Reem
03-12-2023, 07:45 PM
Miguel no se llama Miguel, pero no quiere que se conozca su identidad ni que acumula m?s de un a?o cumpliendo condena en el centro de menores Monteledo de Ourense por haber cometido un delito. En cuanto ve a fot?grafo y redactor el ambiente se tensa. “Estoy trabajando, me quedan cinco meses y ya tengo ganas de salir”, es de lo poco que concede a los intrusos en unas dependencias que en casi un cuarto de siglo no han recibido a la prensa para mostrar c?mo es el d?a a d?a de los chavales que han cometido un delito de tal gravedad que el juez les ha impuesto una estancia en lo que antes se denominaba reformatorio.
Son las 11.15 de la ma?ana y Miguel trabaja en uno de los dos invernaderos del centro, situado a las afueras de la ciudad de As Burgas, en un monte elevado en el que comparten instalaciones Monteledo, otro centro de similares caracter?sticas y unas dependencias de prevenci?n para menores que han sido, por ejemplo, v?ctimas de malos tratos o abusos.
La estampa se asemeja a la de un campamento de verano, pues Monteledo reproduce la organizaci?n de los albergues juveniles, con los citados dos invernaderos, una pista de f?tbol, una piscina y varios pabellones en los que se dividen un taller para formar panaderos, las habitaciones y las aulas. Pero dista mucho de ser un recinto l?dico, como muestra el guardia de seguridad que en todo momento vigila a Miguel porque este trabaja con utensilios que podr?an servir para da?ar a alguien o autolesionarse incluso, as? como las vallas de seguridad que rodean el per?metro. “Nunca est?n solos, es por protocolo”, comenta Purificaci?n Vaquero, directora del centro, que evita concretar los motivos por los que este chaval, que ya es mayor de edad, perdi? su libertad. “Me quedan cinco meses, después voy a sacarme el carné y a estudiar Carpinter?a”, concede él como ?ltima frase antes de volver a levantar la guardia ante los visitantes.
https://www.aglitk.com/clip/7502f7d8-6ee7-4d7c-af08-e0e5c01e5451_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Personal del centro camina con uno de los chavales cerca del campo de f?tbol. |
Tras su trabajo en una leira de la que obtienen todo tipo de verduras para destinar a las cocinas del centro, acude a una sala com?n a comer un bocadillo a media ma?ana. Antes de acceder al ala de descanso, donde también se encuentran las habitaciones, que son individuales y est?n cerradas con llave, el guardia de seguridad usa un detector de metales para comprobar que no lleve ning?n apero encima. El recinto cuenta con tres trabajadores dedicados a estas tareas exclusivas de vigilancia y disuasi?n, as? como tres vallas de seguridad hasta el exterior del recinto. Cada movimiento les es comunicado por radio. “Vamos con los periodistas para abajo”, ser? uno de los mensajes captados durante la visita.
Monteledo cuenta con un total de 37 plazas, pero actualmente residen en él 12 chavales a los que una sentencia les ha privado de su libertad. Alguno ya supera los 18 a?os porque le comunicaron el fallo ya cuando se convirti? en mayor de edad o porque lo hizo tras iniciar el cumplimiento de su pena. Combinan el régimen de semilibertad con el cerrado por completo.
“El perfil de los chavales que entran en el centro cambi? desde hace unos a?os. Antes, proced?an casi todos de familias desestructuradas y con muy pocos recursos, de entornos marginales. Ahora hay de todo, hay cr?os que proceden de familias de nivel medio alto”, explica Cecilia Pérez, subdirectora del centro a las puertas de dos de las aulas. En una, dos alumnos de 16 y 17 a?os reciben clases de 1? y 2? de Educaci?n Secundaria Obligatoria (ESO). “En muchos casos, los niveles educativos son muy bajos, algunos ni iban a clase e incluso alguno no sab?a leer cuando lleg?”, comenta Vaquero a las puertas de un aula en la que los alumnos también trabajan en material sobre el 8-M, el D?a de la Mujer Trabajadora (https://www.aglitk.com/tags/8m/).
El abordaje de estos delincuentes menores de edad resulta complejo porque acuden con heridas familiares, ausencia de l?mites a su actitud y un futuro sin expectativas. La mayor?a ingresa, adem?s, por robar y agredir. “El 48% de casos est? aqu? por robo con violencia”, especifica Vaquero, aunque también existen casos de trapicheo de drogas (https://www.aglitk.com/tags/narcotrafico/) o agresiones incluso a familiares.
Ordenar su d?a a d?a resulta el primer paso del internamiento en un centro como este, de los que existen cuatro en Galicia en los que en estos momentos cumplen condena 64 j?venes. “La mayor?a carece de normas o disciplina, as? que es necesario empezar por ah?”, cuenta Pérez.
https://www.aglitk.com/clip/bbae77f9-cd85-46cc-8904-c557fd583816_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Clase de la ESO a uno delos menores. | BRAIS LORENZO
El d?a a d?a de un chaval –solo una mujer cumple ahora pena privativa de libertad en Monteledo– en estos centros arranca a las 8.45 horas de la ma?ana. El aseo y el desayuno por turnos preceden al inicio de las clases adaptadas a cada nivel, que se inician a las 9.30 con docentes aportados por la Conseller?a de Educaci?n y finalizan a las 13.00. En todo momento, los educadores comparten estancia en el aula con profesores y alumnos. No se despegan de ellos. “Muchos de los chicos no iban a clase antes de ingresar aqu? y estar varias horas sentados delante de un profesor les cuesta mucho”, aclara Cecilia. A partir de las 13.00 horas, la comida se organiza por turnos para evitar que se mezclen, de estar lleno el centro, los 37 internos.
Luego, cada chico dispone de un tiempo de ocio y descanso en su habitaci?n hasta que arrancan los talleres a las cuatro de la tarde, que pueden ser de panader?a, hortofloricultura o mec?nica, con los que también inician un camino que les permita conseguir un certificado laboral (https://www.aglitk.com/tags/laboral/). También tienen que cumplir sus tareas de limpieza (https://www.aglitk.com/tags/trucos-de-limpieza/) de sus cuartos y zonas comunes como el ba?o, cuyos turnos est?n fijados en un tabl?n de anuncios.
Con el buen comportamiento, ganan puntos, algo as? como la moneda interna que les permite ir ampliando privilegios, como m?s tiempo de llamadas telef?nicas –no pueden tener m?vil y se lo facilita el centro– o salidas supervisadas cuando se encuentran en la recta final de su condena, que puede ser de privaci?n completa de libertad o en semilibertad, incluso con estancias diurnas en sus domicilios; algunos incluso pueden pasar el fin de semana en sus hogares y regresar los lunes al centro. “Pueden ganarse ir al cine o participar en alguna excursi?n como una que acabamos de realizar a Manzaneda”, recuerda Cecilia Pérez. En alg?n caso, han sufrido intentos de fuga, pero son situaciones infrecuentes.
La adaptaci?n
La primera noche es la m?s dura. “Tenemos un hogar de adaptaci?n, que es donde pasan los primeros d?as, normalmente unos 15. Se trata de explicarles las normas, qué van a hacer. El aterrizaje es dif?cil porque pierden su libertad. Muchos vienen adem?s de entornos familiares sin normas”, detalla Purificaci?n Vaquero.
Superada esa fase, son trasladados a un hogar de socializaci?n y luego disponen de su propio cuarto. En uno de ellos, una cartulina sostiene fotos de coches tuneados, amigos fumando y familiares. Son peque?os fragmentos de una vida paralizada hasta cumplir su estancia en el centro de internamiento. Una ventana al pasado y al futuro.
Cada chaval recibe también la atenci?n del grupo de psic?logos del centro, adem?s de un educador social que se convierte en su sombra, acompa??ndolos en cada momento. “A ver, todo est? tranquilo, pero puede saltar en cualquier momento”, desliza un miembro de la plantilla del centro antes de que los visitantes abandonen Monteledo. En cinco meses, Miguel también lo har? y arrancar? una nueva vida.
https://www.aglitk.com/clip/9f081999-ea75-4479-bc47-6ea7896b81f3_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg La vida en un centro de menores: “Estoy bien, pero tengo ganas de salir". | DANIEL DOM?NGUEZ
Visitas de las familias cada fin de semana
Montedelo acoge a chavales de toda Galicia que semanalmente reciben las visitas de sus familiares. “Se les pagan los gastos de transporte”, aclara Mariano Benavente, director de centros y programas de Fundaci?n Diagrama en Galicia, la organizaci?n que gestiona el citado recinto. “Tenemos buena relaci?n con los padres y ofrecemos un programa de intervenci?n”, a?ade Benavente, que niega la existencia de conflictos con los progenitores. “Se les apoya con la problem?tica de sus hijos”, finaliza sobre la ayuda para gestionar los conflictos o aprender a situar normas de convivencia.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/sociedad/vida-centro-menores-ganas-salir-84532521)
Son las 11.15 de la ma?ana y Miguel trabaja en uno de los dos invernaderos del centro, situado a las afueras de la ciudad de As Burgas, en un monte elevado en el que comparten instalaciones Monteledo, otro centro de similares caracter?sticas y unas dependencias de prevenci?n para menores que han sido, por ejemplo, v?ctimas de malos tratos o abusos.
La estampa se asemeja a la de un campamento de verano, pues Monteledo reproduce la organizaci?n de los albergues juveniles, con los citados dos invernaderos, una pista de f?tbol, una piscina y varios pabellones en los que se dividen un taller para formar panaderos, las habitaciones y las aulas. Pero dista mucho de ser un recinto l?dico, como muestra el guardia de seguridad que en todo momento vigila a Miguel porque este trabaja con utensilios que podr?an servir para da?ar a alguien o autolesionarse incluso, as? como las vallas de seguridad que rodean el per?metro. “Nunca est?n solos, es por protocolo”, comenta Purificaci?n Vaquero, directora del centro, que evita concretar los motivos por los que este chaval, que ya es mayor de edad, perdi? su libertad. “Me quedan cinco meses, después voy a sacarme el carné y a estudiar Carpinter?a”, concede él como ?ltima frase antes de volver a levantar la guardia ante los visitantes.
https://www.aglitk.com/clip/7502f7d8-6ee7-4d7c-af08-e0e5c01e5451_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Personal del centro camina con uno de los chavales cerca del campo de f?tbol. |
Tras su trabajo en una leira de la que obtienen todo tipo de verduras para destinar a las cocinas del centro, acude a una sala com?n a comer un bocadillo a media ma?ana. Antes de acceder al ala de descanso, donde también se encuentran las habitaciones, que son individuales y est?n cerradas con llave, el guardia de seguridad usa un detector de metales para comprobar que no lleve ning?n apero encima. El recinto cuenta con tres trabajadores dedicados a estas tareas exclusivas de vigilancia y disuasi?n, as? como tres vallas de seguridad hasta el exterior del recinto. Cada movimiento les es comunicado por radio. “Vamos con los periodistas para abajo”, ser? uno de los mensajes captados durante la visita.
Monteledo cuenta con un total de 37 plazas, pero actualmente residen en él 12 chavales a los que una sentencia les ha privado de su libertad. Alguno ya supera los 18 a?os porque le comunicaron el fallo ya cuando se convirti? en mayor de edad o porque lo hizo tras iniciar el cumplimiento de su pena. Combinan el régimen de semilibertad con el cerrado por completo.
“El perfil de los chavales que entran en el centro cambi? desde hace unos a?os. Antes, proced?an casi todos de familias desestructuradas y con muy pocos recursos, de entornos marginales. Ahora hay de todo, hay cr?os que proceden de familias de nivel medio alto”, explica Cecilia Pérez, subdirectora del centro a las puertas de dos de las aulas. En una, dos alumnos de 16 y 17 a?os reciben clases de 1? y 2? de Educaci?n Secundaria Obligatoria (ESO). “En muchos casos, los niveles educativos son muy bajos, algunos ni iban a clase e incluso alguno no sab?a leer cuando lleg?”, comenta Vaquero a las puertas de un aula en la que los alumnos también trabajan en material sobre el 8-M, el D?a de la Mujer Trabajadora (https://www.aglitk.com/tags/8m/).
El abordaje de estos delincuentes menores de edad resulta complejo porque acuden con heridas familiares, ausencia de l?mites a su actitud y un futuro sin expectativas. La mayor?a ingresa, adem?s, por robar y agredir. “El 48% de casos est? aqu? por robo con violencia”, especifica Vaquero, aunque también existen casos de trapicheo de drogas (https://www.aglitk.com/tags/narcotrafico/) o agresiones incluso a familiares.
Ordenar su d?a a d?a resulta el primer paso del internamiento en un centro como este, de los que existen cuatro en Galicia en los que en estos momentos cumplen condena 64 j?venes. “La mayor?a carece de normas o disciplina, as? que es necesario empezar por ah?”, cuenta Pérez.
https://www.aglitk.com/clip/bbae77f9-cd85-46cc-8904-c557fd583816_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Clase de la ESO a uno delos menores. | BRAIS LORENZO
El d?a a d?a de un chaval –solo una mujer cumple ahora pena privativa de libertad en Monteledo– en estos centros arranca a las 8.45 horas de la ma?ana. El aseo y el desayuno por turnos preceden al inicio de las clases adaptadas a cada nivel, que se inician a las 9.30 con docentes aportados por la Conseller?a de Educaci?n y finalizan a las 13.00. En todo momento, los educadores comparten estancia en el aula con profesores y alumnos. No se despegan de ellos. “Muchos de los chicos no iban a clase antes de ingresar aqu? y estar varias horas sentados delante de un profesor les cuesta mucho”, aclara Cecilia. A partir de las 13.00 horas, la comida se organiza por turnos para evitar que se mezclen, de estar lleno el centro, los 37 internos.
Luego, cada chico dispone de un tiempo de ocio y descanso en su habitaci?n hasta que arrancan los talleres a las cuatro de la tarde, que pueden ser de panader?a, hortofloricultura o mec?nica, con los que también inician un camino que les permita conseguir un certificado laboral (https://www.aglitk.com/tags/laboral/). También tienen que cumplir sus tareas de limpieza (https://www.aglitk.com/tags/trucos-de-limpieza/) de sus cuartos y zonas comunes como el ba?o, cuyos turnos est?n fijados en un tabl?n de anuncios.
Con el buen comportamiento, ganan puntos, algo as? como la moneda interna que les permite ir ampliando privilegios, como m?s tiempo de llamadas telef?nicas –no pueden tener m?vil y se lo facilita el centro– o salidas supervisadas cuando se encuentran en la recta final de su condena, que puede ser de privaci?n completa de libertad o en semilibertad, incluso con estancias diurnas en sus domicilios; algunos incluso pueden pasar el fin de semana en sus hogares y regresar los lunes al centro. “Pueden ganarse ir al cine o participar en alguna excursi?n como una que acabamos de realizar a Manzaneda”, recuerda Cecilia Pérez. En alg?n caso, han sufrido intentos de fuga, pero son situaciones infrecuentes.
La adaptaci?n
La primera noche es la m?s dura. “Tenemos un hogar de adaptaci?n, que es donde pasan los primeros d?as, normalmente unos 15. Se trata de explicarles las normas, qué van a hacer. El aterrizaje es dif?cil porque pierden su libertad. Muchos vienen adem?s de entornos familiares sin normas”, detalla Purificaci?n Vaquero.
Superada esa fase, son trasladados a un hogar de socializaci?n y luego disponen de su propio cuarto. En uno de ellos, una cartulina sostiene fotos de coches tuneados, amigos fumando y familiares. Son peque?os fragmentos de una vida paralizada hasta cumplir su estancia en el centro de internamiento. Una ventana al pasado y al futuro.
Cada chaval recibe también la atenci?n del grupo de psic?logos del centro, adem?s de un educador social que se convierte en su sombra, acompa??ndolos en cada momento. “A ver, todo est? tranquilo, pero puede saltar en cualquier momento”, desliza un miembro de la plantilla del centro antes de que los visitantes abandonen Monteledo. En cinco meses, Miguel también lo har? y arrancar? una nueva vida.
https://www.aglitk.com/clip/9f081999-ea75-4479-bc47-6ea7896b81f3_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg La vida en un centro de menores: “Estoy bien, pero tengo ganas de salir". | DANIEL DOM?NGUEZ
Visitas de las familias cada fin de semana
Montedelo acoge a chavales de toda Galicia que semanalmente reciben las visitas de sus familiares. “Se les pagan los gastos de transporte”, aclara Mariano Benavente, director de centros y programas de Fundaci?n Diagrama en Galicia, la organizaci?n que gestiona el citado recinto. “Tenemos buena relaci?n con los padres y ofrecemos un programa de intervenci?n”, a?ade Benavente, que niega la existencia de conflictos con los progenitores. “Se les apoya con la problem?tica de sus hijos”, finaliza sobre la ayuda para gestionar los conflictos o aprender a situar normas de convivencia.
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