Reem
03-19-2023, 10:11 AM
Nada m?s salir de la estaci?n de tren de Monte Abra?o uno ya sabe que es s?bado. Junto a la entrada de la estaci?n, cerca de una decena de personas abordan a los recién llegados con pantalones en la mano. “Diez euros, muy barato!”, gritan con entusiasmo. Este es el paso previo al gran mercadillo de este barrio del municipio de Sintra, que comienza oficialmente al otro lado de una amplia avenida y que congrega a cientos de personas todas las semanas, la mayor?a de ellas de origen africano. M?s de 300 feriantes tienen licencia para vender aqu?, a los que se suman decenas de vendedores informales que se arremolinan alrededor de la estaci?n.
Isabel, una mujer caboverdiana, de unos 40 a?os y de tez oscura, coloca en el suelo unas cajas de pl?stico con los productos que vender? hoy, entre ellos unos pasteles de ma?z t?picos de su pa?s natal. “Hacemos la masa con harina de ma?z y los rellenamos con at?n antes de cerrarlos y fre?rlos. En Cabo Verde todo el mundo los come, son riqu?simos”, explica la vendedora, que los ofrece al m?dico precio de 50 céntimos la unidad. Adem?s de los pasteles de ma?z, Isabel vende dulces hechos con coco, con cacahuete y también 'rebuçados', elaborados a base de agua y az?car. Entre cliente y cliente, la vendedora conversa animadamente con otras mujeres en criollo, su lengua materna.
Punto de encuentro
Monte Abra?o es uno de los barrios que sufri? un crecimiento exponencial de poblaci?n a finales del siglo XX, en parte debido a la llegada de miles de personas de origen africano tras la independencia de las antiguas colonias. Algo que se ha mantenido hasta ahora. A través de la Comunidad de Pa?ses de Lengua Portuguesa (CPLP), Portugal ha reforzado la cooperaci?n con los pa?ses lus?fonos y ha alcanzado acuerdos para facilitar la entrada de inmigrantes, acelerando los tr?mites burocr?ticos para obtener permisos de trabajo y residencia. Muchos de ellos se han instalado en la periferia de Lisboa, donde se ubica este barrio, y lugares como el mercadillo semanal sirven como un punto de encuentro para estrechar los lazos entre comunidades.
Ya en el interior del mercadillo, un humo denso invade el ambiente con un fuerte olor a carne a la brasa. Es mediod?a y muchas personas hacen cola frente a los puestos de comida para hacerse con bocadillos de lomo y cerveza fr?a. Zamora, un chico joven de Guinea Bissau, se ha juntado con unos amigos alrededor de una mesa alta cerca de la barra. Da la sensaci?n de que aqu? todo el mundo se conoce, los saludos y los abrazos son constantes, y las risas también. “Este mercadillo es muy importante para nosotros, significa mucho. Aqu? nos reunimos con los amigos, tomamos unas cervezas, comemos algo… Es bueno para la salud, ?la vida no es solo trabajar!”, asegura. A su lado, Julinho a?ade: “Venimos todas las semanas. Yo soy el jefe de este lugar, siempre me pongo en esta mesa!”, exclama entre risas.
Alrededor de los puestos de comida se extienden decenas de tenderetes con una oferta inabarcable. Ropa, calzado, bisuter?a, frutas y verduras, peque?os electrodomésticos, productos electr?nicos… e incluso peces y p?jaros. Y todo a precios irrisorios. “Dos euros y medio, vengan a ver! ?Todo de buena calidad!”, grita una vendedora. “?No vale la pena robar!”, asevera otra desde su puesto. Junto a ella, decenas de clientes rebuscan entre los montones de ropa para encontrar la prenda ideal, y algunos de ellos incluso hacen videollamadas para mostrar los productos a amigos y familiares y que les den su opini?n.
Felisberto Quintela, un vendedor portugués, de unos 60 a?os y con frondoso bigote, tiene su puesto de ropa perfectamente ordenado. Del techo cuelgan unas perchas con varias chaquetas que empujan a los clientes a preguntar el precio. “Acabo de vender unos pantalones por 15 euros”, relata con satisfacci?n tras despedirse de un grupo de chavales j?venes. Hace 12 a?os que Quintela acude a este mercadillo todas las semanas. “Estoy en varios mercadillos cinco d?as a la semana, pero este es el mejor de todos. Como es fin de semana siempre hay m?s gente y el ambiente es muy festivo”, explica el vendedor. Los bajos precios son uno de los principales reclamos de este mercadillo, nacido en 1988.
Fuente de ingresos
Quintela se queja sin embargo de los altos precios que debe pagar por su puesto en el mercadillo. Unos precios que impiden que las personas con menos ingresos, como Isabel, puedan hacerse con un hueco en el recinto oficial. Pocas horas después de desplegar los manjares caboverdianos frente a la estaci?n, la polic?a hace acto de presencia y obliga a la vendedora y al resto de mujeres a recoger sus cosas. Todas obedecen para evitar perder los pocos ingresos de hoy, convirtiendo lo que hasta hace unos minutos era una calle llena de vida en una zona desierta. Hasta la semana que viene.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/internacional/viaje-africa-mercadillos-lisboa-84872623)
Isabel, una mujer caboverdiana, de unos 40 a?os y de tez oscura, coloca en el suelo unas cajas de pl?stico con los productos que vender? hoy, entre ellos unos pasteles de ma?z t?picos de su pa?s natal. “Hacemos la masa con harina de ma?z y los rellenamos con at?n antes de cerrarlos y fre?rlos. En Cabo Verde todo el mundo los come, son riqu?simos”, explica la vendedora, que los ofrece al m?dico precio de 50 céntimos la unidad. Adem?s de los pasteles de ma?z, Isabel vende dulces hechos con coco, con cacahuete y también 'rebuçados', elaborados a base de agua y az?car. Entre cliente y cliente, la vendedora conversa animadamente con otras mujeres en criollo, su lengua materna.
Punto de encuentro
Monte Abra?o es uno de los barrios que sufri? un crecimiento exponencial de poblaci?n a finales del siglo XX, en parte debido a la llegada de miles de personas de origen africano tras la independencia de las antiguas colonias. Algo que se ha mantenido hasta ahora. A través de la Comunidad de Pa?ses de Lengua Portuguesa (CPLP), Portugal ha reforzado la cooperaci?n con los pa?ses lus?fonos y ha alcanzado acuerdos para facilitar la entrada de inmigrantes, acelerando los tr?mites burocr?ticos para obtener permisos de trabajo y residencia. Muchos de ellos se han instalado en la periferia de Lisboa, donde se ubica este barrio, y lugares como el mercadillo semanal sirven como un punto de encuentro para estrechar los lazos entre comunidades.
Ya en el interior del mercadillo, un humo denso invade el ambiente con un fuerte olor a carne a la brasa. Es mediod?a y muchas personas hacen cola frente a los puestos de comida para hacerse con bocadillos de lomo y cerveza fr?a. Zamora, un chico joven de Guinea Bissau, se ha juntado con unos amigos alrededor de una mesa alta cerca de la barra. Da la sensaci?n de que aqu? todo el mundo se conoce, los saludos y los abrazos son constantes, y las risas también. “Este mercadillo es muy importante para nosotros, significa mucho. Aqu? nos reunimos con los amigos, tomamos unas cervezas, comemos algo… Es bueno para la salud, ?la vida no es solo trabajar!”, asegura. A su lado, Julinho a?ade: “Venimos todas las semanas. Yo soy el jefe de este lugar, siempre me pongo en esta mesa!”, exclama entre risas.
Alrededor de los puestos de comida se extienden decenas de tenderetes con una oferta inabarcable. Ropa, calzado, bisuter?a, frutas y verduras, peque?os electrodomésticos, productos electr?nicos… e incluso peces y p?jaros. Y todo a precios irrisorios. “Dos euros y medio, vengan a ver! ?Todo de buena calidad!”, grita una vendedora. “?No vale la pena robar!”, asevera otra desde su puesto. Junto a ella, decenas de clientes rebuscan entre los montones de ropa para encontrar la prenda ideal, y algunos de ellos incluso hacen videollamadas para mostrar los productos a amigos y familiares y que les den su opini?n.
Felisberto Quintela, un vendedor portugués, de unos 60 a?os y con frondoso bigote, tiene su puesto de ropa perfectamente ordenado. Del techo cuelgan unas perchas con varias chaquetas que empujan a los clientes a preguntar el precio. “Acabo de vender unos pantalones por 15 euros”, relata con satisfacci?n tras despedirse de un grupo de chavales j?venes. Hace 12 a?os que Quintela acude a este mercadillo todas las semanas. “Estoy en varios mercadillos cinco d?as a la semana, pero este es el mejor de todos. Como es fin de semana siempre hay m?s gente y el ambiente es muy festivo”, explica el vendedor. Los bajos precios son uno de los principales reclamos de este mercadillo, nacido en 1988.
Fuente de ingresos
Quintela se queja sin embargo de los altos precios que debe pagar por su puesto en el mercadillo. Unos precios que impiden que las personas con menos ingresos, como Isabel, puedan hacerse con un hueco en el recinto oficial. Pocas horas después de desplegar los manjares caboverdianos frente a la estaci?n, la polic?a hace acto de presencia y obliga a la vendedora y al resto de mujeres a recoger sus cosas. Todas obedecen para evitar perder los pocos ingresos de hoy, convirtiendo lo que hasta hace unos minutos era una calle llena de vida en una zona desierta. Hasta la semana que viene.
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