Reem
11-01-2023, 05:56 PM
Quiz?s diga una imprudencia, pero el barroco no es contempor?neo. Lo sé: vivimos tiempos cronol?gicamente confusos, en los que cualquier sacamantecas te arregla la vida con una raci?n de Séneca y una pizquita de Marco Aurelio. Pero créanme, un se?or de 1700 no est? hablando para usted.
Pese a ello, a las artes no les queda otra que dialogar continuamente con el pasado. El embrollo est? servido. Anoche, el (https://www.epe.es/es/cultura/20231101/orlando-handel-teatro-real-locura-barroca-miami-critica-opera-94084847) Teatro Real (https://www.epe.es/es/cultura/20231101/orlando-handel-teatro-real-locura-barroca-miami-critica-opera-94084847)estren? (https://www.epe.es/es/cultura/20231101/orlando-handel-teatro-real-locura-barroca-miami-critica-opera-94084847)Orlando (https://www.epe.es/es/cultura/20231101/orlando-handel-teatro-real-locura-barroca-miami-critica-opera-94084847), un oper?n de esos que ya no quedan. Tres horas de gorgoritos, arias repetitivas, cameos de medio olimpo y estructura dram?tica inconsistente. ?Pesado? Culpa suya, por escucharlo mal. Cuando H?ndel entreg? la partitura, los teatros no eran el muermo que son hoy. No se apagaban las luces, el respetable charlaba y, si se terciaba, le hac?a ojitos al del palco de enfrente. Con este panorama, uno comprende que a los compositores les importase un comino la coherencia del libreto. M?s, cuando sab?an que los arist?cratas no se acercaban al teatro intrigados por una nueva proeza compositiva, sino a disfrutar del arsenal vocal de los grandes divos del momento: Senesino (el favorito de H?ndel), Francesca Cuzzoni, la Bordoni o el archiconocido Farinelli.
El predominio del intérprete sobre el compositor trajo algunas tiranteces. Si el castrato de turno sent?a que a su papel le faltaba pirotecnia, ignoraba el pentagrama para pavonearse a gusto. Hartos de tirarse de la peluca, las partes llegaron a un acuerdo: te escribo un aria largu?sima; la primera parte (a) la cantas al pie de la letra, luego metemos una transici?n (b) y finalmente repetimos (a) para que te desquites a gusto. El apa?o funcion?, pero hace que un propio se pase diez minutazos sac?ndole brillo a cinco o seis versos. Luego, sobre el clave, entra un recitativo que patea la trama unos metros adelante. El barroco va al tran tran.
Volvamos a Orlando. La historia no tiene mayor misterio: un héroe est? prendado de una moza que no le corresponde. Le da un siroco y mata hasta al puntador. Pero estamos en el siglo XVIII y aqu? las historias tienen un final feliz, as? que, en realidad… lo hizo un mago. El grupete, vivito y coleante, canta un remate moralizante y cae el tel?n. El Real le ha encargado a Claus Guth (viejo conocido de la afici?n) que apa?e este guion. ?l trae su repertorio habitual: escenarios que giran, casas seccionada a lo Trece Rue del Percebe y marquesinas de autob?s. Los aficionados del coliseo madrile?o (qué sin?nimo tan pretencioso) recordar?n estos trucos: ya se los vimos en Rodelinda y Don Giovanni.
Los momentos m?s brillantes coinciden, justamente, con el enloquecimiento del protagonista"
Para agilizar la farfolla mitol?gica y los parlamentos inentendibles, Guth plantea la acci?n en un motel a las afueras de Miami, donde se hospeda Orlando, un veterano de guerra hasta las trancas de estrés postraum?tico. La furia del personaje se muestra mediante escenas de videojuegos y jaquecas; en su descenso a los infernos aparecen fulanos con cabeza de d?berman haciendo el cancerbero. La treta funciona a pesar de sus lagunas. El libreto, ya les digo, tampoco da para m?s. Los momentos m?s brillantes coinciden, justamente, con el enloquecimiento del protagonista. El resto, m?s bien tedioso: el food truck que regenta Dorinda y la estética de extrarradio no te encandilan por mucho que Guth las centrifugue (qué man?a con el bot?n de girar, chico).
En el foso, dirige Bolton acompa?ado del Monteverdi Continuo Ensemble. No me atrevo a enmendarle la plana a tama?o experto, pero tuve la impresi?n de que su direcci?n, que nos ofreci? momentos de gran delicadeza, cay? en lo parsimonioso. Me gust? que las oberturas sonasen con el tel?n bajado. Ya comentamos en Medea la fe?sima querencia de algunos registas por rellenar la m?sica con saltimbanquis. Para compensar, la propuesta permite ciertas licencias musicales a los personajes. ?Han visto alguna vez a un hechicero borracho? El Zoroastro de Florian Boesch fue la gran sorpresa de la noche: un personaje doble (elegante mercenario en la mente de Orlando, ebrio indigente para el resto del mundo) que va chuz?ndose a medida que avanza la funci?n. Su Tra caligini profonde beoda me pareci? prodigiosa.
El rol principal cay? en manos del contratenor Christophe Damaux, que hizo un Orlando vocalmente meticuloso, escaso en potencia, rico en los finales de las arias y sobresaliente en lo actoral. Me gust? 'el aria famosa' (Fammi combattere) y me encandil? en el Vaghe pupille, non piangete, no. Anna Prohaska hizo una Angélica inexpresiva: uno no sab?a si estaba alegre o deprimida porque todo lo canta igual. Su momento de mayor lucimiento fue el terceto Consolati o bella, gentil pastorella: necesitar refuerzos es mala se?al. Giulia Semenzato hace una magn?fica Dorinda. Su Quando spieghi i tuoi tormenti fue de lo m?s disfrutable de la noche, con la inestimable ayuda de los violines de la orquesta, que remedan el canto de los p?jaros. Cierra el elenco Anthony Roth Constazo en el papel de un correcto Medoro (que con estas dificultades, no es poca cosa).
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/orlando-real-locura-barroca-miami-94089697)
Pese a ello, a las artes no les queda otra que dialogar continuamente con el pasado. El embrollo est? servido. Anoche, el (https://www.epe.es/es/cultura/20231101/orlando-handel-teatro-real-locura-barroca-miami-critica-opera-94084847) Teatro Real (https://www.epe.es/es/cultura/20231101/orlando-handel-teatro-real-locura-barroca-miami-critica-opera-94084847)estren? (https://www.epe.es/es/cultura/20231101/orlando-handel-teatro-real-locura-barroca-miami-critica-opera-94084847)Orlando (https://www.epe.es/es/cultura/20231101/orlando-handel-teatro-real-locura-barroca-miami-critica-opera-94084847), un oper?n de esos que ya no quedan. Tres horas de gorgoritos, arias repetitivas, cameos de medio olimpo y estructura dram?tica inconsistente. ?Pesado? Culpa suya, por escucharlo mal. Cuando H?ndel entreg? la partitura, los teatros no eran el muermo que son hoy. No se apagaban las luces, el respetable charlaba y, si se terciaba, le hac?a ojitos al del palco de enfrente. Con este panorama, uno comprende que a los compositores les importase un comino la coherencia del libreto. M?s, cuando sab?an que los arist?cratas no se acercaban al teatro intrigados por una nueva proeza compositiva, sino a disfrutar del arsenal vocal de los grandes divos del momento: Senesino (el favorito de H?ndel), Francesca Cuzzoni, la Bordoni o el archiconocido Farinelli.
El predominio del intérprete sobre el compositor trajo algunas tiranteces. Si el castrato de turno sent?a que a su papel le faltaba pirotecnia, ignoraba el pentagrama para pavonearse a gusto. Hartos de tirarse de la peluca, las partes llegaron a un acuerdo: te escribo un aria largu?sima; la primera parte (a) la cantas al pie de la letra, luego metemos una transici?n (b) y finalmente repetimos (a) para que te desquites a gusto. El apa?o funcion?, pero hace que un propio se pase diez minutazos sac?ndole brillo a cinco o seis versos. Luego, sobre el clave, entra un recitativo que patea la trama unos metros adelante. El barroco va al tran tran.
Volvamos a Orlando. La historia no tiene mayor misterio: un héroe est? prendado de una moza que no le corresponde. Le da un siroco y mata hasta al puntador. Pero estamos en el siglo XVIII y aqu? las historias tienen un final feliz, as? que, en realidad… lo hizo un mago. El grupete, vivito y coleante, canta un remate moralizante y cae el tel?n. El Real le ha encargado a Claus Guth (viejo conocido de la afici?n) que apa?e este guion. ?l trae su repertorio habitual: escenarios que giran, casas seccionada a lo Trece Rue del Percebe y marquesinas de autob?s. Los aficionados del coliseo madrile?o (qué sin?nimo tan pretencioso) recordar?n estos trucos: ya se los vimos en Rodelinda y Don Giovanni.
Los momentos m?s brillantes coinciden, justamente, con el enloquecimiento del protagonista"
Para agilizar la farfolla mitol?gica y los parlamentos inentendibles, Guth plantea la acci?n en un motel a las afueras de Miami, donde se hospeda Orlando, un veterano de guerra hasta las trancas de estrés postraum?tico. La furia del personaje se muestra mediante escenas de videojuegos y jaquecas; en su descenso a los infernos aparecen fulanos con cabeza de d?berman haciendo el cancerbero. La treta funciona a pesar de sus lagunas. El libreto, ya les digo, tampoco da para m?s. Los momentos m?s brillantes coinciden, justamente, con el enloquecimiento del protagonista. El resto, m?s bien tedioso: el food truck que regenta Dorinda y la estética de extrarradio no te encandilan por mucho que Guth las centrifugue (qué man?a con el bot?n de girar, chico).
En el foso, dirige Bolton acompa?ado del Monteverdi Continuo Ensemble. No me atrevo a enmendarle la plana a tama?o experto, pero tuve la impresi?n de que su direcci?n, que nos ofreci? momentos de gran delicadeza, cay? en lo parsimonioso. Me gust? que las oberturas sonasen con el tel?n bajado. Ya comentamos en Medea la fe?sima querencia de algunos registas por rellenar la m?sica con saltimbanquis. Para compensar, la propuesta permite ciertas licencias musicales a los personajes. ?Han visto alguna vez a un hechicero borracho? El Zoroastro de Florian Boesch fue la gran sorpresa de la noche: un personaje doble (elegante mercenario en la mente de Orlando, ebrio indigente para el resto del mundo) que va chuz?ndose a medida que avanza la funci?n. Su Tra caligini profonde beoda me pareci? prodigiosa.
El rol principal cay? en manos del contratenor Christophe Damaux, que hizo un Orlando vocalmente meticuloso, escaso en potencia, rico en los finales de las arias y sobresaliente en lo actoral. Me gust? 'el aria famosa' (Fammi combattere) y me encandil? en el Vaghe pupille, non piangete, no. Anna Prohaska hizo una Angélica inexpresiva: uno no sab?a si estaba alegre o deprimida porque todo lo canta igual. Su momento de mayor lucimiento fue el terceto Consolati o bella, gentil pastorella: necesitar refuerzos es mala se?al. Giulia Semenzato hace una magn?fica Dorinda. Su Quando spieghi i tuoi tormenti fue de lo m?s disfrutable de la noche, con la inestimable ayuda de los violines de la orquesta, que remedan el canto de los p?jaros. Cierra el elenco Anthony Roth Constazo en el papel de un correcto Medoro (que con estas dificultades, no es poca cosa).
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