Reem
04-03-2024, 08:10 AM
Era junio de 1952, en plena primera fase de la Guerra Fr?a, y Estados Unidos ten?a dos frentes abiertos contra el comunismo: uno en la lejana Corea y otro dentro del pa?s, la infame caza de brujas macarthista.
En comparaci?n, podr?a parecer poca cosa, pero el panorama cultural estadounidense –y el brit?nico, inevitablemente– a?n fue capaz de estremecerse ante la confirmaci?n de un rumor que llevaba circulando algunos meses:Marlon Brando (https://www.sport.es/es/temas/marlon-brando-1981378) interpretar?a el papel de Marco Antonio en la adaptaci?n del Julio César de Shakespeare que Joseph L. Mankiewicz estaba pr?ximo a dirigir.
En efecto, flanqueado por actores ingleses de declamaci?n perfecta, como John Gielguld y James Mason, iba a encontrarse esta flamante estrella de Hollywood (https://www.sport.es/es/temas/hollywood-1837140) a la que apodaban el “Mascullador” y el “Hombre de Neanderthal”.
Le hab?a valido tales calificativos su encarnaci?n del brutal Larry Kowalski en Un tranv?a llamado Deseo, de Elia Kazan, adaptaci?n de la obra teatral de Tennessee Williams. Brando ya hab?a interpretado con celoso realismo a un parapléjico veterano del ejército en su discreto debut cinematogr?fico con Fred Zinnemann, Hombres. Pero hab?a sido su segunda pel?cula (https://www.sport.es/es/temas/peliculas-1837839) la que le hab?a catapultado a la fama y al imaginario popular, enfundado en una camiseta desgarrada y rugiendo el nombre de su esposa en la h?meda noche de Nueva Orleans: “?Stella!”.
Image ID:
100567185
Fotograma de Un tranv?a llamado deseo con Vivien Leigh y Marlon Brando.
FilmAffinity
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1920
1317
Un trabajo de creaci?n
Precisamente, una Stella real, su profesora de actuaci?n en el célebre Actors Studio, Stella Adler, hab?a proporcionado a Brando la orientaci?n clave para desarrollar su enorme talento interpretativo, con la m?xima de huir de la impostura t?pica del trabajo actoral: “?No act?es! ?Comp?rtate!”. Y ese comportamiento natural del personaje, como si de una persona real se tratara, implicaba una dicci?n entrecortada –a veces casi inaudible, otras desga?itada– mientras improvisaba l?neas y sobre todo gestos que pod?an incorporar cualquier elemento inesperado de la puesta en escena.
Image ID:
100567227
Marlon Brando en 1950.
Wikimedia Common
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1920
2292
Aunque Brando era un egresado del Actors Studio, no se consideraba a s? mismo un actor del método, y en rigor no lo era. El llamado “método” hab?a sido creado por otro de los pilares de aquella escuela, Lee Strasberg, a partir de ideas ya obsoletas del influyente Konstantin Stanislavski. Seg?n Strasberg, a la hora de interpretar emociones, el actor ten?a que sondear incluso dolorosamente la “memoria afectiva” de sus propias experiencias vitales. En cambio, Adler impart?a planteamientos m?s modernos, aprendidos directamente del gran profesor ruso. En este sentido, hab?a ense?ado a Brando que deb?a construir cada personaje sobre la base del libreto o el gui?n y darle vida, no mediante la evocaci?n de emociones de su pasado, sino con el poder de su imaginaci?n.
La tercera pel?cula de Brando fue ?Viva Zapata!, una nueva colaboraci?n con Kazan, otro de los fundadores del Actors Studio y figura fundamental en los inicios profesionales del actor. Tras estos personajes ca?dos en desgracia, marginales y rebeldes, a los que hab?a dado vida con una actuaci?n naturalista, ponerse en la piel de un patricio romano dentro de Julio César se antojaba un reto dif?cil de superar. Sin embargo, para sorpresa de agoreros y parodistas, Brando sali? m?s que airoso del trance. Brind? una impecable interpretaci?n de corte cl?sico, para admiraci?n –e inquietud, en alg?n caso– de sus distinguidos compa?eros de reparto, as? como de la mayor parte del p?blico y la cr?tica.
Pero el actor (https://www.sport.es/es/temas/actores-1836019) no tard? en cambiar la toga por la chaqueta de cuero para aportar una nueva entrada en la iconograf?a cinematogr?fica: el motorista Johnny Strabler de Salvaje. Creo as? una imagen tan memorable como trasnochada del miedo a la cultura juvenil por parte de la clase media estadounidense de los cincuenta.
El éxito y el legado
Por fin, la consagraci?n de Brando lleg? con La ley del silencio, una in?til apolog?a de la delaci?n y a la vez magistral pel?cula que puso fin a sus colaboraciones con Kazan.
Todo el repertorio expresivo de sus anteriores trabajos se volc? en la creaci?n del boxeador acabado Terry Malloy. Este ser vulnerable, balbuceante, vapuleado f?sica y psicol?gicamente, enfrentado al poder de la mafia portuaria y a su propio hermano, se erige en improbable héroe de una auténtica tragedia contempor?nea. El resultado recibi? la aclamaci?n general y una lluvia de galardones, incluido un ?scar al Mejor Actor para Brando, el primero y el ?nico que se dign? a recibir personalmente en la gala de la Academia de Cine. Casi dos décadas después, se negar?a a recoger el segundo, merecido por su interpretaci?n de Don Vito Corleone en El Padrino.
En esta famosa escena de La ley del silencio, el personaje de Marlon Brando intenta hablar e interesar al personaje interpretado por Eva Marie Saint mientras juguetea con un guante que se le ha ca?do a ella del abrigo (en el minuto 1.40). Esa forma de actuar mientras est? a la vez pendiente del guante provoca un nuevo nivel de naturalidad y, a la vez, de tensi?n en la escena.
Entre los dos premios mediaron cerca de una veintena de pel?culas y un progresivo desencanto de Brando respecto al trabajo de actor. Al mismo tiempo, aumentaban tanto su interés por las causas sociales como sus excentricidades, que le llevaron pr?cticamente a ser un nombre maldito en Hollywood. Su retorno triunfal en El Padrino también sirvi? para poner de manifiesto su legado entre los representantes de una nueva generaci?n de adeptos a la filosof?a actoral derivada de Stanislavski: Al Pacino era disc?pulo de Strasberg, mientras que Diane Keaton, James Caan y Robert Duvall lo eran de Sanford Meisner, otro de los grandes seguidores estadounidenses del maestro ruso.
Por su parte, el encargado de encarnar al joven Vito Corleone en El Padrino II, Robert DeNiro, hab?a estudiado con Stella Adler, como Brando. Tal vez sea su sucesor m?s obvio. De hecho, DeNiro ha llevado las pr?cticas de preparaci?n, inmersi?n y transformaci?n para sus papeles mucho m?s lejos que su antecesor, en una carrera que merece su propia semblanza.
A un siglo de su nacimiento, la sombra de Brando se proyecta ya sobre varias generaciones de actores que han hecho alarde de su apuesta por las cimas de la interpretaci?n con sacrificios y resultados que se han movido entre lo sublime y lo rid?culo. Podemos pasar as? por nombres como Meryl Streep, Dustin Hoffman, Daniel Day-Lewis, Johnny Depp, Nicole Kidman, Edward Norton, Joaquin Phoenix (https://www.sport.es/es/temas/joaquin-phoenix-1920665) y Jared Leto, por nombrar unos pocos y que cada cual los sit?e por momentos en alg?n punto de ese espectro. Ante los excesos, tal vez valga la pena recordar las palabras del Brando crepuscular en sus memorias:
“Nunca he tenido el gusanillo de ser actor. Me tomé la actuaci?n en serio porque era mi trabajo; casi siempre me esforcé en ello, pero era simplemente una forma de ganarme la vida”.
De lo que no cabe duda es de que, mientras se ganaba la vida, Marlon Brando se convirti? en una referencia de la excelencia interpretativa que sigue conservando plena vigencia.
https://counter.theconversation.com/content/226931/count.gif?distributor=republish-lightbox-advanced
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/marlon-brando-excelencia-interpretacion-100567426)
En comparaci?n, podr?a parecer poca cosa, pero el panorama cultural estadounidense –y el brit?nico, inevitablemente– a?n fue capaz de estremecerse ante la confirmaci?n de un rumor que llevaba circulando algunos meses:Marlon Brando (https://www.sport.es/es/temas/marlon-brando-1981378) interpretar?a el papel de Marco Antonio en la adaptaci?n del Julio César de Shakespeare que Joseph L. Mankiewicz estaba pr?ximo a dirigir.
En efecto, flanqueado por actores ingleses de declamaci?n perfecta, como John Gielguld y James Mason, iba a encontrarse esta flamante estrella de Hollywood (https://www.sport.es/es/temas/hollywood-1837140) a la que apodaban el “Mascullador” y el “Hombre de Neanderthal”.
Le hab?a valido tales calificativos su encarnaci?n del brutal Larry Kowalski en Un tranv?a llamado Deseo, de Elia Kazan, adaptaci?n de la obra teatral de Tennessee Williams. Brando ya hab?a interpretado con celoso realismo a un parapléjico veterano del ejército en su discreto debut cinematogr?fico con Fred Zinnemann, Hombres. Pero hab?a sido su segunda pel?cula (https://www.sport.es/es/temas/peliculas-1837839) la que le hab?a catapultado a la fama y al imaginario popular, enfundado en una camiseta desgarrada y rugiendo el nombre de su esposa en la h?meda noche de Nueva Orleans: “?Stella!”.
Image ID:
100567185
Fotograma de Un tranv?a llamado deseo con Vivien Leigh y Marlon Brando.
FilmAffinity
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1920
1317
Un trabajo de creaci?n
Precisamente, una Stella real, su profesora de actuaci?n en el célebre Actors Studio, Stella Adler, hab?a proporcionado a Brando la orientaci?n clave para desarrollar su enorme talento interpretativo, con la m?xima de huir de la impostura t?pica del trabajo actoral: “?No act?es! ?Comp?rtate!”. Y ese comportamiento natural del personaje, como si de una persona real se tratara, implicaba una dicci?n entrecortada –a veces casi inaudible, otras desga?itada– mientras improvisaba l?neas y sobre todo gestos que pod?an incorporar cualquier elemento inesperado de la puesta en escena.
Image ID:
100567227
Marlon Brando en 1950.
Wikimedia Common
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1920
2292
Aunque Brando era un egresado del Actors Studio, no se consideraba a s? mismo un actor del método, y en rigor no lo era. El llamado “método” hab?a sido creado por otro de los pilares de aquella escuela, Lee Strasberg, a partir de ideas ya obsoletas del influyente Konstantin Stanislavski. Seg?n Strasberg, a la hora de interpretar emociones, el actor ten?a que sondear incluso dolorosamente la “memoria afectiva” de sus propias experiencias vitales. En cambio, Adler impart?a planteamientos m?s modernos, aprendidos directamente del gran profesor ruso. En este sentido, hab?a ense?ado a Brando que deb?a construir cada personaje sobre la base del libreto o el gui?n y darle vida, no mediante la evocaci?n de emociones de su pasado, sino con el poder de su imaginaci?n.
La tercera pel?cula de Brando fue ?Viva Zapata!, una nueva colaboraci?n con Kazan, otro de los fundadores del Actors Studio y figura fundamental en los inicios profesionales del actor. Tras estos personajes ca?dos en desgracia, marginales y rebeldes, a los que hab?a dado vida con una actuaci?n naturalista, ponerse en la piel de un patricio romano dentro de Julio César se antojaba un reto dif?cil de superar. Sin embargo, para sorpresa de agoreros y parodistas, Brando sali? m?s que airoso del trance. Brind? una impecable interpretaci?n de corte cl?sico, para admiraci?n –e inquietud, en alg?n caso– de sus distinguidos compa?eros de reparto, as? como de la mayor parte del p?blico y la cr?tica.
Pero el actor (https://www.sport.es/es/temas/actores-1836019) no tard? en cambiar la toga por la chaqueta de cuero para aportar una nueva entrada en la iconograf?a cinematogr?fica: el motorista Johnny Strabler de Salvaje. Creo as? una imagen tan memorable como trasnochada del miedo a la cultura juvenil por parte de la clase media estadounidense de los cincuenta.
El éxito y el legado
Por fin, la consagraci?n de Brando lleg? con La ley del silencio, una in?til apolog?a de la delaci?n y a la vez magistral pel?cula que puso fin a sus colaboraciones con Kazan.
Todo el repertorio expresivo de sus anteriores trabajos se volc? en la creaci?n del boxeador acabado Terry Malloy. Este ser vulnerable, balbuceante, vapuleado f?sica y psicol?gicamente, enfrentado al poder de la mafia portuaria y a su propio hermano, se erige en improbable héroe de una auténtica tragedia contempor?nea. El resultado recibi? la aclamaci?n general y una lluvia de galardones, incluido un ?scar al Mejor Actor para Brando, el primero y el ?nico que se dign? a recibir personalmente en la gala de la Academia de Cine. Casi dos décadas después, se negar?a a recoger el segundo, merecido por su interpretaci?n de Don Vito Corleone en El Padrino.
En esta famosa escena de La ley del silencio, el personaje de Marlon Brando intenta hablar e interesar al personaje interpretado por Eva Marie Saint mientras juguetea con un guante que se le ha ca?do a ella del abrigo (en el minuto 1.40). Esa forma de actuar mientras est? a la vez pendiente del guante provoca un nuevo nivel de naturalidad y, a la vez, de tensi?n en la escena.
Entre los dos premios mediaron cerca de una veintena de pel?culas y un progresivo desencanto de Brando respecto al trabajo de actor. Al mismo tiempo, aumentaban tanto su interés por las causas sociales como sus excentricidades, que le llevaron pr?cticamente a ser un nombre maldito en Hollywood. Su retorno triunfal en El Padrino también sirvi? para poner de manifiesto su legado entre los representantes de una nueva generaci?n de adeptos a la filosof?a actoral derivada de Stanislavski: Al Pacino era disc?pulo de Strasberg, mientras que Diane Keaton, James Caan y Robert Duvall lo eran de Sanford Meisner, otro de los grandes seguidores estadounidenses del maestro ruso.
Por su parte, el encargado de encarnar al joven Vito Corleone en El Padrino II, Robert DeNiro, hab?a estudiado con Stella Adler, como Brando. Tal vez sea su sucesor m?s obvio. De hecho, DeNiro ha llevado las pr?cticas de preparaci?n, inmersi?n y transformaci?n para sus papeles mucho m?s lejos que su antecesor, en una carrera que merece su propia semblanza.
A un siglo de su nacimiento, la sombra de Brando se proyecta ya sobre varias generaciones de actores que han hecho alarde de su apuesta por las cimas de la interpretaci?n con sacrificios y resultados que se han movido entre lo sublime y lo rid?culo. Podemos pasar as? por nombres como Meryl Streep, Dustin Hoffman, Daniel Day-Lewis, Johnny Depp, Nicole Kidman, Edward Norton, Joaquin Phoenix (https://www.sport.es/es/temas/joaquin-phoenix-1920665) y Jared Leto, por nombrar unos pocos y que cada cual los sit?e por momentos en alg?n punto de ese espectro. Ante los excesos, tal vez valga la pena recordar las palabras del Brando crepuscular en sus memorias:
“Nunca he tenido el gusanillo de ser actor. Me tomé la actuaci?n en serio porque era mi trabajo; casi siempre me esforcé en ello, pero era simplemente una forma de ganarme la vida”.
De lo que no cabe duda es de que, mientras se ganaba la vida, Marlon Brando se convirti? en una referencia de la excelencia interpretativa que sigue conservando plena vigencia.
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