Reem
02-10-2023, 10:17 PM
Imaginemos un mundo, un pa?s distinto en el que genios as?, como Carlos Saura, inventores de universos, creadores de vidas que no existieron, de m?sicas que antes de ellos hab?an sido maltratadas, de dramaturgia que hab?a sido obliterada… Imaginemos que creadores dedicados al arte en todas sus versiones hubieran recibido en vida y en plenitud el aplauso o el sitio que este aragonés sin arneses se mereci? antes, en un pa?s que ahora, cuando ya no habr? silencio sino parabienes, lo llora, lo aplaude o lo echa en falta...
Imaginemos un pa?s distinto que no es realmente Espa?a sino una utop?a o el extranjero que lo hubiera dejado hacer, agasajado por su genio, que tiene detr?s las influencias de Goya o de Picasso, y le hubieran dedicado en ese pa?s improbable, como una isla de celuloide, pintura y fotograf?a, un espacio para que los j?venes estudiaran su obra, desde el disparate al genio o a la fantas?a. Imaginemos que hubiera tenido un lugar para que entendiera por qué se hizo de todas las m?sicas, empecinadamente, como si tuviera un compromiso personal por el sentimiento musical como séptimo sentido de su esp?ritu.
Imaginemos a Carlos Saura y ve?moslo en su casa de Collado Mediano, a unos pasos del tren que lo tra?a a Madrid; en su cuarto de las reliquias y de las c?maras siempre dispuestas est?n sus fotograf?as y sus autorretratos, y también sus bromas; en el sal?n de mirar la televisi?n hay un tesoro inigualable de libros de cine y de fotograf?a, desde aqu? mira él c?mo evolucionan sus perros y otros animales.
Todo es grande fuera de ese recinto en el que da entrevistas o lee, o escribe sus libros, sus novelas, pero detr?s, junto a donde est?n la cocina y los almuerzos, hay una mesa enorme donde él exhibe para s? mismo o para los que vengan los cuadros que prepara para las sucesivas exposiciones, de pintura, de fotos, como si hubiera rasgado el calendario y fuera un espejismo su edad en el almanaque.
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A veces, no hay que imaginarlo, sal?a a comer con su hija Anna, que era su ?ngel de la guarda, o con su hijo Antonio, o al menos yo mismo disfruté de algunas de esas salidas, una vez en medio de la niebla, agarrados por el fr?o de Collado en invierno y, adem?s, confortados con el vino que él beb?a para ponerle color al cocido. Una de esas veces hablamos de este pa?s y de la guerra, de la que pas?, la que le llev? el miedo al cuerpo de toda su familia. Este pa?s no se hab?a recuperado de aquellos razonamientos perversos que trajeron la muerte, y también la muerte de Lorca, que estaba siendo uno de sus m?s importantes proyectos. Me dijo, a prop?sito de aquella guerra y este tiempo que observaba desde la esquina del mundo: “He vivido la guerra y me da terror que haya otra en Espa?a”.
La hab?a vivido en Madrid, en Valencia y en Barcelona, “porque mi padre era secretario del ministro de Finanzas de la Rep?blica”. Viaj? con el ejército republicano, “he visto los bombardeos y las casas rotas, la gente colgando… He visto la muerte en la guerra, excepto en Valencia, donde hubo un remanso de paz”. Por aquel entonces Manuela Mena, exalcaldesa de Madrid, hab?a expresado temores similares a los suyos, y por eso me dijo Saura: “He vivido la guerra y me da terror y me da miedo la posibilidad que haya otra… Sé est? fraguando, en eso estoy de acuerdo con Manuela Mena. Se est? fraguando un poquito. Hay que tener mucho cuidado, hay que paralizar eso. En cuanto la derecha y la izquierda empiezan a moverse, o lo hacen la Iglesia y el Ejército, me produce terror lo que pueda pasar”.
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?l confiaba “en que las gentes inteligentes de este pa?s” se pusieran de acuerdo “para que esto no suceda”. Ya pas?, me dijo, “y fue la guerra espa?ola una brutal contienda entre hermanos”. Ese espectro ruin del pasado est? en muchas de sus pel?culas, en sus documentales, en su fotograf?a, en el arte diverso que lo mantuvo en pie, hasta el final, como si tuviera siempre pendiente un encuentro con un mundo que no se pareciera al que representaba la sangre, el asesinato y el odio.
“Cuando uno para, est? muerto”, me dijo también, hablando de la salud, y por tanto del indeciso futuro. Alrededor, en la casa, ten?a la vida, trabajaba cantando, mirando a los celajes, imitando los titubeos de los perros, esperando siempre que el cambio de las estaciones le regalara un tema para ser a la vez un campesino y un actor, un hombre riendo y marcado también por una implacable lucha contra la banalidad.
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Miraba la muerte (padeci? una neumon?a poco antes de los 89 a?os) “con cierta naturalidad, aunque no quiero morirme”. Esa vez que nos toc? hablar de ese espacio final que miraba de lado estaba preparando su trabajo sobre Lorca, otra raz?n de historia para escapar del fantasma de la guerra. “Me gusta mucho su especie de alma infantil, deslumbrado por las cosas que est?n pasando. Es muy interesante esa relaci?n homosexual que tiene con varias personas que le aportan much?simo. Me da igual que se haya enamorado de una mujer o de un hombre. Pero ese sentimiento de estar ligado siempre a un amor, a una pasi?n…, eso me gusta de Lorca. Y, luego, su compromiso con la izquierda y con la vida espa?olas, siendo adem?s un hombre religioso… Pero lo fusilaron, y ya est?, lo mataron… A los 38 a?os. La guerra espa?ola es de una crueldad enorme. Por los dos lados, aunque evidentemente m?s por el lado fascista”.
Aquel asesinato de Lorca le parec?a imperdonable. Lo dec?a as?, como quien est? extrayendo de su memoria otros dramas que se le parecieron, su mano agarrada a la silla, la vida dando vueltas en su memoria, a punto de levantarse para buscar un cuadro, un libro, una m?sica, algo que le devolviera al mundo de hoy. “Desgraciadamente”, me hab?a dicho otra vez, “no creo en la inmortalidad; me gustar?a, pero somos animales y tenemos un l?mite en la vida, desaparecemos y ya est?. Quiz? somos una especie de ensayo de ser humano que alguien invent?, como dec?a Dostoievski”.
Una mano que es un misterio subray? en negro intenso eso que me dijo de la muerte, y ahora que lo releo lo veo a él, ya viajando por lo celeste, diciendo esas palabras u otras que, al alcanzar en el aire su verdadera naturaleza de extra?eza o de drama, han ido siendo la verdadera esencia de su obra y de su esperanza, de su naturaleza alegre y a la vez esquiva, la manera de ser un genio que debiera haber tenido, desde su infancia, desde la maldita guerra, un aposento m?s generoso donde depositar su enorme capacidad de artista.
Pero naci? en este pa?s, y a este pa?s le dio todo lo que pudo, aunque la raz?n esquiva nunca le prest? la atenci?n que ahora ser? un bullicio enorme, de aplausos y de gloria, que ya a él no le llega adonde lo ha llevado el aire del tiempo. Tanta energ?a, tanto amor por lo que hizo. Una biograf?a que altern? inteligencia y tormento, la voz infinita, la imagen impar, de un artista rabiosamente contempor?neo.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/imaginemos-mundo-82803441)
Imaginemos un pa?s distinto que no es realmente Espa?a sino una utop?a o el extranjero que lo hubiera dejado hacer, agasajado por su genio, que tiene detr?s las influencias de Goya o de Picasso, y le hubieran dedicado en ese pa?s improbable, como una isla de celuloide, pintura y fotograf?a, un espacio para que los j?venes estudiaran su obra, desde el disparate al genio o a la fantas?a. Imaginemos que hubiera tenido un lugar para que entendiera por qué se hizo de todas las m?sicas, empecinadamente, como si tuviera un compromiso personal por el sentimiento musical como séptimo sentido de su esp?ritu.
Imaginemos a Carlos Saura y ve?moslo en su casa de Collado Mediano, a unos pasos del tren que lo tra?a a Madrid; en su cuarto de las reliquias y de las c?maras siempre dispuestas est?n sus fotograf?as y sus autorretratos, y también sus bromas; en el sal?n de mirar la televisi?n hay un tesoro inigualable de libros de cine y de fotograf?a, desde aqu? mira él c?mo evolucionan sus perros y otros animales.
Todo es grande fuera de ese recinto en el que da entrevistas o lee, o escribe sus libros, sus novelas, pero detr?s, junto a donde est?n la cocina y los almuerzos, hay una mesa enorme donde él exhibe para s? mismo o para los que vengan los cuadros que prepara para las sucesivas exposiciones, de pintura, de fotos, como si hubiera rasgado el calendario y fuera un espejismo su edad en el almanaque.
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La hab?a vivido en Madrid, en Valencia y en Barcelona, “porque mi padre era secretario del ministro de Finanzas de la Rep?blica”. Viaj? con el ejército republicano, “he visto los bombardeos y las casas rotas, la gente colgando… He visto la muerte en la guerra, excepto en Valencia, donde hubo un remanso de paz”. Por aquel entonces Manuela Mena, exalcaldesa de Madrid, hab?a expresado temores similares a los suyos, y por eso me dijo Saura: “He vivido la guerra y me da terror y me da miedo la posibilidad que haya otra… Sé est? fraguando, en eso estoy de acuerdo con Manuela Mena. Se est? fraguando un poquito. Hay que tener mucho cuidado, hay que paralizar eso. En cuanto la derecha y la izquierda empiezan a moverse, o lo hacen la Iglesia y el Ejército, me produce terror lo que pueda pasar”.
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“Cuando uno para, est? muerto”, me dijo también, hablando de la salud, y por tanto del indeciso futuro. Alrededor, en la casa, ten?a la vida, trabajaba cantando, mirando a los celajes, imitando los titubeos de los perros, esperando siempre que el cambio de las estaciones le regalara un tema para ser a la vez un campesino y un actor, un hombre riendo y marcado también por una implacable lucha contra la banalidad.
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Aquel asesinato de Lorca le parec?a imperdonable. Lo dec?a as?, como quien est? extrayendo de su memoria otros dramas que se le parecieron, su mano agarrada a la silla, la vida dando vueltas en su memoria, a punto de levantarse para buscar un cuadro, un libro, una m?sica, algo que le devolviera al mundo de hoy. “Desgraciadamente”, me hab?a dicho otra vez, “no creo en la inmortalidad; me gustar?a, pero somos animales y tenemos un l?mite en la vida, desaparecemos y ya est?. Quiz? somos una especie de ensayo de ser humano que alguien invent?, como dec?a Dostoievski”.
Una mano que es un misterio subray? en negro intenso eso que me dijo de la muerte, y ahora que lo releo lo veo a él, ya viajando por lo celeste, diciendo esas palabras u otras que, al alcanzar en el aire su verdadera naturaleza de extra?eza o de drama, han ido siendo la verdadera esencia de su obra y de su esperanza, de su naturaleza alegre y a la vez esquiva, la manera de ser un genio que debiera haber tenido, desde su infancia, desde la maldita guerra, un aposento m?s generoso donde depositar su enorme capacidad de artista.
Pero naci? en este pa?s, y a este pa?s le dio todo lo que pudo, aunque la raz?n esquiva nunca le prest? la atenci?n que ahora ser? un bullicio enorme, de aplausos y de gloria, que ya a él no le llega adonde lo ha llevado el aire del tiempo. Tanta energ?a, tanto amor por lo que hizo. Una biograf?a que altern? inteligencia y tormento, la voz infinita, la imagen impar, de un artista rabiosamente contempor?neo.
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