Reem
11-01-2023, 06:13 AM
En el cementerio de Morille no hay flores ni fotograf?as. Nadie acude los domingos a limpiar los epitafios. Como tampoco revolotea un aire de solemnidad. En este pueblito de Salamanca, los muertos se celebran. Se viven con tanta exaltaci?n que, para el forastero, dicha algarab?a puede resultar hasta ofensiva.
Sin embargo, lo que el recién llegado no sabe es que aqu? no se entierran cuerpos (https://www.epe.es/es/cultura/20231031/cementerio-extrano-salamanca-enterrar-coches-balones-cuadros-libros-93986813)… sino textos literarios, piezas pl?sticas, documentos audiovisuales, instrumentos musicales y bocetos cinematogr?ficos, entre otros objetos que poco tienen que ver con la carne y el hueso. “Es una locura, lo sé”, dice su fundador, Domingo S?nchez, con la habitual risa que le caracteriza. Hace 18 a?os que organiz? el primer sepelio, pero a?n hoy, tras m?s de 200, sigue provocando la misma estupefacci?n que entonces.
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A los enterramientos acuden vecinos, familiares, amigos y admiradores del artista protagonista.
CEDIDA
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El origen de esta iniciativa se remonta a 2001, cuando S?nchez se ali? junto al ya fallecido Javier Utray para desarrollar su idea m?s ambiciosa: la muerte del pensador Pierre Klossowski fue el detonante. “20 d?as antes, cog? un coche y me planté en Par?s. Fui a pedirle las cenizas en vida. Es curioso porque, cuando propuse a otros colegas acompa?arme, se cagaban pata abajo. Me dec?an que no sab?a a quién me estaba dirigiendo. Yo les contestaba rotundo: es el 'enfant terrible' de la filosof?a, famoso te?logo y aficionado porn?grafo. Lo ten?a todo y, a m?, me interesaba much?simo”, recuerda.
Su mujer, Denise Morin-Sinclair, fue su nexo de uni?n. Se cartearon durante meses para decidir qué hacer con los futuros restos de su marido. En unas de estas misivas, surgi? un plan de lo m?s rocambolesco.
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La urna de Klossowski fue trasladada en una carroza f?nebre flanqueada por una procesi?n.
CEDIDA
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“Le ofrec? bailar durante su funeral mientras tocaba Nick Cave”, dice. Una invitaci?n que, aunque suene a invenci?n deliberada, est? repleta de detalles. Seg?n su testimonio, guiado por su instinto, viaj? a Londres para reunirse con el cantante. Una vez all?, tras recibirle con suma amabilidad, rechaz? la propuesta de inmediato. Se desconocen los motivos, pero esta negativa no le fren?. Por su parte, Utray quer?a dar sepultura al Pontiac Grand Prix con el que tantos paseos hab?a dado alrededor del Museo del Prado.
Por ello, al contar la odisea a su viejo amigo, y alcalde de Morille, Manolo Ambrosio, llegaron a la conclusi?n de que el destino perfecto para zanjar su misi?n se encontraba en este rinc?n del Campo Charro castellanoleonés: un enclave minero de 230 habitantes particularmente conocido durante la década de los 50.
Los vecinos, en procesi?n
Estos fueron los dos primeros enterramientos que se realizaron en la parcela de 90.000 metros cuadrados que el Ayuntamiento puso a su disposici?n. Aquella ma?ana de 2005, la urna fue trasladada en una carroza f?nebre de época flanqueada por una procesi?n de vecinos, familiares, amigos y admiradores que no quer?an perderse semejante acontecimiento. Frente al hoyo, una l?pida con la siguiente inscripci?n: “Tan funesto deseo gasolina, saliva cosas del combustible, el coche, el cuerpo, la conversaci?n”.
Junto al Pontiac, el cofre descansa en una c?mara acorazada a escasos metros bajo tierra. “Pasaron un par de a?os sin que ocurriera nada, pero de repente el interés se dispar?. Hasta el punto de tener una lista de espera con 200 peticiones”, sostiene S?nchez, que documenta y cataloga cada una de las piezas que dan el paso hacia una vida mejor.
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94044571
Vicente del Bosque, durante el enterramiento de la pelota y la camiseta de la selecci?n de f?tbol.
CEDIDA
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En las tumbas ya descansan unos manuscritos del dramaturgo Fernando Arrabal, unos poemas del cantante Germ?n Copinni, un busto del actor Paul Naschy, una imagen del ayatol? Jomeini del periodista Christian Malard, unos rollos de la pel?cula Buried del cineasta Rodrigo Cortés, un piano del compositor Juan Hidalgo, una performance de la creadora Esther Ferrer, una escultura del artista pl?stico Isidoro Valc?rcel y un bal?n del entrenador de f?tbol Vicente del Bosque.
Obras que, a diferencia de las exhibidas en museos, ya nunca volver?n a verse, tocarse, escucharse… “Quer?amos que fuese un proyecto a futuro. Y, para ello, tuvimos que darle el relato de un mausoleo contempor?neo en un pa?s donde la muerte tiene un gran rigor. Lo curioso fue que, frente a nuestras dudas, se apasion? todo Dios. Y, paso a paso, la localidad fue haciéndolo suyo”, contin?a.
Una c?pula y muchas placas
Quien llegue hasta sus puertas no debe esperar una atracci?n tur?stica. Ni tan siquiera un cementerio al uso. Se trata de un terreno que, salpicado por alg?n cartel informativo, as? como por una c?pula que acaban de levantar a modo de centro de operaciones, s?lo acoge placas que indican el punto donde se halla cada difunto. Por lo que el verdadero espect?culo se produce durante las 'inhumaciones'.
“Los marca cada artista. Son la parte m?s importante, en especial para la persona que lo va a protagonizar. Pueden ser privados o p?blicos. Depende del sentimiento que quiera transmitir y c?mo lo quiera formalizar”, apunta el art?fice. Este v?nculo tan fuerte constituye la raz?n de ser del emplazamiento: dar un lugar a aquellos frutos que han vivido con vigor un proceso creativo para que no se pierdan en el tiempo.
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Miguel Herberg, junto a los rollos y fotograf?as de su filmograf?a que ya descansan bajo tierra.
CEDIDA
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As?, como si de un juego se tratase, el visitante deber? imaginar las historias que ahora protegen las rocas. Lo m?s probable es que, al principio, no entienda nada. Normal, teniendo en cuenta el minimalismo imperante. Pero, conforme vaya avanzando por el sendero, empezar? a notar que hay algo m?s que un simple tesoro bajo sus pies. “No existe un sitio similar en el mundo. Me siento orgulloso de haberlo hecho nosotros”, concluye S?nchez, que est? preparando un libro sobre lo que supone llevar a cabo un trabajo de semejante envergadura.
Pues, en este camposanto, tan art?stico resulta el contenido como el continente: “No tengo ning?n favorito, la verdad. Todos los enterramientos han sido de tal intensidad que apenas los recuerdo. Siempre estoy deseando que terminen pronto para irnos al bar”. Para templar el alma.
أكثر... (https://www.sport.es/es/noticias/cultura/18-anos-enterrando-coches-libros-94073628)
Sin embargo, lo que el recién llegado no sabe es que aqu? no se entierran cuerpos (https://www.epe.es/es/cultura/20231031/cementerio-extrano-salamanca-enterrar-coches-balones-cuadros-libros-93986813)… sino textos literarios, piezas pl?sticas, documentos audiovisuales, instrumentos musicales y bocetos cinematogr?ficos, entre otros objetos que poco tienen que ver con la carne y el hueso. “Es una locura, lo sé”, dice su fundador, Domingo S?nchez, con la habitual risa que le caracteriza. Hace 18 a?os que organiz? el primer sepelio, pero a?n hoy, tras m?s de 200, sigue provocando la misma estupefacci?n que entonces.
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A los enterramientos acuden vecinos, familiares, amigos y admiradores del artista protagonista.
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El origen de esta iniciativa se remonta a 2001, cuando S?nchez se ali? junto al ya fallecido Javier Utray para desarrollar su idea m?s ambiciosa: la muerte del pensador Pierre Klossowski fue el detonante. “20 d?as antes, cog? un coche y me planté en Par?s. Fui a pedirle las cenizas en vida. Es curioso porque, cuando propuse a otros colegas acompa?arme, se cagaban pata abajo. Me dec?an que no sab?a a quién me estaba dirigiendo. Yo les contestaba rotundo: es el 'enfant terrible' de la filosof?a, famoso te?logo y aficionado porn?grafo. Lo ten?a todo y, a m?, me interesaba much?simo”, recuerda.
Su mujer, Denise Morin-Sinclair, fue su nexo de uni?n. Se cartearon durante meses para decidir qué hacer con los futuros restos de su marido. En unas de estas misivas, surgi? un plan de lo m?s rocambolesco.
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La urna de Klossowski fue trasladada en una carroza f?nebre flanqueada por una procesi?n.
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“Le ofrec? bailar durante su funeral mientras tocaba Nick Cave”, dice. Una invitaci?n que, aunque suene a invenci?n deliberada, est? repleta de detalles. Seg?n su testimonio, guiado por su instinto, viaj? a Londres para reunirse con el cantante. Una vez all?, tras recibirle con suma amabilidad, rechaz? la propuesta de inmediato. Se desconocen los motivos, pero esta negativa no le fren?. Por su parte, Utray quer?a dar sepultura al Pontiac Grand Prix con el que tantos paseos hab?a dado alrededor del Museo del Prado.
Por ello, al contar la odisea a su viejo amigo, y alcalde de Morille, Manolo Ambrosio, llegaron a la conclusi?n de que el destino perfecto para zanjar su misi?n se encontraba en este rinc?n del Campo Charro castellanoleonés: un enclave minero de 230 habitantes particularmente conocido durante la década de los 50.
Los vecinos, en procesi?n
Estos fueron los dos primeros enterramientos que se realizaron en la parcela de 90.000 metros cuadrados que el Ayuntamiento puso a su disposici?n. Aquella ma?ana de 2005, la urna fue trasladada en una carroza f?nebre de época flanqueada por una procesi?n de vecinos, familiares, amigos y admiradores que no quer?an perderse semejante acontecimiento. Frente al hoyo, una l?pida con la siguiente inscripci?n: “Tan funesto deseo gasolina, saliva cosas del combustible, el coche, el cuerpo, la conversaci?n”.
Junto al Pontiac, el cofre descansa en una c?mara acorazada a escasos metros bajo tierra. “Pasaron un par de a?os sin que ocurriera nada, pero de repente el interés se dispar?. Hasta el punto de tener una lista de espera con 200 peticiones”, sostiene S?nchez, que documenta y cataloga cada una de las piezas que dan el paso hacia una vida mejor.
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Vicente del Bosque, durante el enterramiento de la pelota y la camiseta de la selecci?n de f?tbol.
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En las tumbas ya descansan unos manuscritos del dramaturgo Fernando Arrabal, unos poemas del cantante Germ?n Copinni, un busto del actor Paul Naschy, una imagen del ayatol? Jomeini del periodista Christian Malard, unos rollos de la pel?cula Buried del cineasta Rodrigo Cortés, un piano del compositor Juan Hidalgo, una performance de la creadora Esther Ferrer, una escultura del artista pl?stico Isidoro Valc?rcel y un bal?n del entrenador de f?tbol Vicente del Bosque.
Obras que, a diferencia de las exhibidas en museos, ya nunca volver?n a verse, tocarse, escucharse… “Quer?amos que fuese un proyecto a futuro. Y, para ello, tuvimos que darle el relato de un mausoleo contempor?neo en un pa?s donde la muerte tiene un gran rigor. Lo curioso fue que, frente a nuestras dudas, se apasion? todo Dios. Y, paso a paso, la localidad fue haciéndolo suyo”, contin?a.
Una c?pula y muchas placas
Quien llegue hasta sus puertas no debe esperar una atracci?n tur?stica. Ni tan siquiera un cementerio al uso. Se trata de un terreno que, salpicado por alg?n cartel informativo, as? como por una c?pula que acaban de levantar a modo de centro de operaciones, s?lo acoge placas que indican el punto donde se halla cada difunto. Por lo que el verdadero espect?culo se produce durante las 'inhumaciones'.
“Los marca cada artista. Son la parte m?s importante, en especial para la persona que lo va a protagonizar. Pueden ser privados o p?blicos. Depende del sentimiento que quiera transmitir y c?mo lo quiera formalizar”, apunta el art?fice. Este v?nculo tan fuerte constituye la raz?n de ser del emplazamiento: dar un lugar a aquellos frutos que han vivido con vigor un proceso creativo para que no se pierdan en el tiempo.
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Miguel Herberg, junto a los rollos y fotograf?as de su filmograf?a que ya descansan bajo tierra.
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As?, como si de un juego se tratase, el visitante deber? imaginar las historias que ahora protegen las rocas. Lo m?s probable es que, al principio, no entienda nada. Normal, teniendo en cuenta el minimalismo imperante. Pero, conforme vaya avanzando por el sendero, empezar? a notar que hay algo m?s que un simple tesoro bajo sus pies. “No existe un sitio similar en el mundo. Me siento orgulloso de haberlo hecho nosotros”, concluye S?nchez, que est? preparando un libro sobre lo que supone llevar a cabo un trabajo de semejante envergadura.
Pues, en este camposanto, tan art?stico resulta el contenido como el continente: “No tengo ning?n favorito, la verdad. Todos los enterramientos han sido de tal intensidad que apenas los recuerdo. Siempre estoy deseando que terminen pronto para irnos al bar”. Para templar el alma.
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