Reem
02-15-2023, 07:16 AM
"?Mataron a Neruda? No me lo puedo creer… demasiado grande, demasiado vital, demasiado fuerte hasta en los ?ltimos d?as de su vida. No, no puede ser". Jorge Edwards est? sentado en su chaise longe de siempre, debajo de un gran espejo, enfrente los numerosos libros que lo acompa?an en su retiro de Madrid, donde un escritor, Jorge Benavides, peruano, amigo suyo que lo va a ver con frecuencia, y este periodista lo visitan para saber c?mo est?, c?mo va la salud de este hombre que tiene 92 a?os bastante vividos, pero que conserva una memoria de cristal irrompible.
Le dimos los detalles que ha divulgado, primero, la prensa de Chile: fue un envenenamiento, los rumores de que hab?a sido asesinado, que corrieron como la p?lvora (o como el veneno), parecen ser ciertos, aunque, le dijimos, hasta este miércoles no se sabr? a ciencia cierta si el régimen recién inaugurado entonces, la satrap?a de Pinochet, consigui? su prop?sito de borrar de la faz de la tierra hasta este vestigio impresionante de poes?a que constitu?a, que constituye, Pablo Neruda.
Edwards conoci? a Neruda cuando era un letraherido adolescente que se ocup? del maestro como si fuera a ser eterna la amistad. Y hall? ese prop?sito. Hasta cuando ya partieron camino: el poeta (El Poeta) regres? desde Par?s a Chile en junio de 1971 a "ayudar a que Salvador Allende ganara la presidencia" (eso dijo en Tenerife, donde hizo escala el Christophoro Colombo que los llevaba a él y a su mujer, Matilde Urrutia), y Edwards sigui? en la Ciudad de la Luz que los dos amaban.
Desde que se deshicieron los equipajes de Neruda éste no ces? de corresponderse, por carta o por teléfono. Las cartas, depositadas en los archivos de la Universidad de Princeton, est?n abiertas a consulta, y fueron frecuentes sus llamadas, sobre todo las de Pablo, asombrado ante lo que se avecinaba en Chile, consciente de que una victoria despiadada de la ultraderecha militar lo tendr?a a su amigo Allende y a él mismo como parte de un bot?n de sangre. Pero el poeta se resist?a a la realidad como un ni?o. No mucho después Chile se mor?a a manos de una dictadura que hab?a ense?ado los dientes y a cuya fiereza Neruda aludi? en alguna que otra carta de entonces.
https://aglitk.com/clip/28ee76e6-7922-42bd-9084-905c31fdf80c_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Pablo Neruda (izda.) y Jorge Edwards. | Archivo
Pero Neruda muri?, finalmente, de muerte natural. ?De muerte natural? Muy pronto surgi? la serpiente de la duda: Pinochet no lo quer?a vivo, era demasiado mito presente, no bastaba con la violenta desaparici?n de Allende y de otros de sus compatriotas adheridos. Y s?, insist?an los rumores de entonces que ahora parecen acreditados por la ciencia, era demasiado f?cil matarlo incluso en su prolongada agon?a.
En la conversaci?n que mantuvimos con Edwards, una vez repuesto el premio Cervantes de la resurrecci?n de un rumor que parec?a obsoleto, el autor de Adi?s, poeta…, memoria de sus inolvidables a?os con Neruda, empez? a atar cabos sobre aquellos ?ltimos d?as de Neruda. El Poeta estaba muy delicado de salud, "yo lo vi muy enfermo". ?l conoci? al doctor Velasco, que se ocupaba de la salud ya imposible del Nobel, y este doctor le hac?a notar, cada vez que se hablaban, de la imposible recuperaci?n de aquel que luchaba por su vida como si se agarrara a las maderas que guardaba como amuletos en su casa de Isla Negra.
Neruda ten?a mucho miedo a morirse porque sab?a que estaba enfermo y se agarraba a la vida con todas sus fuerzas, hasta con la fuerza de la duda"
Neruda se fue a su pa?s, "yo me quedé en Par?s". "?l me escribi? desde Chile y me llam? por teléfono desde Isla Negra y en aquellas conversaciones, antes del desastre total, me dec?a que el pa?s iba bien, y que, adem?s, los caballos de la derecha, eso me dijo, estaban asustados". Imposible que lo mataran, insist?a Edwards, como si la evidencia probable del veneno fuera todav?a, en la conversaci?n, una hip?tesis policiaca sacaba de una novela incre?ble. "Neruda", nos dijo el autor de Persona non grata mirando al aire como quien imagina todas las conjeturas, "ten?a mucho miedo a morirse porque sab?a que estaba enfermo y se agarraba a la vida con todas sus fuerzas, hasta con la fuerza de la duda. ?l evocaba la figura de un pol?tico venezolano que fue su amigo, ten?a su misma edad, y cuando supo de su muerte en seguida asoci? su destino al suyo, con estupor, sabiendo que los dos padec?an, padecieron, la misma enfermedad: c?ncer de pr?stata".
No es necesariamente mortal esa enfermedad, le dijimos, as? que lo que dicen ahora de que pudo haber sido envenado, es decir, ayudado a ser llevado de este mundo a la fuerza, cobra verismo. Pudieron haber precipitado su muerte, Jorge.
"Es dif?cil de creer… Era un vitalista, no se quer?a morir, amaba la vida. Ten?a amor por la comida, por las mujeres, por la naturaleza… Es que Neruda era, sobre todo, el poeta de la naturaleza. Un d?a lo vi sentado en el suelo, mirando con una lupa a un ciempiés. Matilde [Urrutia] me cont? que a su marido, cuando estaba en Isla Negra, le gustaba levantarse a las seis de la ma?ana para ir a o?r cantar los p?jaros…"
Ese libro, Adi?s, poeta, es el m?s fidedigno exponente de la pasi?n de amistad y literatura que haya habido entre los testimonios que siguieron a la muerte de Neruda. "Pero el gran libro suyo en el que est? todo, todo, es Memorial de Isla Negra. Ah? est? todo sobre él". Usted, Edwards, es el que mejor lo conoci?. "Eso mismo me dec?a Matilde. Pues, claro que s?, eso es cierto".
Y ahora Chile tiene otra vez noticias de don Pablo. Chile en su coraz?n… "S?, pero Neruda ten?a dos amores: Par?s y Baudelaire… ?Y las mujeres también? Pues s?. ?Era un depredador, un mujeriego? No lo sé. No creo. Eso s?, era un poeta muy enamorado. Un d?a le pidi? a su secretario que se las arreglara para que una chica muy joven, sobrina de Matilde, lo fuera a ver a la cl?nica donde él estaba muriéndose. La polic?a lo supo y al secretario lo apresaron y lo molestaron de tal manera que a las dos semanas se muri?".
La conversaci?n dur? m?s, hasta el mediod?a de Madrid, cuando ya el hambre le reclamaba, esta vez, comida china. Pero nos quedamos con esa ?ltima interpretaci?n de la historia (a un servidor pr?ximo a Neruda lo mataron, seguramente, por incumplir razones de la dictadura). As? que le preguntamos a Edwards si esta nueva hip?tesis no avalar?a la sospecha de que a Pinochet no le interesaba, ni grave, la supervivencia del poeta m?s importante de su historia. Un comunista que hab?a ido a ayudar a Allende a luchar "contra los asustados caballos de la derecha".
Para llegar a su propia duda, el escritor que m?s cerca estuvo de Neruda dio algunos vuelcos a la historia.
Cuando se estaba muriendo "Neruda me llam? y me dijo: 'Est? el mar glorioso. Vuelve de Par?s y ver?s…' Lo quise mucho. Un poeta chileno, Armando Uribe, me dec?a que Neruda era mi pap?… Me fascin? desde que le?, en el colegio, los primeros versos de Veinte Poemas de amor… 'Cuerpo de mujer/ blancas colinas/ muslos blancos./ Te pareces al mundo en tu actitud de entrega'… y qué sé yo. Para mi es inolvidable el d?a en que lo conoc?. Me llevaron a su casa, ah? estaba patente su pasi?n fotogr?fica. Ten?a las fotos de Baudelaire, de Walt Whitman, de Alan Poe. Era su triada. Siempre nos escribimos, nos llamamos. Eran cartas donde me contaba su gusto por ‘las chirimoyas alegres’… Estaba muy enfermo la ?ltima vez que hablamos. Muy enfermo. Por eso les digo que no creo lo del veneno".
-Lo dice la ciencia.
-No. O tal vez, quién sabe, ahora que lo dicen. En fin. Miren: Neruda se quedaba conmigo hasta tarde, bebiendo whisky, charlando. ?l ten?a un osito de peluche en su dormitorio. Y en su ropero ten?a muchas chaquetas de caschemir. También le gustaba la ropa. Un d?a, en Par?s, se compr? una chaqueta negra y dijo: tenemos que darle una fiesta a esta chaqueta hermosa. Ay. As? era él.
?Envenenado? Tal vez. ?l lo recuerda vivo.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/jorge-edwards-mataron-neruda-creo-82986579)
Le dimos los detalles que ha divulgado, primero, la prensa de Chile: fue un envenenamiento, los rumores de que hab?a sido asesinado, que corrieron como la p?lvora (o como el veneno), parecen ser ciertos, aunque, le dijimos, hasta este miércoles no se sabr? a ciencia cierta si el régimen recién inaugurado entonces, la satrap?a de Pinochet, consigui? su prop?sito de borrar de la faz de la tierra hasta este vestigio impresionante de poes?a que constitu?a, que constituye, Pablo Neruda.
Edwards conoci? a Neruda cuando era un letraherido adolescente que se ocup? del maestro como si fuera a ser eterna la amistad. Y hall? ese prop?sito. Hasta cuando ya partieron camino: el poeta (El Poeta) regres? desde Par?s a Chile en junio de 1971 a "ayudar a que Salvador Allende ganara la presidencia" (eso dijo en Tenerife, donde hizo escala el Christophoro Colombo que los llevaba a él y a su mujer, Matilde Urrutia), y Edwards sigui? en la Ciudad de la Luz que los dos amaban.
Desde que se deshicieron los equipajes de Neruda éste no ces? de corresponderse, por carta o por teléfono. Las cartas, depositadas en los archivos de la Universidad de Princeton, est?n abiertas a consulta, y fueron frecuentes sus llamadas, sobre todo las de Pablo, asombrado ante lo que se avecinaba en Chile, consciente de que una victoria despiadada de la ultraderecha militar lo tendr?a a su amigo Allende y a él mismo como parte de un bot?n de sangre. Pero el poeta se resist?a a la realidad como un ni?o. No mucho después Chile se mor?a a manos de una dictadura que hab?a ense?ado los dientes y a cuya fiereza Neruda aludi? en alguna que otra carta de entonces.
https://aglitk.com/clip/28ee76e6-7922-42bd-9084-905c31fdf80c_16-9-aspect-ratio_default_0.jpg Pablo Neruda (izda.) y Jorge Edwards. | Archivo
Pero Neruda muri?, finalmente, de muerte natural. ?De muerte natural? Muy pronto surgi? la serpiente de la duda: Pinochet no lo quer?a vivo, era demasiado mito presente, no bastaba con la violenta desaparici?n de Allende y de otros de sus compatriotas adheridos. Y s?, insist?an los rumores de entonces que ahora parecen acreditados por la ciencia, era demasiado f?cil matarlo incluso en su prolongada agon?a.
En la conversaci?n que mantuvimos con Edwards, una vez repuesto el premio Cervantes de la resurrecci?n de un rumor que parec?a obsoleto, el autor de Adi?s, poeta…, memoria de sus inolvidables a?os con Neruda, empez? a atar cabos sobre aquellos ?ltimos d?as de Neruda. El Poeta estaba muy delicado de salud, "yo lo vi muy enfermo". ?l conoci? al doctor Velasco, que se ocupaba de la salud ya imposible del Nobel, y este doctor le hac?a notar, cada vez que se hablaban, de la imposible recuperaci?n de aquel que luchaba por su vida como si se agarrara a las maderas que guardaba como amuletos en su casa de Isla Negra.
Neruda ten?a mucho miedo a morirse porque sab?a que estaba enfermo y se agarraba a la vida con todas sus fuerzas, hasta con la fuerza de la duda"
Neruda se fue a su pa?s, "yo me quedé en Par?s". "?l me escribi? desde Chile y me llam? por teléfono desde Isla Negra y en aquellas conversaciones, antes del desastre total, me dec?a que el pa?s iba bien, y que, adem?s, los caballos de la derecha, eso me dijo, estaban asustados". Imposible que lo mataran, insist?a Edwards, como si la evidencia probable del veneno fuera todav?a, en la conversaci?n, una hip?tesis policiaca sacaba de una novela incre?ble. "Neruda", nos dijo el autor de Persona non grata mirando al aire como quien imagina todas las conjeturas, "ten?a mucho miedo a morirse porque sab?a que estaba enfermo y se agarraba a la vida con todas sus fuerzas, hasta con la fuerza de la duda. ?l evocaba la figura de un pol?tico venezolano que fue su amigo, ten?a su misma edad, y cuando supo de su muerte en seguida asoci? su destino al suyo, con estupor, sabiendo que los dos padec?an, padecieron, la misma enfermedad: c?ncer de pr?stata".
No es necesariamente mortal esa enfermedad, le dijimos, as? que lo que dicen ahora de que pudo haber sido envenado, es decir, ayudado a ser llevado de este mundo a la fuerza, cobra verismo. Pudieron haber precipitado su muerte, Jorge.
"Es dif?cil de creer… Era un vitalista, no se quer?a morir, amaba la vida. Ten?a amor por la comida, por las mujeres, por la naturaleza… Es que Neruda era, sobre todo, el poeta de la naturaleza. Un d?a lo vi sentado en el suelo, mirando con una lupa a un ciempiés. Matilde [Urrutia] me cont? que a su marido, cuando estaba en Isla Negra, le gustaba levantarse a las seis de la ma?ana para ir a o?r cantar los p?jaros…"
Ese libro, Adi?s, poeta, es el m?s fidedigno exponente de la pasi?n de amistad y literatura que haya habido entre los testimonios que siguieron a la muerte de Neruda. "Pero el gran libro suyo en el que est? todo, todo, es Memorial de Isla Negra. Ah? est? todo sobre él". Usted, Edwards, es el que mejor lo conoci?. "Eso mismo me dec?a Matilde. Pues, claro que s?, eso es cierto".
Y ahora Chile tiene otra vez noticias de don Pablo. Chile en su coraz?n… "S?, pero Neruda ten?a dos amores: Par?s y Baudelaire… ?Y las mujeres también? Pues s?. ?Era un depredador, un mujeriego? No lo sé. No creo. Eso s?, era un poeta muy enamorado. Un d?a le pidi? a su secretario que se las arreglara para que una chica muy joven, sobrina de Matilde, lo fuera a ver a la cl?nica donde él estaba muriéndose. La polic?a lo supo y al secretario lo apresaron y lo molestaron de tal manera que a las dos semanas se muri?".
La conversaci?n dur? m?s, hasta el mediod?a de Madrid, cuando ya el hambre le reclamaba, esta vez, comida china. Pero nos quedamos con esa ?ltima interpretaci?n de la historia (a un servidor pr?ximo a Neruda lo mataron, seguramente, por incumplir razones de la dictadura). As? que le preguntamos a Edwards si esta nueva hip?tesis no avalar?a la sospecha de que a Pinochet no le interesaba, ni grave, la supervivencia del poeta m?s importante de su historia. Un comunista que hab?a ido a ayudar a Allende a luchar "contra los asustados caballos de la derecha".
Para llegar a su propia duda, el escritor que m?s cerca estuvo de Neruda dio algunos vuelcos a la historia.
Cuando se estaba muriendo "Neruda me llam? y me dijo: 'Est? el mar glorioso. Vuelve de Par?s y ver?s…' Lo quise mucho. Un poeta chileno, Armando Uribe, me dec?a que Neruda era mi pap?… Me fascin? desde que le?, en el colegio, los primeros versos de Veinte Poemas de amor… 'Cuerpo de mujer/ blancas colinas/ muslos blancos./ Te pareces al mundo en tu actitud de entrega'… y qué sé yo. Para mi es inolvidable el d?a en que lo conoc?. Me llevaron a su casa, ah? estaba patente su pasi?n fotogr?fica. Ten?a las fotos de Baudelaire, de Walt Whitman, de Alan Poe. Era su triada. Siempre nos escribimos, nos llamamos. Eran cartas donde me contaba su gusto por ‘las chirimoyas alegres’… Estaba muy enfermo la ?ltima vez que hablamos. Muy enfermo. Por eso les digo que no creo lo del veneno".
-Lo dice la ciencia.
-No. O tal vez, quién sabe, ahora que lo dicen. En fin. Miren: Neruda se quedaba conmigo hasta tarde, bebiendo whisky, charlando. ?l ten?a un osito de peluche en su dormitorio. Y en su ropero ten?a muchas chaquetas de caschemir. También le gustaba la ropa. Un d?a, en Par?s, se compr? una chaqueta negra y dijo: tenemos que darle una fiesta a esta chaqueta hermosa. Ay. As? era él.
?Envenenado? Tal vez. ?l lo recuerda vivo.
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