Reem
02-07-2023, 01:03 PM
La ba?olense Dialla Diarra sufri? mutilaci?n genital femenina cuando solo ten?a una semana de vida en su Mali natal. Pero no lo empez? a intuir hasta que tuvo a su primera hija, ya en Ba?olas. "Pensaba que hab?a nacido as?, que los genitales de todas las mujeres eran as?", confiesa.
Y es que nunca nadie le hab?a dicho nada. "Es un tema tab?, est? totalmente escondido, todo el mundo hace como si no hubiera pasado nada", asegura Diarra. El d?a de la "fiesta del bautizo", articul? por primera vez la palabra envenenada que lo obligar?a a reconstruir, pieza por pieza, su pasado: "Le pregunté a mi prima, por inercia y sin saber que quer?a decir: ?Qué haremos para mutilar a la ni?a?", recuerda. Y h?bilmente su prima le cuchiche? al o?do: "Si t? no dices nada, nadie sabr? que no est? mutilada". As? que opt? por seguir aquel sabio consejo, a?n ignorando el significado de la condena: "Callé", asegura.
*
A?os m?s tarde, cuando una vecina de su mismo bloque tuvo un hijo, aquella palabra volvi? a sacudirle el alma. "La fui a visitar al Hospital Universitari Dr. Josep Trueta de Girona y recuerdo que no se pod?a levantar de la cama, lo encontré extra?o porque yo ya hab?a dado a luz y horas m?s tarde pod?a andar", explica. Pero all?, entre las cuatro paredes estériles de una habitaci?n de hospital, fue testigo de una dura confesi?n. "Me dijo que le tuvieron que practicar una ces?rea y que todo aquel dolor que la obligaba a quedarse en la cama era culpa de la mutilaci?n genital", recuerda. Aquella sentencia "volvi? a salir una vez m?s". Al llegar a casa, le pregunt? a su marido (la uni?n hab?a sido fruto de un matrimonio concertado cuando ella ten?a 13 a?os, pero celebra que enseguida se enamor?) qué significaba aquella palabra que, cada vez que la o?a, le helaba las entra?as. Y en aquel momento, cuando él le explic? "de pe a pa", entendi? el alcance de una pr?ctica a la que, por cultura o por herencia, hab?a sido sometida sin tener ni voz ni voto.
*
En 2014 volvi? a su localidad natal. Y es que adem?s de visitar a su familia, ten?a otra misi?n: confesarle el descubrimiento a su madre y exigirle una explicaci?n. "Mam?, sé que mis genitales son diferentes a los del resto de mujeres europeas, me gustar?a saber por qué", recuerda que le pidi?. "Ah, s?, te cortaron una parte del cl?toris una semana después de nacer", replica Diarra, emulando las palabras de su madre. Pero algo le dec?a que aquella decisi?n, que toda una comunidad hab?a tomado por ella, "no estaba bien, sent?a que me hab?an hecho una cosa mal hecha tanto a m? como al resto de mujeres", asegura. "Pero no me pude enfadar con nadie, no pod?a hacer nada para cambiarme", confiesa.
Entonces, una secuencia de im?genes empezaron a asaltarla. "Recordé que, de peque?a, acompa?aba a mi abuela a visitar distintas casas, siempre con familias diferentes", confiesa. Y es que su abuela, asegura, formaba parte del "grupo de mutiladoras" de la localidad. "Ella se encargaba de coger a los bebés y una compa?era suya les aplicaba la mutilaci?n", confiesa. "Siempre hab?a pensado que aquellas visitas eran normales, nunca me habr?a podido imaginar que estaban haciendo una pr?ctica que tendr?a unos efectos tan crueles sobre las mujeres", asegura.
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Hab?a reconstruido su historia a trozos, de advertencias a evidencias. Pero no pod?a dejar que aquella tradici?n marcara para siempre a sus hijas. As? que en 2006 decidi? crear la asociaci?n Legki Yakaru (con epicentro en Banyoles) para poder empoderar las mujeres africanas y defender sus derechos. "A través de la entidad podemos hablar de la mutilaci?n genital femenina, porque es una problem?tica absolutamente silenciada que nadie quiere ver ni explicar, y precisamente tenemos que hacerle frente y levantar la voz para que nuestras hijas y nuestras nietas no tengan que pasar por lo mismo", proclama. Adem?s, desde la entidad también trabajan para "eliminar las maldades de nuestra cultura y fomentar los aspectos positivos para que no olvidemos nunca nuestras costumbres".
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Extirparles el placer
La mutilaci?n genital femenina "tiene consecuencias brutales, tanto a nivel f?sico como moral, que nos acompa?an toda la vida", denuncia Diarra. En este sentido, explica que existen tres tipolog?as de ablaci?n, cada una con sus motivos. "La mutilaci?n de tipo 1 (que consiste al cortar la punta del cl?toris) hace disminuir el deseo sexual de la mujer porque la cultura africana defiende que el poder de la mujer tiene que ser inferior al del hombre". En la ablaci?n de tipo 2, también extraen el "labio menor" para "eliminar el placer": "Consideran que la mujer no tiene derecho a experimentar placer, solo el hombre, y de este modo también se aseguran que si el marido tiene que migrar o ir a la guerra, la mujer le esperar? los a?os que haga falta porque no tendr? necesidad de encontrar a otro hombre". En la mutilaci?n genital de tipo 3, (extirpaci?n "total" del ?rgano genital femenino "sin anestesia"), asegura que "llenan la vagina con hierbas trituradas, juntan los dos labios durante m?s de dos horas sin limpiarlo hasta que se cicatriza (y queda totalmente cerrado), y dejan un peque?o agujero para la orina".
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/sociedad/intui-mutilada-nacio-hija-82615395)
Y es que nunca nadie le hab?a dicho nada. "Es un tema tab?, est? totalmente escondido, todo el mundo hace como si no hubiera pasado nada", asegura Diarra. El d?a de la "fiesta del bautizo", articul? por primera vez la palabra envenenada que lo obligar?a a reconstruir, pieza por pieza, su pasado: "Le pregunté a mi prima, por inercia y sin saber que quer?a decir: ?Qué haremos para mutilar a la ni?a?", recuerda. Y h?bilmente su prima le cuchiche? al o?do: "Si t? no dices nada, nadie sabr? que no est? mutilada". As? que opt? por seguir aquel sabio consejo, a?n ignorando el significado de la condena: "Callé", asegura.
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A?os m?s tarde, cuando una vecina de su mismo bloque tuvo un hijo, aquella palabra volvi? a sacudirle el alma. "La fui a visitar al Hospital Universitari Dr. Josep Trueta de Girona y recuerdo que no se pod?a levantar de la cama, lo encontré extra?o porque yo ya hab?a dado a luz y horas m?s tarde pod?a andar", explica. Pero all?, entre las cuatro paredes estériles de una habitaci?n de hospital, fue testigo de una dura confesi?n. "Me dijo que le tuvieron que practicar una ces?rea y que todo aquel dolor que la obligaba a quedarse en la cama era culpa de la mutilaci?n genital", recuerda. Aquella sentencia "volvi? a salir una vez m?s". Al llegar a casa, le pregunt? a su marido (la uni?n hab?a sido fruto de un matrimonio concertado cuando ella ten?a 13 a?os, pero celebra que enseguida se enamor?) qué significaba aquella palabra que, cada vez que la o?a, le helaba las entra?as. Y en aquel momento, cuando él le explic? "de pe a pa", entendi? el alcance de una pr?ctica a la que, por cultura o por herencia, hab?a sido sometida sin tener ni voz ni voto.
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En 2014 volvi? a su localidad natal. Y es que adem?s de visitar a su familia, ten?a otra misi?n: confesarle el descubrimiento a su madre y exigirle una explicaci?n. "Mam?, sé que mis genitales son diferentes a los del resto de mujeres europeas, me gustar?a saber por qué", recuerda que le pidi?. "Ah, s?, te cortaron una parte del cl?toris una semana después de nacer", replica Diarra, emulando las palabras de su madre. Pero algo le dec?a que aquella decisi?n, que toda una comunidad hab?a tomado por ella, "no estaba bien, sent?a que me hab?an hecho una cosa mal hecha tanto a m? como al resto de mujeres", asegura. "Pero no me pude enfadar con nadie, no pod?a hacer nada para cambiarme", confiesa.
Entonces, una secuencia de im?genes empezaron a asaltarla. "Recordé que, de peque?a, acompa?aba a mi abuela a visitar distintas casas, siempre con familias diferentes", confiesa. Y es que su abuela, asegura, formaba parte del "grupo de mutiladoras" de la localidad. "Ella se encargaba de coger a los bebés y una compa?era suya les aplicaba la mutilaci?n", confiesa. "Siempre hab?a pensado que aquellas visitas eran normales, nunca me habr?a podido imaginar que estaban haciendo una pr?ctica que tendr?a unos efectos tan crueles sobre las mujeres", asegura.
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Hab?a reconstruido su historia a trozos, de advertencias a evidencias. Pero no pod?a dejar que aquella tradici?n marcara para siempre a sus hijas. As? que en 2006 decidi? crear la asociaci?n Legki Yakaru (con epicentro en Banyoles) para poder empoderar las mujeres africanas y defender sus derechos. "A través de la entidad podemos hablar de la mutilaci?n genital femenina, porque es una problem?tica absolutamente silenciada que nadie quiere ver ni explicar, y precisamente tenemos que hacerle frente y levantar la voz para que nuestras hijas y nuestras nietas no tengan que pasar por lo mismo", proclama. Adem?s, desde la entidad también trabajan para "eliminar las maldades de nuestra cultura y fomentar los aspectos positivos para que no olvidemos nunca nuestras costumbres".
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Extirparles el placer
La mutilaci?n genital femenina "tiene consecuencias brutales, tanto a nivel f?sico como moral, que nos acompa?an toda la vida", denuncia Diarra. En este sentido, explica que existen tres tipolog?as de ablaci?n, cada una con sus motivos. "La mutilaci?n de tipo 1 (que consiste al cortar la punta del cl?toris) hace disminuir el deseo sexual de la mujer porque la cultura africana defiende que el poder de la mujer tiene que ser inferior al del hombre". En la ablaci?n de tipo 2, también extraen el "labio menor" para "eliminar el placer": "Consideran que la mujer no tiene derecho a experimentar placer, solo el hombre, y de este modo también se aseguran que si el marido tiene que migrar o ir a la guerra, la mujer le esperar? los a?os que haga falta porque no tendr? necesidad de encontrar a otro hombre". En la mutilaci?n genital de tipo 3, (extirpaci?n "total" del ?rgano genital femenino "sin anestesia"), asegura que "llenan la vagina con hierbas trituradas, juntan los dos labios durante m?s de dos horas sin limpiarlo hasta que se cicatriza (y queda totalmente cerrado), y dejan un peque?o agujero para la orina".
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