Reem
02-11-2023, 08:44 AM
Gustavo Rodr?guez (Lima, 1968) es del ejército de la lengua espa?ola que se entrena en América Latina, aprende de los viejos maestros cl?sicos (de todo el mundo), tiene detr?s la experiencia de un lenguaje que gana en castellano a muchos de los que tratan de hacer lo mismo en Europa, pero que s?lo es abrazado aqu? y all? como un (posible) genio de la literatura cuando le toca un premio intercontinental o una cr?tica generosa y, a ser posible, persistente.
A él le ha tocado el premio Alfaguara 2023, el m?s intercontinental de los premios para la literatura en espa?ol, otorgado por un jurado en el que hab?a representantes de aqu? y de all? (Claudia Pi?eiro, Javier Rodr?guez Marcos, Carolina Orloff, Rafael Arias, Juan Tall?n, Pilar Reyes, sin voto pero con voz, directora de la editorial) y la gente (cuando se anunci? el fallo, y seguramente hasta que salga el libro ganador, Cien cuyes) se pregunt? en la sala quién demonios ser?a ese nuevo nombre que no s?lo ten?a el atrevimiento de llamarse como un rey y apellidarse Rodr?guez, como un emigrante plebeyo, sino que adem?s hab?a escrito un libro premiable.
Se preguntar?n quién es, seguramente, incluso quienes vieron pasar, en 2018, una novela suya que cruz? el charco (también publicada por Alfaguara) y que aqu?, entre los espa?oles, libreros o lectores, terminaron llev?ndola al desv?n de los devueltos, como ha solido ocurrir con la mercanc?a que viene del otro mundo, de Per?, por ejemplo, a no ser que llegue avalada por el gusto de otros compatriotas de continente ya nimbados por la generosidad de la fama. Aquella novela de Rodr?guez se titulaba Madrugada y era, me dijo entonces, en una entrevista que le hice en la sobremesa de un restaurante italiano, lo que se le fue ocurriendo en el almuerzo que ten?a todos los miércoles con su madre.
?l estaba por contar, entonces, una historia que se le resist?a y que vio claro en aquellos almuerzos, adonde también iba su hermano mayor, un m?sico que se iba a parecer a Dani de los R?os, el nombre que adopt? para el protagonista de Madrugada. “Un d?a le dije”, explic? Gustavo Rodr?guez, “que era un personaje de novela” y que si pod?a adoptarlo como tal. C?mo no. Y d?as después lo llam? el hermano para decirle que desde hac?a treinta a?os ten?a una hija en la selva peruana, que lo hab?a llamado y de la que sinti? que de veras era su hija porque su voz se parec?a a la de otra hija que vive en Argentina… Esos mimbres no ser?an sino una historia de almanaque si la prosa del que ahora ha ganado el Alfaguara no fuera una conspiraci?n afortunada de estilos que tienen grandes nombres propios: Onetti, Rulfo… Un d?a, acaso, Rodr?guez puede juntarse a esa compa??a. Rodr?guez, Onetti, Rulfo, apellidos de una estirpe.
Aquella conversaci?n, su modo de decir la literatura, y de escribirla, marcaban para el cronista el nacimiento de un literato como en otro tiempo fueron los descubrimientos de América escribiendo con los nombres de Alejandro Zambra, Juan Gabriel V?squez, Héctor Abad Faciolince, Nona Fern?ndez, Carolina Bello, Selva Almada, Samantha Schweblin... Estos ya rompieron la l?nea de fuego descuidado que Espa?a ha puesto desde hace a?os (desde después del boom, por ejemplo) a toda mercanc?a, de calidad casi siempre, que ha cruzado el charco en este sentido. Pasar? con Rodr?guez, seguramente, y lo sabr?n quiz? los que vuelvan a Madrugada en cuanto empiecen a darse cuenta del escritor que vuelve a ser, quiz? mejorado incluso, en Cien cuyes.
En el acto de anuncio del Alfaguara me pareci? sentir que ahogaba un llanto para explicar de d?nde ven?a esta vez la inspiraci?n de su nueva novela. La otra surgi? de los almuerzos en casa, y de la dispersi?n de hijas de su hermano, y también de la ilustraci?n animosa de la madre; esta vez Cien cuyes nace de la realidad de la vejez, ese periodo de la vida que es recibido como si fuera ya material de desecho y que le inspir? la edad y la vida de su suegro. Son los ancianos dejados de la mano de Dios y de los hombres (“la soledad”, dice, “mata tanto como un virus”) los que ahora inspiraron su ambici?n de contar el mundo a través de s?mbolos cercanos que del mismo modo inspiran todos los mundos del universo ruin en el que andamos.
Luego del fallo y de las declaraciones le hice a Gustavo Rodr?guez algunas preguntas, sobre la escritura del pasado, sobre este presente premiado. ?C?mo ha variado su modo de escribir? Por ah? comenzamos.R. Cuando era un escritor jovencito sent?a que estaba obligado a impresionar a mis lectores: me era f?cil confundir humor con humorada, o una ocurrencia con verdadera originalidad. La vida me fue ense?ando, sin embargo, que los artificios no son lo importante, y esto quiz? se haya trasladado a mi literatura. Creo que un lector podr?a perdonar alg?n rasgo que no cuadre en un personaje, o una prosa que no sea poética, o hasta que una historia no sea demasiado original, pero lo que no va a perdonarle jam?s a un escritor es que no sea auténtico, fiel a s? mismo. Ya no le tengo tanto miedo a lo que se piense de mi en mi vida y, por eso, ya no le tengo tanto miedo a lo que piensen de mi mientras escribo.
P. ?Qué aprendi? de los a?os de la pandemia?R. En mi pa?s aprend? que es bastante dif?cil confundir crecimiento econ?mico con desarrollo: lo primero implica la acumulaci?n de bienes, lo segunda implica cambiar mentalidades, algo que es mucho m?s dif?cil. La pandemia, cual terremoto catacl?smico, devel? un pa?s que no hab?a invertido en sus instituciones y en sus servicios b?sicos. También aprend? que la soledad mata tanto como un virus, solo que a ritmo m?s lento: lo que nos hace plenos es sentirnos partes de una red afectiva, ser abrazados, re?r con otros.
El sustrato de todas nuestras crisis sociales sigue siendo, después de siglos, la fractura entre un sector minoritario “blanco” u “occidentalizado” y una mayor?a con ra?ces originarias que se siente eternamente ninguneada"
P. En este momento de su pa?s, ?qué es lo que le sorprende o le asusta?R. Me sorprende, y a la vez me asusta, que el sustrato de todas nuestras crisis sociales siga siendo, después de siglos, la fractura que existe entre un sector minoritario “blanco” u “occidentalizado” y una mayor?a con ra?ces originarias que se siente eternamente ninguneada e insultada, incluso cuando hacen uso del voto, el ?nico elemento a su alcance que vale lo mismo cuando los poderosos lo usan. Me sorprende y me asusta que hace m?s de dos siglos Humboldt escribiera que Lima estaba m?s cerca de Londres que del Per? –la Lima de los salones, obviamente—y que esa frase siga teniendo vigencia.
P. Su novela premiada ahora trata de la situaci?n de los viejos en el mundo de hoy. ?Qué aprendi? de los viejos?R. Aprend? que la experiencia le otorga otra perspectiva a la vida: por ejemplo, a no asustarse demasiado por cosas que los viejos ya superaron. Que mientras m?s a?os tienes, hablas m?s de tus recuerdos que de tus planes. Y que la soledad es terrible.
As? empezaba el segundo p?rrafo de Madrugada: “Por la ventana, el cielo de Lima ya mostraba su noche de invierno”. He aqu? el comienzo de Cien cuyes: “En un barrio residencial de Lima con vistas al mar languidecen unos ancianos de clase acomodada”. Lima en el coraz?n, un personaje impar en la obra de Gustavo Rodr?guez.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/gustavo-rodriguez-ganador-premio-alfaguara-82810911)
A él le ha tocado el premio Alfaguara 2023, el m?s intercontinental de los premios para la literatura en espa?ol, otorgado por un jurado en el que hab?a representantes de aqu? y de all? (Claudia Pi?eiro, Javier Rodr?guez Marcos, Carolina Orloff, Rafael Arias, Juan Tall?n, Pilar Reyes, sin voto pero con voz, directora de la editorial) y la gente (cuando se anunci? el fallo, y seguramente hasta que salga el libro ganador, Cien cuyes) se pregunt? en la sala quién demonios ser?a ese nuevo nombre que no s?lo ten?a el atrevimiento de llamarse como un rey y apellidarse Rodr?guez, como un emigrante plebeyo, sino que adem?s hab?a escrito un libro premiable.
Se preguntar?n quién es, seguramente, incluso quienes vieron pasar, en 2018, una novela suya que cruz? el charco (también publicada por Alfaguara) y que aqu?, entre los espa?oles, libreros o lectores, terminaron llev?ndola al desv?n de los devueltos, como ha solido ocurrir con la mercanc?a que viene del otro mundo, de Per?, por ejemplo, a no ser que llegue avalada por el gusto de otros compatriotas de continente ya nimbados por la generosidad de la fama. Aquella novela de Rodr?guez se titulaba Madrugada y era, me dijo entonces, en una entrevista que le hice en la sobremesa de un restaurante italiano, lo que se le fue ocurriendo en el almuerzo que ten?a todos los miércoles con su madre.
?l estaba por contar, entonces, una historia que se le resist?a y que vio claro en aquellos almuerzos, adonde también iba su hermano mayor, un m?sico que se iba a parecer a Dani de los R?os, el nombre que adopt? para el protagonista de Madrugada. “Un d?a le dije”, explic? Gustavo Rodr?guez, “que era un personaje de novela” y que si pod?a adoptarlo como tal. C?mo no. Y d?as después lo llam? el hermano para decirle que desde hac?a treinta a?os ten?a una hija en la selva peruana, que lo hab?a llamado y de la que sinti? que de veras era su hija porque su voz se parec?a a la de otra hija que vive en Argentina… Esos mimbres no ser?an sino una historia de almanaque si la prosa del que ahora ha ganado el Alfaguara no fuera una conspiraci?n afortunada de estilos que tienen grandes nombres propios: Onetti, Rulfo… Un d?a, acaso, Rodr?guez puede juntarse a esa compa??a. Rodr?guez, Onetti, Rulfo, apellidos de una estirpe.
Aquella conversaci?n, su modo de decir la literatura, y de escribirla, marcaban para el cronista el nacimiento de un literato como en otro tiempo fueron los descubrimientos de América escribiendo con los nombres de Alejandro Zambra, Juan Gabriel V?squez, Héctor Abad Faciolince, Nona Fern?ndez, Carolina Bello, Selva Almada, Samantha Schweblin... Estos ya rompieron la l?nea de fuego descuidado que Espa?a ha puesto desde hace a?os (desde después del boom, por ejemplo) a toda mercanc?a, de calidad casi siempre, que ha cruzado el charco en este sentido. Pasar? con Rodr?guez, seguramente, y lo sabr?n quiz? los que vuelvan a Madrugada en cuanto empiecen a darse cuenta del escritor que vuelve a ser, quiz? mejorado incluso, en Cien cuyes.
En el acto de anuncio del Alfaguara me pareci? sentir que ahogaba un llanto para explicar de d?nde ven?a esta vez la inspiraci?n de su nueva novela. La otra surgi? de los almuerzos en casa, y de la dispersi?n de hijas de su hermano, y también de la ilustraci?n animosa de la madre; esta vez Cien cuyes nace de la realidad de la vejez, ese periodo de la vida que es recibido como si fuera ya material de desecho y que le inspir? la edad y la vida de su suegro. Son los ancianos dejados de la mano de Dios y de los hombres (“la soledad”, dice, “mata tanto como un virus”) los que ahora inspiraron su ambici?n de contar el mundo a través de s?mbolos cercanos que del mismo modo inspiran todos los mundos del universo ruin en el que andamos.
Luego del fallo y de las declaraciones le hice a Gustavo Rodr?guez algunas preguntas, sobre la escritura del pasado, sobre este presente premiado. ?C?mo ha variado su modo de escribir? Por ah? comenzamos.R. Cuando era un escritor jovencito sent?a que estaba obligado a impresionar a mis lectores: me era f?cil confundir humor con humorada, o una ocurrencia con verdadera originalidad. La vida me fue ense?ando, sin embargo, que los artificios no son lo importante, y esto quiz? se haya trasladado a mi literatura. Creo que un lector podr?a perdonar alg?n rasgo que no cuadre en un personaje, o una prosa que no sea poética, o hasta que una historia no sea demasiado original, pero lo que no va a perdonarle jam?s a un escritor es que no sea auténtico, fiel a s? mismo. Ya no le tengo tanto miedo a lo que se piense de mi en mi vida y, por eso, ya no le tengo tanto miedo a lo que piensen de mi mientras escribo.
P. ?Qué aprendi? de los a?os de la pandemia?R. En mi pa?s aprend? que es bastante dif?cil confundir crecimiento econ?mico con desarrollo: lo primero implica la acumulaci?n de bienes, lo segunda implica cambiar mentalidades, algo que es mucho m?s dif?cil. La pandemia, cual terremoto catacl?smico, devel? un pa?s que no hab?a invertido en sus instituciones y en sus servicios b?sicos. También aprend? que la soledad mata tanto como un virus, solo que a ritmo m?s lento: lo que nos hace plenos es sentirnos partes de una red afectiva, ser abrazados, re?r con otros.
El sustrato de todas nuestras crisis sociales sigue siendo, después de siglos, la fractura entre un sector minoritario “blanco” u “occidentalizado” y una mayor?a con ra?ces originarias que se siente eternamente ninguneada"
P. En este momento de su pa?s, ?qué es lo que le sorprende o le asusta?R. Me sorprende, y a la vez me asusta, que el sustrato de todas nuestras crisis sociales siga siendo, después de siglos, la fractura que existe entre un sector minoritario “blanco” u “occidentalizado” y una mayor?a con ra?ces originarias que se siente eternamente ninguneada e insultada, incluso cuando hacen uso del voto, el ?nico elemento a su alcance que vale lo mismo cuando los poderosos lo usan. Me sorprende y me asusta que hace m?s de dos siglos Humboldt escribiera que Lima estaba m?s cerca de Londres que del Per? –la Lima de los salones, obviamente—y que esa frase siga teniendo vigencia.
P. Su novela premiada ahora trata de la situaci?n de los viejos en el mundo de hoy. ?Qué aprendi? de los viejos?R. Aprend? que la experiencia le otorga otra perspectiva a la vida: por ejemplo, a no asustarse demasiado por cosas que los viejos ya superaron. Que mientras m?s a?os tienes, hablas m?s de tus recuerdos que de tus planes. Y que la soledad es terrible.
As? empezaba el segundo p?rrafo de Madrugada: “Por la ventana, el cielo de Lima ya mostraba su noche de invierno”. He aqu? el comienzo de Cien cuyes: “En un barrio residencial de Lima con vistas al mar languidecen unos ancianos de clase acomodada”. Lima en el coraz?n, un personaje impar en la obra de Gustavo Rodr?guez.
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