él como las autoridades citadas convinieron que era mejor dejarlo para otra ocasi?n. C?diz fue la ciudad (“la ciudad blanca, como Arequipa”, se ha dicho aqu?) elegida para hacer lo que es ahora el IX Congreso de la Lengua Espa?ola. Y menuda euforia hay en la ciudad de plata, aunque aqu? nadie se olvida de Arequipa, la tierra de Mario Vargas Llosa.
?l hab?a escrito, incluso, un discurso para aquella ocasi?n en su patria peque?a, y est? entre los documentos que van a participar en un homenaje que le har? el Cervantes este mes de abril, organizado con el concurso de su amigo el nicaragüense Sergio Ram?rez para celebrar una literatura que es se?era no s?lo por lo que él mismo ha escrito, sino por lo que ha escrito de otros.
Ese informe sobre su amor a Arequipa, ya equipado para haber sido dicho all?, reposar? en el Cervantes “hasta que se pueda leer en Arequipa”. ?l no est? en C?diz, pero ha mandado, por decirlo as?, a un embajador ins?lito, un escritor preterido y potente, José Mar?a Arguedas, autor de Los r?os profundos, uno de sus grandes maestros, a los que él ha defendido como si fuera un pariente, no s?lo de escritura, sino de origen vital a favor de la gran literatura.
El libro citado, que lleva un pr?logo suyo que proviene de su La utop?a arcaica, es una de las joyas que compartieron, y comparten, estanter?as con el Pedro P?ramo de Juan Rulfo o los m?ltiples cuentos de Juan Carlos Onetti. Es una indagaci?n, como lo fue La ciudad y los perros del propio Vargas Llosa, en la vida colegial, y también en la campestre, de adolescentes que no se llevaban bien con la vida alrededor en el Per? de los a?os cincuenta. No es una novela local, como pareci? decirle Julio Cort?zar cuando se la afe? (fue una anécdota, pero le doli? a Arguedas), sino un libro de aliento universal, precipitado al mundo por un hombre entristecido por las vejaciones (de su madrastra, de su padre, de su propio hermanastro) que al final, en un precipitado horrible de sufrimientos, caus? su suicidio, que anunci? como quien hace recuento de qué hacer con su ?ltima bala.
Los r?os profundos (1958) llegan a C?diz, pues, con el impulso de Vargas Llosa, en quien impact? hasta esta hora aquel hombre (guapo, divertido, feliz con los ni?os y en el f?tbol y en los mercados) al que la naturaleza del pasado le interrumpi? para siempre el presente. A esas épocas de una vida dura dedica parte de su pr?logo Vargas Llosa, aunque su visi?n es ampliamente (y generosamente) literaria. Me parece que la palabra suicidio no la vi en ?ngulo alguno de su texto-pr?logo en el libro que, como cada vez que hay Congreso, edita la RAE, esta vez bajo la vitola de Alfaguara. Es una cr?nica general de Arguedas, de su literatura, y es emocionante ver estas vertientes de la literatura peruana coexistir en C?diz como si vinieran juntas.
R?os revueltos
Esta ma?ana del cumplea?os de Vargas Llosa, a unas horas de que se presente aqu? Los r?os profundos de Arguedas, el periodista tuvo la suerte de escuchar hablar, en primera persona, a alguien que era un muchacho de quince a?os cuando se mat? aquel escritor que hace una semana aparec?a en el diario El Comercio de Lima como el m?s querido (con Mario) de los que nacieron all?, y bebiendo parecidas aguas literarias.
Quien fue mensajero de aquel Arguedas que conoci? es Alonso Cueto, importante novelista, y periodista, que a los tres a?os ya era amigo de Arguedas, porque sus padres (profesores, escritores) eran ?ntimos de un José Mar?a que, en su Volkswagen, los llevaba al f?tbol y a los mercados a los tres hermanos Cueto y se re?a con ellos como si fuera de la misma quinta.
?l iba a comer a la casa de los Cueto todos los martes. Hablaba en quechua con la cocinera. Hab?a perdido un dedo, se fij?, y se divert?an, antes del f?tbol, comiendo s?ndwiches, torres de cebollas, huevos, salchichas, en medio del humo del aceite que rodeaba el mundo de los vendedores. Para él, recuerda Cueto, un pueblo deparaba dos hogares: el mercado y el estadio, y a ellos los aficion?, muchas veces cantando.
Y muri? Arguedas, se mat?. “Yo ten?a quince a?os. Y me encontré con su fama en los peri?dicos. Luego lo le?. Me impresion? mucho que su lenguaje en los libros era el que usaba para hablar con los j?venes, los maravillosos brotes de poes?a que hab?a en su lenguaje cuando nos hablaba. Era muy locuaz, muy divertido, hac?a muchas bromas. Me sorprendi? tanto que se hubiera suicidado”.
La madre de José Mar?a muri? cuando Arguedas era un muchacho de diecinueve a?os. El padre, un juez, se cas? con la madrastra que le arruin? el ?nimo al chico, su hermanastro lo oblig? (por ejemplo) a contemplar espantado una violaci?n que protagonizaba el medio pariente, y asustado de esa violencia José Mar?a se fue a los montes en busca de la muerte… En el colegio, dice Cueto, el maestro le augur? lo peor como estudiante ("Nunca llegar?s a nada"), pero en el Leoncio Prado, donde también estudi?, con consecuencias que est?n en La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, saca las mejores notas, recibe cari?o, “y es ah? donde se hace amigo de mi padre, Carlos Cueto Ferrandini”.
Es entonces cuando se hace el escritor que fue autor, en 1958, de Los r?os profundos. “Ten?a una obsesi?n bien marcada: revelar las verdaderas bondades culturales, geogr?ficas, del mundo andino, tal como él las hab?a vivido…” Va a la Costa del Per?, a Lima, y ah? empieza ese largo proceso que termina siendo la culminaci?n de un talento. “Siempre se re?a. Vio una pel?cula que se anunciaba as?, Borrascosa y abrumada, y él no ces? todo un d?a de repetir esas palabras, a carcajadas… Cuando muri? mi padre le escribi? a mi madre. 'Lilly, he llorado porque mi compadre (fue el padrino de un hermano) no escribi? todo lo que hab?a conocido'”.
Le cont? Lilly a su hijo Alonso c?mo se conocieron Mario y Arguedas. ?ste le dijo al joven Vargas: “Nadie como t? puede escribir lo que yo ya no sé hacer, con tu energ?a, c?mo te envidio”. En el ?ltimo texto de Arguedas, el de su ?ltima decisi?n, la m?s inequ?voca, dej? dicho el autor de Los r?os profundos: “Esta pistola es la ?ltima chispa de mi vida”.
Hoy, en C?diz, ese hombre resucita en su literatura. Lo trae Mario Vargas Llosa. Aunque éste no esté, lo cierto es que siempre han cabalgado juntos por un r?o que los une en la energ?a y, también, en la melancol?a que desprenden las historias que ambos han protagonizado como escritores y como gente.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/vino-vargas-llosa-mando-jose-85286369)
La ocasi?n arequipe?a para el congreso de este a?o fue idea suya. Se la dijo al director del Instituto Cervantes, Luis Garc?a Montero, éste la tramit? con el director de la Academia, Santiago Mu?oz Machado, quien la llev? al criterio de los académicos de la Lengua de todo el mundo. Y ya estaba hecho. Estuvo hecho hasta que el ahora expresidente Castillo de Per? atropell? el paso peruano por la historia, hubo cambios que siguen siendo peligrosos y violentos, y tanto él como las autoridades citadas convinieron que era mejor dejarlo para otra ocasi?n. C?diz fue la ciudad (“la ciudad blanca, como Arequipa”, se ha dicho aqu?) elegida para hacer lo que es ahora el IX Congreso de la Lengua Espa?ola. Y menuda euforia hay en la ciudad de plata, aunque aqu? nadie se olvida de Arequipa, la tierra de Mario Vargas Llosa.
?l hab?a escrito, incluso, un discurso para aquella ocasi?n en su patria peque?a, y est? entre los documentos que van a participar en un homenaje que le har? el Cervantes este mes de abril, organizado con el concurso de su amigo el nicaragüense Sergio Ram?rez para celebrar una literatura que es se?era no s?lo por lo que él mismo ha escrito, sino por lo que ha escrito de otros.
Ese informe sobre su amor a Arequipa, ya equipado para haber sido dicho all?, reposar? en el Cervantes “hasta que se pueda leer en Arequipa”. ?l no est? en C?diz, pero ha mandado, por decirlo as?, a un embajador ins?lito, un escritor preterido y potente, José Mar?a Arguedas, autor de Los r?os profundos, uno de sus grandes maestros, a los que él ha defendido como si fuera un pariente, no s?lo de escritura, sino de origen vital a favor de la gran literatura.
El libro citado, que lleva un pr?logo suyo que proviene de su La utop?a arcaica, es una de las joyas que compartieron, y comparten, estanter?as con el Pedro P?ramo de Juan Rulfo o los m?ltiples cuentos de Juan Carlos Onetti. Es una indagaci?n, como lo fue La ciudad y los perros del propio Vargas Llosa, en la vida colegial, y también en la campestre, de adolescentes que no se llevaban bien con la vida alrededor en el Per? de los a?os cincuenta. No es una novela local, como pareci? decirle Julio Cort?zar cuando se la afe? (fue una anécdota, pero le doli? a Arguedas), sino un libro de aliento universal, precipitado al mundo por un hombre entristecido por las vejaciones (de su madrastra, de su padre, de su propio hermanastro) que al final, en un precipitado horrible de sufrimientos, caus? su suicidio, que anunci? como quien hace recuento de qué hacer con su ?ltima bala.
Los r?os profundos (1958) llegan a C?diz, pues, con el impulso de Vargas Llosa, en quien impact? hasta esta hora aquel hombre (guapo, divertido, feliz con los ni?os y en el f?tbol y en los mercados) al que la naturaleza del pasado le interrumpi? para siempre el presente. A esas épocas de una vida dura dedica parte de su pr?logo Vargas Llosa, aunque su visi?n es ampliamente (y generosamente) literaria. Me parece que la palabra suicidio no la vi en ?ngulo alguno de su texto-pr?logo en el libro que, como cada vez que hay Congreso, edita la RAE, esta vez bajo la vitola de Alfaguara. Es una cr?nica general de Arguedas, de su literatura, y es emocionante ver estas vertientes de la literatura peruana coexistir en C?diz como si vinieran juntas.
R?os revueltos
Esta ma?ana del cumplea?os de Vargas Llosa, a unas horas de que se presente aqu? Los r?os profundos de Arguedas, el periodista tuvo la suerte de escuchar hablar, en primera persona, a alguien que era un muchacho de quince a?os cuando se mat? aquel escritor que hace una semana aparec?a en el diario El Comercio de Lima como el m?s querido (con Mario) de los que nacieron all?, y bebiendo parecidas aguas literarias.
Quien fue mensajero de aquel Arguedas que conoci? es Alonso Cueto, importante novelista, y periodista, que a los tres a?os ya era amigo de Arguedas, porque sus padres (profesores, escritores) eran ?ntimos de un José Mar?a que, en su Volkswagen, los llevaba al f?tbol y a los mercados a los tres hermanos Cueto y se re?a con ellos como si fuera de la misma quinta.
?l iba a comer a la casa de los Cueto todos los martes. Hablaba en quechua con la cocinera. Hab?a perdido un dedo, se fij?, y se divert?an, antes del f?tbol, comiendo s?ndwiches, torres de cebollas, huevos, salchichas, en medio del humo del aceite que rodeaba el mundo de los vendedores. Para él, recuerda Cueto, un pueblo deparaba dos hogares: el mercado y el estadio, y a ellos los aficion?, muchas veces cantando.
Y muri? Arguedas, se mat?. “Yo ten?a quince a?os. Y me encontré con su fama en los peri?dicos. Luego lo le?. Me impresion? mucho que su lenguaje en los libros era el que usaba para hablar con los j?venes, los maravillosos brotes de poes?a que hab?a en su lenguaje cuando nos hablaba. Era muy locuaz, muy divertido, hac?a muchas bromas. Me sorprendi? tanto que se hubiera suicidado”.
La madre de José Mar?a muri? cuando Arguedas era un muchacho de diecinueve a?os. El padre, un juez, se cas? con la madrastra que le arruin? el ?nimo al chico, su hermanastro lo oblig? (por ejemplo) a contemplar espantado una violaci?n que protagonizaba el medio pariente, y asustado de esa violencia José Mar?a se fue a los montes en busca de la muerte… En el colegio, dice Cueto, el maestro le augur? lo peor como estudiante ("Nunca llegar?s a nada"), pero en el Leoncio Prado, donde también estudi?, con consecuencias que est?n en La ciudad y los perros, de Mario Vargas Llosa, saca las mejores notas, recibe cari?o, “y es ah? donde se hace amigo de mi padre, Carlos Cueto Ferrandini”.
Es entonces cuando se hace el escritor que fue autor, en 1958, de Los r?os profundos. “Ten?a una obsesi?n bien marcada: revelar las verdaderas bondades culturales, geogr?ficas, del mundo andino, tal como él las hab?a vivido…” Va a la Costa del Per?, a Lima, y ah? empieza ese largo proceso que termina siendo la culminaci?n de un talento. “Siempre se re?a. Vio una pel?cula que se anunciaba as?, Borrascosa y abrumada, y él no ces? todo un d?a de repetir esas palabras, a carcajadas… Cuando muri? mi padre le escribi? a mi madre. 'Lilly, he llorado porque mi compadre (fue el padrino de un hermano) no escribi? todo lo que hab?a conocido'”.
Le cont? Lilly a su hijo Alonso c?mo se conocieron Mario y Arguedas. ?ste le dijo al joven Vargas: “Nadie como t? puede escribir lo que yo ya no sé hacer, con tu energ?a, c?mo te envidio”. En el ?ltimo texto de Arguedas, el de su ?ltima decisi?n, la m?s inequ?voca, dej? dicho el autor de Los r?os profundos: “Esta pistola es la ?ltima chispa de mi vida”.
Hoy, en C?diz, ese hombre resucita en su literatura. Lo trae Mario Vargas Llosa. Aunque éste no esté, lo cierto es que siempre han cabalgado juntos por un r?o que los une en la energ?a y, también, en la melancol?a que desprenden las historias que ambos han protagonizado como escritores y como gente.
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